#CultureClub Kiki Smith, la artista que salda las deudas del cuerpo femenino

// Por: Concepción Moreno

mar 23 febrero, 2021

Kiki Smith está obsesionada con el cuerpo. Su obra la delata: estómagos de vidrio, siluetas fantasmales, dibujos de desnudos tétricos, esquemas de cadáveres. Dibujos, pinturas, grabados, esculturas: la obra de Smith es vasta.

No es siempre una obsesión médica, anatómica la que tiene la artista con el cuerpo. Smith no lidia con los fracasos del cuerpo. Es más una buscadora de formas extrañas en lo cotidiano de lo que nos forma, de lo que habitamos. Smith es una artista plástica compleja y al mismo tiempo accesible. Difícil no relacionarse con su obra basada en el feminismo, la literatura fantástica y el cuerpo, siempre el cuerpo, lo mismo el femenino que el masculino; lo mismo que el de los humanos (primates superiores) que el de los animales.

Smith comenzó a interesarse en el arte de niña, cuando veía a su padre, el escultor Tony Smith, en su taller. Ella y sus hermanas jugaban con los materiales y el padre las ponía a modelar con ellos. Smith quedó cautivada de por vida.

En 2007 Kiki Smith expuso en México en la entonces Galería Jumex, en Ecatepec. Su obra se reunió en A Gathering, un recorrido por 25 años de carrera. Las obras de aquella muestra eran seductoras y siniestras. De ellas recuerdo principalmente sus esculturas de animales, en especial la de los lobos negros con sangre roja en el hocico: un recuerdo de los cuentos de hadas en los que el lobo es símbolo de maldad y barbarie, y también del deseo sexual y una hombría silvestre que amenaza a caperucitas vírgenes. Y las caperucitas de Smith logran vencer al lobo.

La fantasía literaria es parte de su inspiración, tanto como el feminismo. En sus obras puede verse a Alicia cayendo en el país de las maravillas o a Dorothy llegando a un lugar que no es Kansas, ya no. Son siempre niñas perdidas que encuentran en su esencia femenina una identidad guerrera. ¿Son heroínas? Al menos son icónicas, aventureras de la feminidad. Por eso no son frágiles damiselas en apuros, sino exploradoras de su naturaleza. Como dice Smith en entrevista con la revista Apollo: “Las mujeres viven más que los hombres, es una de las razones por las que se les venera en culturas antiguas”. 

Smith ha trabajado en todos los medios imaginables, del dibujo al grabado, del modelado de cera perdida al óleo y de ahí al al vaciado en bronce. Es una artista omnívora, incansable. Su obra se ha expuesto en el Museo Whitney de Nueva York (la Meca del arte vanguardista) y en Museum of Modern Arte, así como en Viena, París y otras ciudades de Europa.

Aunque no es una rockstar del arte, poco a poco se ha hecho de un lugar en esa fauna que es el arte contemporáneo. Es una de las artistas más atractivas del movimiento feminista, sobre todo relevante en estos tiempos convulsos en los que la naturaleza femenina a subido a la agenda pública de manera insistente y notoria. Se trata de saldar las deudas del cuerpo, del derecho de mostrarse, de ser mujer sin pedir permiso, una lucha denodada contra lo que hemos aprendido a llamar patriarcado. La Smith está en primer plano en todo ese discurso. Asómense a su obra.