Fotografías de Shelly Suárez Torres
La sobrecarga de conciertos el fin de semana pasada, finalizando marzo y comenzando abril, dejó abrumada a toda la Ciudad de México; tan solo el día 30 teníamos diez conciertos en simultáneo a lo largo y ancho de la capital. Y esto podrá parecer exagerado, pero el lado bueno es que hay de todo para todos. Lo malo de todo esto es que quizá esta experiencia que es el concierto se esté volviendo monótona y sinsentido conforme más y más eventos se anuncian.
No es caer en el discurso purista de qué es un buen show y qué no, porque para gustos colores, pero la carga exagerada de shows (y ahora el mismo día) puede significar una caída en la calidad de los productos de entretenimiento con el propósito de hacer más y más para saciar las ansias del nuevo público que comienza a adentrarse en el concierto. Y es triste ver cómo algunos shows no tienen un propósito claro o conciso más que el de rellenar una agenda o servir como preámbulo preparativo de otro evento más grande.
Hacía falta uno de esos shows que te replantean las cosas, y te dejan pensando. Afortunadamente llegó.
Aclarando las emociones
Entre todos los conciertos del fin de semana pasado, había una cita especial en el Pepsi Center para los fanáticos de la electrónica; el productor y DJ estadounidense, Porter Robinson, montaría un show en solitario por primera vez en su carrera. Ya se había presentado anteriormente en Corona Capital 2015 y recientemente Vaivén 2022. Pero esta sería su debut en un headline show.
La fila para entrar era larga afuera del Pepsi y la espera era cada vez más eufórica. Una vez dentro, un joven talento nos recibió con un opening set ya comenzado. Hace poco te hablamos de Nsqk, un joven talento emergente de Monterrey que lanzó su disco ROY (2022) en noviembre pasado y que encantó con su propuesta de pop, R&B y electrónica con tonadas encantadoras y letras depresivas e hipnóticas acerca de la relación mental de los jóvenes actuales y el mundo real.
La emoción de Rodrigo, nombre real de Nsqk, se notaba, y hasta un poquito nervioso. En repetidas ocasiones se ha identificado como un gran fan de Porter Robinson, por lo que el show fue a la altura. Lleno de emociones (como lo que estaba por venir), y marcando una especie de antesala para lo que sería su próximo show en la Ciudad de México como parte de Ceremonia.
Explosión sonora
A escena salía un hombre orquesta, que se paraba reluciente ante un Pepsi Center eufórico por ver el debut en solitario de su show en vivo. Porter Robinson comenzó su set con ‘Lifelike‘, canción que abre su disco Nurture (2021) que venía presentando. Ya de aquí las emociones iban en vuelo alto, y no bajaron en ningún momento.
Desde la primera tecleada de los pianos de plástico de Porter, no hubo ni un solo descanso. De canción en canción hasta el final, y con visuales impactantes que hacían de esto una experiencia sensorial. La pantalla detrás de él reflejaba explosiones coloridas que acompañaban de maravilla canciones como ‘Mirror‘, ‘Sad Machine‘, ‘Musician‘ y muchas más.
No solo existiendo
Algo que aprecio muchísimo de los shows hosteados por artistas jóvenes que buscan ser trascendentes de alguna u otra manera. Y creo que es una parte esencial de la generación el querer ser recordados posterior a que el telón baje. Esto lo notamos con un par de videos que mostró Porter, donde se le ve niño junto a los que parecen ser sus hermanos y sus padres abriendo regalos y conviviendo en familia.
Posterior, empezó a sonar ‘Trying to Feel Alive’, canción que fue acompañada con visuales muy ‘DIY’, mostrando blocs de notas de Windows escribiendo pensamientos aleatorios de Porter; desde cómo ser un buen DJ hasta cómo aprender a cocinar cierta receta.
Me detengo en esta parte porque es importante para conocer el contexto en el que viven los jóvenes actualmente, donde toda la “líquida” sociedad nos orilla a buscar a marchas forzadas una profesión para desempeñarnos o algún oficio en el que duraremos toda la vida buscando ser los mejores en ellos. Y es curioso porque en buscar y entender la vida se nos va la misma.
Mientras sonaba dicha canción, ya casi hasta finalizada ésta, los blocs de notas no paraban de repetir “Trying to feel alive”, y es que es complicado sentir emociones reales en un mundo donde todo se rige a base de tendencias sistemáticas en las redes digitales y hasta las mismas comunicaciones en el mundo real. Lo único que necesitamos son estímulos reales que nos aseguren que todo esto que sentimos es real.
Al final, el show de Porter Robinson nos hizo sentir algo real, un sentimiento de saciedad que comenzó con ansiedad, siguió con incertidumbre pero terminó con anhelo y esperanza. Una esperanza de ser mejor. Los visuales en la parte final de concierto mostraban leyendas como “Feeling alive”, cerrando el ciclo y volviendo a comenzar, volviendo a sentir y volviendo a soñar.