//Por: Oscar Adame
Recuerdo muy bien la primera vez que escuché a Big Big Love; fue a mediados del 2013 dentro de uno de los festivales de música independiente más importantes del país. El día hasta aquella presentación había sido bastante tranquilo, muchas bandas de buena calidad no habían juntado ni 10 personas entre su público, sin embargo al entrar al Caradura todo el ambiente cambió por completo.
“Está hasta su madre”, le dije a mi amigo que me seguía mientra contemplaba a una docena de chicas con playeras del grupo en cuestión gritando en coro las tres palabras que forman el nombre de la agrupación. De alguna manera logramos meternos hasta el frente del escenario y un cuarteto de chicos salieron a tocar entre gritos, brincos, empujones, cervezas voladoras y un éxtasis incomparable al que produce cualquier otra propuesta de su sector.
Una fiesta de verdadero júbilo se dio aquel día con el sonido que los hermanos Santiago y Patricio Mijares, Marco Carrión, Gerardo Beltrán y los chicos del coro lograron crear a base de guitarras pegajosas indie pop, sintetizadores psicodélicos, emotivos coros y una actitud que por momentos es digna de cualquiera de los mejores showman del mundo.
Ese día me di cuenta del verdadero potencial que se puede encontrar en la música de la Ciudad de México y agradezco enormemente a Big Big Love por ello, una agrupación que este año lanzó su primer disco de estudio Friendship, el cual vale la pena revisar.
La banda inició con la necesidad de Santiago por empezar a hacer música por allá del 2012, en ese entonces él sólo tocaba la batería (cosa que lo llevaría a estár muy de cerca con bandas como los Hawaiian Gremlins). Él quería experimentar con otros instrumentos y entonces su hermano se unió a él en el bajo; Marcos tras varios cambios en la agrupación apareció como batería y al final el chingón de Marco Carrión llegó para no sólo crear los épicos riffs de guitarra que poseé la banda, si no también para producir y mezclar su material.
El primer EP homónimo lanzado en el 2012 se grabó con ayuda de Pedro y el Lobo en pocas sesiones, fue algo impulsivo y las canciones salieron de forma natural, cosa que se nota bastante en el trabajo.
Con influencia directa de bandas de indie rock relacionadas con el space rock como lo son Mew, Muse y en especial Foals, Big Big Love logró dar un paso enorme casi sin notarlo con esos 10 temas que lían con temas tan básicos como la incertidumbre e inseguridad que producen los sueños a futuro, hasta la diferencia de clases en México acompañado por guitarras explosivas, sintetizadores atmosféricos y coros pegajosos.
‘Rich’, ‘Graveyard’, ‘So Young’ y ‘Blood’ son canciones que sobresalen de este material, pero su último corte, ‘Immortality’, es el que ha quedado clavado en la mente de los seguidores de la música nacional hasta el punto de haberlo convertido en un tipo de himno para la industria independiente del centro del país. Una canción dividida en dos segmentos cuya instrumentación in-crescendo que pega duro en el inconsciente con su ritmo bailable y su gancho en el sintetizador Korg es la base para que los gritos y los frenéticos golpes a la batería terminen con todo lo que haya alrededor.
En 3 años sólo lanzaron dos sencillos externos a cualquier otro lanzamiento: ‘Family Flag’ y la maravillosa ‘Tender Men’. Dos canciones pop realmente emotivas en donde se nota la influencia que la disquera Pedro y el Lobo tuvo sobre ellos, pues integran elementos del folk introspectivo que adoran en ella. Hay que aclarar que aquí Santiago empezó a formar un seguimiento especial a la carrera de Sufjan Stevens, músico cuya influencia también es notable en ambos sencillos y que posteriormente sería fundamental en la utilización de elementos electrónicos para el siguiente.
Fue hasta el 2016 que regresaron con su primer disco de estudio, aquel que les dio la oportunidad de involucrarse en el pasado cartel del Vive Latino y de ser invitados al festival SXSW de Austin: ‘Friendship’, el cual es un trabajo mucho más cuidado, pulido y hay que decirlo… pretencioso que los anteriores.
La pretensión no siempre es mala, sin pretensión no se puede crear algo distinto a lo que hay, es más no se haría nada en absoluto. Pero siempre hay que medir qué tanto tus capacidades te permiten hacer en relación a tus ideas o si integrar esas ideas dan un verdadero valor añadido a algo que estaría bien sin ellas y eso es lo único que se le puede reclamar a Big Big Love en su primer disco. Uno que por su calidad en prácticamente cualquier punto es un verdadero putazo de autoridad en el sector independiente, pero que por momentos llega al ridículo con largas secciones instrumentales que no van de acuerdo a la propuesta.
El disco empieza con una de sus mejores canciones: ‘Boxer’, que con una caja de ritmos ecualizados logra llamar la atención lo suficiente como para que la voz de Santiago aparezca más que victoriosa entre un firme bajeo de tres notas, una batería en tres tiempos y la guitarra distorsionada de Marco, ya más adentrado en el shoegaze.
‘Tibias’ es una canción pegajosa que vale la pena remarcar, pero es ‘Euryduce’, el primer sencillo del disco, el que llegó a pegar incluso en canales como MTV. Una bella introducción instrumental hecha con tres sintetizadores distintos abren la que es probablemente la mejor canción del disco, compleja incluso en cuestión de movimientos dentro de su tempo y en el número de elementos que integran a cada parte de la canción.
Es una joya y podría ser un sencillo remarcarle incluso en bandas que llenan estadios, cosa que puede ser que consigan si la banda sigue con su arduo trabajo, sus grandes y pretenciosas ideas y su forma tan energética de dar presentaciones en vivo. Yo tengo mi fe puesta sobre su talento innato por crear emociones.