Cosa extraña, se respetado en tu arte desde joven, sobre todo por tus colegas. Le sucedió a Adrian Tomine (EEUU, 1974): adolescente se volvió una de las figuras promisorias del comic y la ilustración. Lleno de soberbia, Tomine se paseaba por las convenciones de comics esperando que los fans lo atosigaran. Según narra en The Loneliness of the Long-Distance Cartoonist, cada presentación de libros era un golpe de realidad: sí, muy adorado por los dibujantes, pero en realidad nadie lo conocía. Ni siquiera los presentadores sabían pronunciar su nombre. Y de pronto se entera de que muchos de esos pseudo-admiradores lo consideraban un plagiario de la obra del consagrado Daniel Clowes (el autor de Ghost World).
Hoy en día Tomine es uno de los artistas gráficos más respetados. Durante años Tomine ha dibujado Optic Nerve, su comic caballito de batalla. Son una serie de cuentos, muchos de ellos de talante autobiográfico, pero es conocid sobre todos por sus portadas de The New Yorker, que son de antología. Hace poco fue muy celebrada su portada sobre lo que fue la pandemia en los ámbito privados: una mujer frente a una computadora vestida de la cintura para arriba bebiendo un martini. A su alrededor, un tiradero y un gato dormido. Sí, esos somos (¿fuimos?) durante la pandemia.
Adrian Tomine creció rodeado de comics. De niño solo leía las aventuras de los héroes de Marvel. Admirador de Jack Kirby, el niño Tomine ejerció su ojo para la acción. Pero no, no acabó dedicándose al comic de superhéroes, sino a la observación social. Sus personajes en Shortcomings, por ejemplo, una de sus mejores novelas gráficas, narra la relación entre un joven de origen asiático (Tomine es descendiente de japoneses) y su obsesión por las mujeres blancas. Tiende a sentirse culpable por sus deseos, sobre todo por lo que percibe como una “traición” a su herencia étnica cultural. Tiene una guapa e inteligente novia japonesa-americana, ¿por qué ella no es suficiente?
Los temas de Tomine suelen ser incómodos pero siempre están llenos de humor y ternura, el principal objeto de sus pullas suele ser él mismo. El lugar de los inmigrantes en la vida estadounidense es un asunto asiduo en el trabajo del artista, y es que Tomine conoce esa sensación de ser constantemente humillado, despreciado, inadecuado. El dibujante se siente extraño inclusive dentro de su cuerpo. Un extranjero cohibido en el cuerpo de un nerd de mediana edad. Crecer siendo un niño eterno es un signo de los tiempos. Tomine es un buen cazador del zeitgeist.