Este año el festival sin duda alguna le apostó a las bandas nacionales y una de las preguntas que varios periodistas y críticos musicales se hacen es sobre el valor del producto local. Sobre la necesidad de crear una escena mucho más sostenible, rentable y lo más importante que tenga apoyo. Pese a las grandes iniciativas del festival todavía falta un gran camino, pero afortunadamente, a pesar las supuestas proyecciones de varios, los ganadores de la segunda jornada fueron varios de los nacionales. Demostraron que Latinoamérica es de las regiones más prolíficas en sonidos. Colombia es un territorio musical desconocido para muchos de sus habitantes. La variedad de sonidos que se producen acá puede ser de envidia muchos y partiendo desde el concepto de lo tradicional, esta jornada fue un viaje de sonoridades locales como la chirimía, las cumbias, el folklore y todas esas raíces de la colombianidad.
Los encargados de abrir la tarima principal son unos viejos conocidos: Milmarias. Una banda que, considero, está en su mejor momento. Es una agrupación cuyas raíces se formaron en el electro rock, pero que se ha venido apropiando de diferentes elementos latinos, metiéndole más sabrosura en la percusión y dándole un nuevo giro a su proyecto con el fin de refrescar su música y ser uno de los protagonistas de la escena musical bogotana en este último año. La gente lo ha entendido y fue a verlos. Brindaron un show fenomenal y, a diferencia del jueves, hubo más publico desde el inicio. Punto a favor.
A pesar de las criticas contra el lineup, la gente fue a celebrar una fiesta y a apropiarse de ella. Muchos llevaron sus mejores prendas y otros se disfrazaron, cada uno queriendo sobresalir y pasarla bien. Los chicos de Okraa llenaron la tarde con una propuesta entre el ambient pop con ciertas gotas de introspección, que me recuerda por momentos a Teen Daze más discotequero. Su música estuvo perfecta para una tarde en la que la gente va asumiendo la rutina festivalera y desea entrar en calor. Los más adecuados para poner a gozar a bailar a todos son los muchachos de Rancho a Parte: banda de Chirimia, una música del pacífico colombiano. Aunque mantiene sus bases en la tradición, parecen adicionarle elementos urbanos mucho más modernos a la percusión y a su conjunto de vientos. Cadencias envolventes que nos motivaron a mover las caderas. Herencia de Timbiqui fue la encargada de continuar con ese viaje por la tradición del Pacífico y desatar la alegría completa, demostrando una vez más porqué son uno de los más grandes en su género.
Ver a las bandas Internacionales siempre es interesante por lo que brindan en su show y la manera impecable en que su concierto es producido. La agrupación inglesa Alt-j demostró lo dicho. Con clara influencia de Radiohead, voces introspectivas, un viaje suave, lento y difícil de describir. Pero a medida que pasaba la noche la atención se centró en las pequeñas humaredas que surgían del público, banderas rastafari ondean por ahí y, Damian Marley, encargado de darle el toque de alegría al evento, saltó al escenario. Vivir con el peso de ser hijo del papá, de la insignia del reggae es complicado y, entre temas propios y temas de su padre, Damian supo alegrar la noche y darle paso a una joya colombiana: Puerto Candelaria. Una banda que demuestra por qué es una de las más grandes del país. Este grupo es capaz de poner a saltar y a bailar a todo el mundo, involucrando la tropicalidad, salsa y el free jazz darle a los asistentes uno de los shows más increíbles de la jornada.
Uno de los objetivos del festival, como lo he dicho antes, es darle atención a toda la movida nacional, aunque parece que primero hay que aprender a reconocer la escena nacional. Es necesario que la gente conozca sus raíces, su sonido y de donde vienen. La jornada ha sido un viaje por el territorio colombiano y todo lo que esto representa ha sido en parte gracias a Aterciopelados. Es por ellos que hoy podemos mostrarle un nuevo sonido al mundo. Colombia se ha encargado de ser uno de los protagonistas de la escena musical de los últimos años y los atercio son los encargados de mostrarnos el camino. Ver el reencuentro de la banda fue increíble, mágico. Pasar por joropos, bambucos, porros, champetas, salsas y una diversidad de sonidos de la región, con un sello propio y sobre todo con memoria, demostraron porque son lo más grandes y una clara influencia para todas las jóvenes agrupaciones nacionales.
Otro momento clave para muchos vino con Kings of Leon, un banda que los influenció y marcó a muchos. Un concierto nítido, al igual que el de Kasabian, lleno de energía que logró conectar a los espectadores. Todos pudieron gozar con altas dosis de emociones dependiendo de los gustos.
Para terminar con Major Lazer, dupstep, dembow, salsa, reggaeton, champetas y un gran soundsyste, momento en que la gente entró en extasis y el parche, comandado por el gran y polémico Diplo, demostró porque son la sensación, la tendencia y los sound deegers más importantes del momento.
Claramente el día dos estuvo mucho más organizado, pero aún así dejó varias preguntas sobre la organización del festival, la escena nacional y la difusión de la música colombiana. Aunque se demostró que las bandas nacionales tienen un nivel impresionante, las bandas internacionales están mucho más organizadas y un nivel técnico y operativo envidiable.
Nadie nos quita lo bailado y el hecho de que gente tan grande como Major Lazer funcione ritmos latinos como la salsa choque, la salsa tradicional, con cumbias, porros y champetas, sólo demuestran el potencial que tiene y ha tenido nuestra música.