Por: Carlos Noriega
A las 8 de la noche las luces de El Plaza Condesa se apagan y una ola de gritos revienta la atmósfera. En el escenario, dos estrellas incrustadas con el “Kaiser Chiefs” centrado y los integrantes de la banda inglesa toman sus lugares.
La estructura futurista de las paredes alterna sus tonalidades. Cientos de cabezas se arremolinan. Hay chicas con chamarras militares, mallas, blusas y cintas de colores en el pelo; jóvenes con camisetas, jeans y tenis, procedentes de distintos puntos de la urbe y del interior de la república. El público agitado, grita. Aparecen cámaras capturando al carismático Ricky Wilson en camisa de mezclilla, girando la cintura, aferrando el micrófono y cantando ‘The Factory Gates’.
En las percusiones, Vijay Mistry, el nuevo integrante de la formación, da prueba de su poder; en los teclados, con boina negra, Nick “Peanuts” Baines, crea las primeras atmósferas, y ataviado como intelectual británico, Andrew White en la guitarra eléctrica. Al otro extremo, el bajista Simon Rex.
Concluye ‘Everything Is Average Nowadays’, dejando su euforia en la multitud y una melodía electrizante materializa ‘Everyday I Love You Less and Less’. Frenética, la gente canta.
—¡Muchas gracias! —grita Wilson y una nueva ovación estremece el lugar.
Siguen ‘Little Shocks’, ‘Bows & Arrows’, ‘Modern Way’, ‘Coming Home’, algunas producidas para el nuevo disco “Education, Education, Education & War”. Envuelto en luz morada y magenta, el público levanta las manos, aparecen encendedores y celulares bailando la canción.
Suenan ‘Never Miss A Beat’, ‘I Predict A Riot’ y la esperada ‘Ruby’, que enciende a la multitud. Una risa siniestra cae por la atmósfera, y proveniente del escenario un inmenso personaje harapiento, encarnado por la voz del vocal, avanza cantando ‘Misery Company’.
—We Are ‘The Angry Mob!’ —ruge el vocal y una bandera de México despliega en sus manos.
La noche termina con ‘Cannons’ y la incendiaria ‘Oh My God’. Y así, entre sonidos y letras electrizantes, regresamos a la ciudad.
Encore