Bestival 2013 (jueves 5 & viernes 6 de septiembre):
“Este es el último festival del verano, disfrútenlo”, aconseja desde el micrófono uno de los vocalistas de los ascendentes Dog Is Dead en el comienzo de la primera noche del Bestival. El escenario Replay dista de ser el principal centro de atención del predio y no hay una multitud viendo a la banda pero, sin embargo, la gente responde con gritos y manos arriba, casi automáticamente. Es el jueves del primer fin de semana de septiembre, la Isla de Wight está atestada de juventud y cajas de cerveza y ese tal Robert Milton tiene razón: el final de la temporada de mega festivales veraniegos en el Reino Unido ha llegado y tiene su última parada en esta, la décima edición del Bestival.
No es un dato menor. Estos cuatro días son, para muchos -estudiantes universitarios en su mayoría-, el último espasmo de verano antes de la vuelta a las obligaciones de rutina. Eso se percibe en cada movimiento que uno pueda hacer en la previa y el camino hacia el evento y condiciona decididamente todo su desarrollo. En Southampton y Portsmouth, las ciudades portuarias que ofrecen ferries para cruzar a la isla, la atmósfera se distorsiona, los supermercados se congestionan y empiezan a aparecer los disfraces más inesperados. El viaje en barco y la llegada al inmenso campamento no hacen más que profundizar esa sensación de carnaval adolescente y, en apenas unas horas, uno se encuentra rodeado de alcohol, brillantina y personajes de todo tipo. Porque si algo queda claro desde el comienzo es que, en definitiva, el Bestival está relacionado a la idea central de pasarla bien: dormir poco y tomar mucho, hacer cosas que no se hacen todos los días y, fundamentalmente, compartir cuatro días en una suerte de comunidad organizada para vivir de fiesta.
De hecho, en una primera recorrida por el gigantesco terreno ocupado por el festival una conclusión aparece casi de inmediato: esto va mucho más allá de los límites de la música. Si bien es cierto que la organización hace hincapié en la programación de artistas en más de una decena de escenarios simultáneos, además pueden enlistarse performances de comedia, misceláneas que van desde el karaoke hasta la impresión de remeras y talleres que, por ejemplo, invitan a compartir chocolates, a hacer instrumentos o a descubrir nuestro “poder animal” oculto. Pero como si todo eso fuera poco, el festival es, en su fisonomía, lo más parecido a una feria de pueblo a gran escala. En medio de los distintos campings improvisados y entre los distintos escenarios, aparecen puestos de comida y bebida de toda forma y color, se encuentran tiendas de ropa que mezclan diseño independiente con disfraces y el espíritu de celebración se hace explícito en cada rincón. Por supuesto, la música no deja de ser algo central en todo esto, pero si alguien pensara que es el único ingrediente en este cóctel de sensaciones eso sería lo más parecido a recorrer el festival con los ojos y la nariz tapados.
En efecto, la cantidad astronómica de información y los estímulos que permanentemente compiten por la atención de los presentes se trasladan al plano de lo musical, dando cuenta de que el Bestival es un evento que apuesta a la heterogeneidad y sobrepasa con creces los límites de la música pop. En la obligada selección que uno debe hacer como espectador-con ofertas-interminables, la magnitud de las opciones se vuelve excéntrica pero no deja de resultar coherente con todo lo vivido en esta pequeña ciudad de música y delirio. Así, en la noche del jueves, el afrobeat tribalista de unos prácticamente desconocidos King Laghoon’s Flying Swordfish Dance Band no hace ruido alguno junto a la sensualidad violenta y el impacto visual y urbano de una M.I.A. que, a pesar de una interpretación mediocre, ofrece una respuesta posible a la especulación del crítico Simon Reynolds en relación al futuro del pop y su anclaje las grandes potencias asiáticas en desarrollo. Tampoco el viernes resulta extraño pasar de la fantasía animada (y cada vez más sólida) de los Flaming Lips al sincretismo oscuro e intimista de unos London Grammar que cuentan con la espectacularidad de su soprano-vocalista como bandera. Las diferencias se multiplican por millones pero el público entiende que de eso se trata todo esto. Son, en definitiva, distintas esquirlas de la bomba sensorial diseñada por la curaduría multiformato a cargo de Josie & Rob Da Bank.
De todas formas, la dinámica del festival encontró dos casos concretos en los que lo artístico supo interpretar tanto el plano de lo emotivo como la vibración general de una isla tomada. Luego de las actuaciones sólidas de los sobrios y exquisitos The Walkmen y los siempre agitadores Wu-Tang Clan, los Bombay Bicycle Club llenaron el atardecer del escenario principal con un show pensado para este tipo de eventos. Un pequeño repaso por su discografía cargada de mini hits descontracturantes y sincopados, un estreno atinado y alentador de su próximo álbum, una combinación explosiva con los vientos y las percusiones de la la London Afrobeat Collective y nada más para agregar. Divertido, preciso, estimulante y apto para todo público. Y en una sintonía similar al primer gran show del fin de semana: el de Belle and Sebastian en el escenario BigTop. Porque los escoceses hicieron honor a la que fue su única presentación en los festivales de verano y escenificaron (con iconografía marinera incluida) un conjunto de canciones gigantes en su formato propio de pequeña orquesta pop, en el cual son tan importantes las guitarras y la sección de cuerdas como las flautas dulces y los cencerros. Con una alegría exultante y una capacidad de contagio inmediato, Stuart Murdoch y los suyos fueron mucho más genuinos que el propio encargado de celebrar oficialmente el décimo cumpleaños del Bestival. A diferencia de Fatboy Slim y su falta de riesgo e innovación desde las bandejas, Belle and Sebastian le puso el cuerpo a ese aire de celebración permanente que se respira por estos días en la Isla de Wight y se convirtió en una porción más de la fiesta. Con gente bailando arriba y abajo del escenario y con la sensación manifiesta de estar disfrutando al máximo del último de los festivales de verano.