Al artista Carlos Amorales (Ciudad de México, 1970) le interesa, sobre todo, el lenguaje. No solo como vehículo, sino como forma. Explora las letras como obras gráficas y las despega de su significado. El lenguaje lleva en sí mismo la imposibilidad de comunicar: para alguien que no comparta el código, las palabras son signos sin ningún sentido. al quitarle el significado a las palabras, Amorales hace una declaración estética, así como política. El poder del lenguaje como (falso) totalizador de la experiencia, del cual hay que subvertirse, liberarse. Aun cuando resulte imposible.
Detalle de ‘La lengua de los muertos’
En su pieza ‘La lengua de los muertos’ usa recortes de la sección de nota roja con mensajes en lenguajes ininteligibles: la imposibilidad de darle voz a los muertos; la muerte dándonos un mensaje que no podemos descifrar.
En su obra ‘La vida en los pliegues’, instalación con la que representó a México en la Biennale de Venecia en 2017, Amorales le rinde homenaje a una novela de Henri Michaux que discierne entre lo que está en el centro y lo que está en la periferia. Entre los pliegues podemos encontrar lo más visitado y también lo más secreto. Es una instalación conformada de obra abstracta, pero eso no le quita lo cercano, lo asequible. Cualquiera puede disfrutar el trabajo de Amorales, solo hay que incluirse en el juego y pronto se encuentra el espectador en un plano-secuencia divertido que lo convierte en parte de la pieza.
Detalle de ‘La vida en los pliegues’
Si algo representa la obra amoraliana es que tiene mucho de lúdica. En ‘La vida en los pliegues’, por ejemplo, hay una colección de silbatos u ocarinas que el espectador puede poner en funcionamiento: cada sonido de la ocarina responde a una letra en un código encriptado por el propio artista. El juego es parte fundamental de la exploración del artista. Finalmente, el placer es algo con lo que todos podemos relacionarnos y las reglas de los juegos son otro alcance del lenguaje.
Amorales tiene una obra continua llamada ‘Archivo líquido‘, en la que recoge dibujos, esbozos de instalaciones y la objetualización de instrumentos (usa sus útiles de trabajo como pequeñas esculturas). Por supuesto, no faltan los lenguajes creados por el propio artista, a ellos traslada pequeñas historias, epigramas y frases de novelas.
Carlos Amorales es sin duda uno de los artistas mexicanos más interesantes y necesarios. Su combinación de lo abstracto y los más concreto (ambos extremos siempre en tensión), su exploración de la violencia, su cruce entre el teatro, la literatura y la plástica lo convierten en un ineludible de la escena de las artes visuales internacionales.