Fue el disco que cambió la historia de The Beach Boys. Hoy es un clásico, pero cuando se publicó fue recibido con muchas reservas, aunque marcó un giro decisivo en la carrera del grupo. El libro “Wouldn’t It Be Nice. Brian Wilson y la Grabación De Pet Sounds”, de Charles L. Granata, que por fin se puede disfrutar en español, desmenuza la creación de una de las grandes obras maestras de la historia de la música popular.
Entre octubre de 1962 y diciembre de 1964, The Beach Boys grabó ochos álbumes, llegando seis de ellos al Top 10 de las listas de ventas, y es que su sonido estaba claramente perfilado y funcionaba de manera incontestable a nivel comercial. Pero Brian Wilson quería más: no le bastaba con las soleadas melodías surf que habían conquistado al público adolescente americano. Era un gran admirador del muro de sonido perfeccionista de Phil Spector y del trabajo de The Beatles en “Rubber Soul”, y deseaba producir un disco que pudiera competir con ellos, aunque en realidad su gran ambición era superarlos.
Había dejado de actuar en directo con el grupo, así que mientras sus compañeros viajaban por el país de un escenario a otro, él se encerró en el estudio de grabación y se puso a trabajar en su próximo álbum. Entonces no podía imaginar que el resultado sería “Pet Sounds”, uno de los discos más importantes de la historia del pop, su obra cumbre y también su final artístico.
Todo el proceso aparece relatado en “Wouldn’t It Be Nice. Brian Wilson y la Grabación De Pet Sounds”, un ensayo editado originalmente en inglés, en 2003, que ahora se publica en español. El productor e historiador musical Charles L. Granata es el responsable de un trabajo apasionante, que recoge declaraciones de la mayoría de los implicados en el proceso de realización del álbum: desde los propios miembros de la banda, hasta algunos de los músicos de estudio, ingenieros de sonido y letristas que participaron, en particular Tony Asher, responsable de la mayoría de las canciones que contiene el disco.
El objetivo de Granata es centrarse en los argumentos musicales. Así, comienza situando al grupo en el contexto adecuado, explicando el camino que habían recorrido desde sus inicios: una carrera meteórica, marcada por la figura autoritaria del padre de los Wilson y la identificación del grupo con imperecederos himnos surf.
Muy pronto, sin embargo, el libro se zambulle en “Pet Sounds”. La composición, las maquetas previas, las primeras grabaciones, las voces y, en fin, cada página, mete al lector en la cabina del estudio, desmenuzando los cortes con minuciosidad, analizando arreglos, estructuras, ritmos e instrumentación, así como sus fuentes. El objetivo era lograr un disco que hiciera historia y Wilson lo consiguió, revolucionando de paso el concepto de producción pop, aunque también le acabó costando el equilibrio emocional, afectado por su carácter obsesivo y el consumo de drogas, que dañarían su cerebro hasta el punto de inhabilitarlo durante años.
Pero que “Pet Sounds” figure siempre entre los discos más importantes de la historia del rock, no significa que, como se recuerda en el libro, se entendiera en su momento (fue el primer álbum de estudio de The Beach Boys que no alcanzó el disco de oro), igual que le ha ocurrido a tantas otras obras maestras adelantadas a su tiempo, pues sólo a partir de su reivindicación británica (no es ningún secreto que fue decisivo en la confección de “Sgt. Pepper’s…”) comenzó a recibir la atención que merecía.
Toda una lección.