Desde siempre, existe la creencia de que la formación académica en el quehacer musical está peleada con el pop; y tras la democratización de la música con la llegada del internet, este prejuicio se maximizó ante la irrupción de super estrellas que aprendieron a tocar desde su cama a gracias tutoriales de YouTube.
Con esto no queremos demeritar la figura del artista autodidacta; sin embargo, también es importante reivindicar las virtudes de quienes se formaron en las aulas y que gracias a dicho entendimiento de la estética y de la técnica, son capaces de adaptarse al mainstream para -desde ahí- expandir sus límites.
Es en ese punto donde nuestros caminos se cruzan con el de Pablo Osorio, un artista originario de Oaxaca que se formó en piano y voz dentro de la Escuela Superior de Música del INBA; que además continúo su preparación como cantante de ópera en Estados Unido y Viena.
A su regreso emprendió un camino por la música tradicional mexicana, donde entendió otra faceta de la música que lo situó en perspectiva para empezar a componer su propio material: primero por diversión y luego por la convicción de creerse capaz de hacer algo bajo su visión como artista.
Y tras dos materiales publicados, Pablo define su música de la siguiente manera:
”Un umbral en el que la realidad está en tela de juicio. Intenta describir esta sensación en la que, a pesar del caos y el cambio como características naturales del mundo, todavía eres capaz de amar y de sufrir. Como si un reproductor musical cayera del cielo para hundirse en el mar hasta el punto en el que el sonido se disuelve en la profundidad del agua”.
Pablo Osorio, además, escribe desde el dolor; y ni tiene empacho en decirlo.
”Mi música casi nunca se sitúa en lugares felices porque parte de amores inconclusos y nostalgias que me llevaron a aferrarme a recuerdos en los que extravié la noción de lo que es bueno o malo para mi alma”.
Y ante la crisis, la reacción. Pablo dejó atrás sus prejuicios y su zona de confort para llevar la propuesta estética de su proyecto hacia una dirección en la que lo clásico y lo contemporáneo se conjugan. Como parte de su postura por ser transparente, acepta que en un principio le costaba el trabajo al ritmo de la industria del entretenimiento porque lo orillaron a romper los esquemas en los que se sentía cómodo; sin embargo, la necesidad de reencontrarse consigo mismo en medio de la confusión que supuso un evento como la pandemia lo llevaron a responder desde la multidisciplinariedad.
Más sabio y con todo un arsenal de recursos artísticos a su favor, Pablo Osorio está listo para dar los pasos tres, cuatro y cinco hasta consolidarse como uno de los proyectos más honestos y vanguardistas de su generación; un acto en el que Rodolfo Villegas Bolaños y FKA Twigs convivan bajo la promesa de que, pase lo que pase, la música siempre será lo más importante.