Si sirve de consuelo, “¡Uno!” es mucho mejor que “21st Century Breakdown”.
El nuevo disco de Green Day titulado “¡Uno!” (y primero de una trilogía que ira saliendo a la venta con una diferencia de dos meses entre cada disco) puede dividirse en lo que parecieran una colección de B-Sides de su época punk, del “Nimrod” y del “Warning”. La otra mitad nos representa ese nuevo estilo arena rock que les hemos visto en sus trabajos más recientes, algo que pareciera una mezcla de rock clásico y punk inglés viejo; la influencia de The Jam, Blondie o The Clash es fuerte, así como su nueva característica a la hora de escribir material: meter solos de guitarra ahuevo en todas las canciones. En lo personal algo que me parecía bello del Green Day de antes es que sabían que “más es menos” y moderaban este recurso.
Hablando de este nuevo estilo de Green Day y sobre todo de sus temas ‘Stay The Night’, ‘Kill the Dj’ y ‘Oh Love’. A Green Day no se le debería permitir hacer canciones de más de tres minutos a menos que fueran aptas para convertirse en obras de Broadway. Si en el “American Idiot” nos presentaron dos rolas de nueve minutos que te mantenían a la orilla del asiento, las canciones de cuatro minutos de “¡Uno!” parecen eternas, quizá por la falta de profundidad en sus letras o por que la mitad de la canción consta de repetir el coro, y aunque eso es algo que han hecho siempre (como la buena banda fan de Ramones que eran en un principio) ahora parece más un castigo que una invitación a perder la cabeza repitiendo un estribillo pegajoso.
El disco no es completamente malo: ‘Nuclear Family’ es una excelente abridora, ‘Let Yourself Go’ podría haberse escrito durante “Insomniac”, la guitarra de ‘Trouble Maker’ parece prestada de una canción de The Mr. T Experience , ‘Angel Blue’ y ‘Sweet Sixteen’ mantienen un sentimiento de inocencia adolescente aunado al clásico sentido del humor sádico de Billie Joe. ‘Rusty James’ tiene una letra que pareciera robada de los borradores de Strummer o Morrissey.
Realmente espero que los próximos discos de la trilogía (“¡Dos!” y “¡Tré!”) tengan algo más que ofrecer y no terminemos repitiendo la vieja lección que The Clash nos enseño con el “Sandinista”: Vale más un disco perfecto que tres a medias.