#CultureClub Clemente Castor, con un pie en el cine y el otro en las artes visuales

// Por: Concepción Moreno

jue 15 abril, 2021

Cuando a Clemente Castor (Ciudad de México, 1994) se le pregunta por sus influencias, responde con tres cineastas asiáticos: Hou Hsiao-Hsien, Tsai Ming-Liang y de manera particular tailandés Apichatpong Weerasethakul.

Como Weerasethakul, Castor tiene un pie en el cine y otro en las artes visuales. “Totalmente el arte contemporáneo ha influido en el modo en que hago las cosas, creo que mucho de ello a partir de la metodología o de mucha de la teoría, cómo se construye la imagen, cómo se aborda”. A Castor, como al cineasta tailandés, le interesa el tiempo. Como diría el cineasta ruso Andréi Tarkovski: el cine es esculpir en el tiempo. Capturar esa concepto tan abstracto que llamamos tiempo. Y por supuesto, las imágenes.

El cineasta Clemente Castor

¿Quién produce las imágenes y desde dónde? Esa pregunta es la que lo anima a crear. Su primer acercamiento a las artes visuales fue a través de la pintura. De adolescente pensó en dedicarse de lleno a pintar, pero descubrió el cine y eso cambió su vida.

Castor se reconoce cineasta, pero su concepción de la imagen viene más del arte que del cine, donde las escenas son más bien “mecánicas y narrativas”, explica y abunda: “Me interesa preguntarme cómo se crean los conceptos visuales más allá de un guion o una narración”. Su cine (y su arte, porque de ambas disciplinas abreva su obra) es más de sensaciones y silencios que de historias.

Con la cinta Príncipe de paz, su ópera prima,  Castor habla de bordes: los límites de una ciudad, los del cuerpo, los de la adolescencia. Dos muchachos, Daniel y David, sobreviven la vida sin los adultos. Es un universo extraño, rayano en la fantasía, en el que esqueletos gigantes aparecen, y la realidad también es periférica, fronteriza. La cinta se filmó en Iztapalapa, muy cerca del lugar donde Castor creció, al oriente de la Ciudad de México, en el parque Cuitláhuac.

Fotograma de Príncipe de paz

“Ese parque está en mi colonia vecina. En los 50 era el tiradero de basura más grande de Latinoamérica… El oriente de la Ciudad de México es una zona muy poblada, muy cerca de Nezahualcóyotl, etcétera. Mucha gente del oriente trabajaba en ese tiradero de basura y se dedicaban a pepenar”. En los 80 el gobierno decidió tapar el basurero con un parque, pero la actividad de pepena y reciclaje de material continúa. “De algún modo todas las escenas que contemplé en mi infancia en esa zona influyen en Príncipe de paz.

El estilo contemplativo del arte de su arte viene directamente de la observación y de alimentarse de artes visuales: “Soy alguien que se la pasa viendo muchas cosas, justo videoarte, videoinstalaciones, anime-es un fan de Evangelion-, películas raras, rusas, y también cosas mainstream, como las de Avengers.

Como cineasta comenzó su carrera en el taller de la productora Mantarraya (ese  taller fue el germen del que nacería la escuela Escine, fundada por Mantarraya en 2017), donde se codeó con directores como Amat Escalante y la documentalista Natalia Almada. En ese taller adquirió los conocimientos técnicos de las cámaras, las lentes, tipos de planos, cómo se hacen los guiones. El taller era muy libre, pero ahí “Ahí aprendí las cosa básicas de cine, en el año y medio que duró… También aprendí viendo muchas cosas en Internet”.

Otras piezas de Castor tienen más que ver con las artes visuales que con el cine, como Primavera (acelerador de imágenes), videoinstalación en la que un conjunto de personajes animados crean mundos que se unen a través de un portal, una especia de vórtice entre realidades.

Fotograma de Primavera (acelerador de imágenes)

Así es la obra de Clemente Castor: una frontera que renace y es narrada (percibida) desde el brillo de los contornos: “He aquí, yo hago nuevas las cosas”, como dice el texto que acompaña otra de sus piezas, Gloomy + Parábola. Por hacer nuevas las cosas cotidianas.