El asesino del arte

// Por: Staff

lun 16 septiembre, 2013

El artista se dispone a comenzar la rueda de prensa:

Artista: Damas y caballeros, muchos de ustedes se preguntarán el motivo de esta convocatoria y, aunque sé que estos días han estado llenos de especulación, hoy siento la obligación de confirmar los rumores: sí, tras 10 años de arduo trabajo estoy listo para presentarles mi nueva obra; una pieza que, permítanme decirles, les concierne a ustedes también. En ella está escrito el nombre del asesino más atroz de nuestra generación. Así es, amigos míos, en ella revelo el nombre del asesino del arte.

¡Calma, calma! Tendrán todas las respuestas en su debido momento, pero ahora que tengo su atención, permítanme relatarles una historia sin final feliz:

Hace mucho tiempo existió un artista inocente y puro, cuyo único propósito en la vida era transmitir con su voz una radiografía de la vida con la que la gente de todas las razas, edades y religiones pudieran unirse como hermanos. El artista era un fauno feliz mientras pregonara su obra de manera íntegra y quienes lo escuchaban también. Pero un día se presentó en la puerta de su casa: LA DISCOGRÁFICA…

Entra el manager en escena.

Manager: Eh…Víctor, párala un segundo. No creo que esto sea tan buena idea, digo, tu disco no está saliendo en una discográfica sino en 20 distintas que, por cierto, pagaron la grabación por adelantado. Además, ¿tú no eres socio de una?

Artista: ¡Coño, Diego, déjame terminar! Sí, eso puede ser un problema, a ver cómo me zafo de esta.

Perdonen la interrupción, amigos míos, como les decía: nuestro buen artista pregonaba su visión del mundo hermanando a todo aquel que le escuchaba cantar, hasta que un día se presentó en la puerta de su casa: UNA MARCA…

Manager:  Víctor, no digas esa vaina, ¡coño, Víctor escúchame!

Artista: ¡Dime, Diego! ¿Ahora qué?

Manager: Víctor, no sé si te acuerdas, pero el disco lo están financiando un montón de marcas también. De hecho, todas las canciones ya están licenciadas: una para un restaurante de hamburguesas, una para la merengada que ayuda adelgazar después de haber engordado con las hamburguesas, una para un comercial de soda de peyote, y otra para un programa de rehabilitación. Bueno, eso sin contar todos los comerciales de leche que grabamos la semana pasada.

Artista: ¿Esa vaina era para un comercial de leche?

Manager: Sí, ¿por qué te extraña?, ¿no sabías?

Artista: ¡Coño, yo soy intolerante a la lactosa!

Manager: Pues, no digas que lo eres en las entrevistas que nos podemos meter en un lío. Por cierto, antes de que continúes, tienes que ponerte este sombrero de la tienda de armas de fuego que nos está patrocinando la rueda de prensa.

Artista: Dale, pásame el sombrero y ¡por el amor de Cristo, déjame terminar el cuento de una buena vez!

Amigos, perdónenme, ¿dónde estábamos? Artista, fauno, gente feliz, tolerancia, mundo feliz…hasta que un día llegó a su puerta: UN POLÍTICO…

Manager: ¡¡Víctor, tampoco digas eso!!

Artista: No me digas que el disco también lo financió un político.

Manager: No, nada de eso.

Artista: Menos mal, ¡me asusté por un momento!, ¿entonces, cuál es el problema?

Manager: Bueno, es que financiar el disco per se: no, pero la gira sí la estamos pagando con dos conciertos que tienes este fin de semana: uno para la campaña del candidato de izquierdas y el otro para el candidato de la derecha.

Artista: ¡¿Cuándo pasó eso?!

Manager: Bueno, eso lo cerramos anoche antes de cenar con el candidato del centro para ver si le hacíamos la canción de su campaña.

Artista: ¿El de anoche era el candidato del centro?

Manager: Sí, pero mira, continúa tu rueda de prensa que ya llevamos hablando demasiado tiempo y se ve raro.

Artista: De nuevo, discúlpenme, damas y caballeros, voy a ahorrarles el cuento y revelarles de una vez por todas el nombre del culpable de este horrible crimen. El asesino fue: LA PRENSA…

El manager mira consternado al artista.

Artista: ¡No, no! Perdón, me confundí, queridos amigos de la prensa. Ahora sí, el asesino fue:  ¿MI MANAGER?…

El manager vuelve a mirar al artista.

Artista: Bueno, pero ¿entonces quién fue? ¿Yo? Pero, ¿cómo voy a ser yo? No, no, eso es ridículo. Pero es que incluso, si de verdad lo fuera, ¿por qué habrían de juzgarme?, ¿cómo esperaban que financiara esto por 10 años?, ¿por obra y gracia del espíritu santo? No me miren así. ¡Ustedes también son culpables! Sabían bien en lo que se estaban metiendo. ¿Cómo creen que les llega el arte que consumen a sus hogares? ¿Genuinamente creen que no hay intermediario? Porque si piensan que de verdad existe un artista que no tenga que responder a alguien para hacerles llegar su obra, ustedes son los que viven en la tierra del fauno. ¿Quieren la verdad? La única manera de hacer arte sin compromisos en el mundo de hoy es nunca mostrándoselo a nadie. Basta con cruzar el umbral de nuestra casa para encontrarnos con situaciones en las que – paradójicamente- traicionaremos los ideales que tanto defendimos para poder seguir defendiéndolos. Sí, lo confieso, lo hice pero es porque no me dejaron otra opción, tienen que creerme, siguieron demandando de mí algo que no tenía la infraestructura para abastecer por mi cuenta, fui una víctima de las circunstancias, ¿pero qué es esto? ¡No pueden hacerme esto! ¡No me lleven! ¡Nooooooooooooooooo!

Esa tarde el artista fue llevado bajo custodia de las autoridades pertinentes y el juicio se llevó a cabo pocos meses después. La evidencia presentada fue tan abrumadora que el jurado – conformado por miembros del público-  deliberó sólo 10 minutos antes de llegar a una decisión. El veredicto final: culpable de homicidio en primer grado.

Desde entonces los pocos artistas honestos que quedaban prefirieron permanecer callados por miedo a ser juzgados y algunos otros (que fueron encontrados con las manos en la masa) se escudaron con excusas y columnas innecesarias que sólo sirvieron como armas para la defensa en sus respectivos procesos penales.

( h. )