El calor había producido en su rostro ya muchas gotas de sudor. La gente a su alrededor lo miraba. Se miraban entre ellos mismos. Porque él tenía un lugar privilegiado. Los aplausos sonaron cuando terminó Shadows Fall -de quienes conocía un par de canciones- y él permaneció allí.
“¡Anthrax, Anthrax, Anthrax!”, todos se movieron en busca de un mejor lugar, menos él. Consultó su celular ahí sentado donde estaba, mientras la gente caminaba de un lado a otro. Como pudo tomó sus muletas y se levantó para mirarlos. Buscaba un rostro al que saludar, pero no lo encontró. Ya estaban todos amontonados hasta adelante y mejor decidió volverse a sentar ahí en medio, junto al ingeniero de sonido, a escuchar la primera del nuevo.
Fue cuando se percató de que Gene Hoglan ocupaba el lugar de Charlie Benante; de la voz de Belladona aún en gran forma; de los saludos de Scott Ian a la gente; de los rasgueos de Caggiano, el bajeo de Bello y el slam que se armó con ‘Fight ‘Em ‘Till You Can’t’.
Pero él no tenía idea de que Anthrax era una enfermedad contagiosa. ‘Caught In a Mosh’ armó el slam en todo el lugar y para ‘Antisocial’ ya estaban todos contagiados. Él también lo estaba. Quería abandonar ese lugar de privilegio para ir a golpearse contra los demás, para mirar, aunque fuera un poco menos claramente, el guitarreo de Scott Ian. Eso sí, vitoreó con todos el “oe oe oe oeeee, Anthrax, Anthrax”.
La banda respondió con ‘Indians’ y ‘The Devil That You Know’. Él pudo ver con claridad cómo el slam se expandía por todas partes hasta explotar con ‘In The End’, y así relajar todo. Pero el final no fue ése. Aún faltaban ‘Deathrider’, ‘Among The Living’ y ‘Metal Thrashing Mad’ para esparcir aún más la plaga y acabar con todos. Incluido él.