El combo francés de Phoenix ya llegó a su séptimo disco de estudio: Alpha Zulu (2022) , este viene con una carga considerable de dance pop electrónico en sus diez piezas que dan guiños de seguir siendo uno de los mayores exponentes de la escena musical francesa de las últimas tres décadas, y para celebrar ese cuarto de siglo de existencia publican el que, probablemente, sea el álbum más fresco desde que iluminaron con su synth- pop en su alcamado LP Wolfgang Amadeus Phoenix (2009).
Este espíritu de reinvención quizá se derive de la necesidad de volver a reunirse tras meses de encierro. Alpha Zulu es un disco estimulante: tiene sintetizadores zumbantes así como coros efervescentes de su cantante Thomas Mars.
Phoenix comenzó a grabar el álbum durante la pandemia de la COVID-19 en 2020, en el Musée des Arts Décoratifs, que se encuentra dentro del Palacio del Louvre en París. En particular, este disco está impregnado de la memoria de su amigo y colaborador Philippe Zdar, quien murió en 2019.
Alpha Zulu se antepone ante la desolación y enfrenta momentos complejos, abate la ansiedad y celebra el reencuentro; y si bien , el disco se grabó en una época confusa, sus canciones llegan para darnos esperanza.
Sónicamente, el álbum muestra canciones que acaparan la atención , los instrumentos se amalgaman perfecto a la voz de Thomas Mars. Canciones entusiastas como “Alpha Zulu”, que tienen potentes zumbidos de sintetizadores y un coro pegadizo.
La banda eligió a un invitado para la segunda pista: Ezra Koenig de Vampire Weekend, quien aparece en “Tonight”, una canción que recorre influencias de sonidos neoyorkinos, donde predominan el bajo, teclados y golpeteos de batería contundentes.
En tanto, Phoenix hace un viaje de regreso a los años 80 con la melodía “The Only One”, que se llena de palpitantes bloops de sintetizador y ritmos electrónicos. Una canción con distorsión en voz , que pudiera acercarnos a discos incipientes de la banda , o remontarnos a discos de The Strokes. Sin duda, esta pieza está marcada por el sonido de viejos teclados de los que Nueva York es cuna.
“After Midnight” asoma esa ventana del pop alternativo donde arreglos de sintetizadores son la columna del ritmo.
La canción más obscura del disco es “Winter Solstice”, sobre una cama de bajos vibrantes , que se fusionan con sintetizadores que se turnan en escalada para acoplarse a la melodía.
Sin duda, Phoenix sabe cómo hacer canciones bailables y para muestra de ello, “Artefact” cuya percusión y ritmos programados ochenteros hacen que muevas la cabeza de un lado a otro; mientras la distorsión juega bien con la canción que avisa que el futuro está cerca.
Los destellos pulsantes de sintetizadores destacan en “All Eyes on Me”. Desde su inicio sorprende con alucinantes golpes de sonidos de teclados que Deck d’Arcy deja expuestos en los tres minutos que dura la pieza.
Para el cierre, la banda nos regala una canción relajada en el que una vez más teclados y programadores adornan el tema, haciendo una oda al synth pop francés en el que el clímax llega con un timbre de sintetizador que anuncia el final del disco.