El pasado viernes 30 de agosto, Björk dio la última presentación de su residencia dentro del Parque Bicentenario de la Ciudad de México, otorgando un total de cinco conciertos que contaron con docenas de instrumentistas y una escenografía que hizo uso de lo más moderno de la tecnología, incluyendo la masterización de sonido 360 y una pantalla de hilo para realizar proyecciones en 3D.
Las presentaciones de Cornucopia fueron como la soprano islandesa nos lo describió “una unión de la tecnología, tomando lo digital y convirtiéndolo en físico”. Una muestra del por qué se trata de un show revolucionario de a lo que la islandesa gusta llamar “teatro digital“.
Su residencia fue bienvenida por parte de su público y ella también gustó de su nueva visita a México, razón por la cual no pudo retirarse sin conocer un poco más de su cultura más popular. El sábado posteó un video a través de su cuenta de Instagram, en el cual podemos ver a su equipo de flautistas viibraflutes llevando a cabo una coreografía sobre las pirámides de Teotihuacán, Ciudad de México.
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Björk Guðmundsdóttir nació el 21 de noviembre de 1965 en Reikiavik, Islandia, iniciando su preparación musical a la edad de tres años, cuando empezó a cantar piezas del musical The Sound Of Music, influenciada por sus padres. Poco después se interesó en el dúo estadounidense Sparks y en el cuarteto de Liverpool, The Beatles. Además, gracias a este interés es que logró tener acceso al trabajo de los hermanos Johnny y Edgar Winter, así como a las composiciones fluxus de Yoko Ono a muy corta edad.
A los once años grabó su primer disco tras haber ganado la atención de una emisora de radio en Islandia, Radio One. El material es una colección de versiones en islandés de canciones de artistas como The Beatles y Stevie Wonder.
Poco después se interesó en la ideología rito grrrl y formó parte de varias agrupaciones de punk, algunas con éxito y otras sin un recibimiento propiamente dicho. Fue hasta que llegó a The Sugarcubes que alcanzó la fama internacional, una banda de new-wave con experimentos interesantes en la integración de elementos orgánicos en sus composiciones primordialmente electrónicas. Tras su separación persiguió una carrera solista con la cual ha alcanzado uno de los podios máximos en el reconocimiento comercial y crítico para cualquier tipo de intérprete.
En 1993 salió a la venta Debut, el cual fue llamado disco del año por la NME y que llegó al Disco Platino de Estados Unidos. A partir de ahí experimento con el rock industrial y el jazz en Post (1995), el trip-hop en Homogenic (1997), y el glitch-pop en Vespertine (2001). Además, ganó reconocimiento como actriz gracias a su papel protagonista en la ganadora del Palma de Oro, Dance In The Dark (1999).