La mañana de este domingo, el gobierno australiano finalmente autorizó la cancelación de la visa y la deportación del tenista serbio Novak Djokovic por no cumplir con el calendario de vacunación completo, expulsándolo del Abierto de Australia y terminando con una semana de foco mediático en la cual se intensificó la polémica de los grupos antivacunas y la conversación que ellos mantienen en torno a si las restricciones están o no violando sus libertades individuales.
La realidad es que este es el primer caso de una persona antivacunas de -alto perfil- que sufre de las reglas que están integrando poco a poco los gobiernos de todo el mundo para persuadir al total de su ciudadanía a vacunarse. Una situación que ha llevado al campeón del tenis, nombrado como el mejor de su profesión, a no poder defender su título en una de las competencias más importantes del tenis a nivel mundial.
Todo empezó a vislumbrarse cuando aterrizó en Australia, el cinco de enero, presumiendo de una excepción médica que teóricamente debía permitirle el aterrizaje al país y no tener problema en participar en la competencia tras 14 días de cuarentena.
Sin embargo, los agentes de migración del país dieron con una irregularidad, tras lo cual lo interrogaron y el día seis lo colocan en un motel de un barrio de Melbourne hasta el día diez, cuando sale de observación después de que el Juez Hawk decide liberarle bajo el argumento de que los agentes de migración no le dieron tiempo suficiente para mostrar la validez de su excepción.
Ese mismo día el Ministro de Migración, Alex Hobbs, planteó la posibilidad de volverle a cancelar la visa y el día 12 los abogados del tenista mostraron más documentación, lo cual hizo que la decisión del ministro se retrasara hasta el 14, cuando el Juez decidió cancelarle la visa.
Los problemas se intensifican puesto que se reveló que Djokovic ha mentido en diversas ocasiones sobre sus pruebas de COVID, puesto que tenemos información de que el 16 dio positivo al coronavirus y el 17, pese a ello, se presentó a un evento publicitario en compañía de dos docenas de menores de edad, poniéndolos en peligro.
El 31 de diciembre, además, se vio entrenando en en deportivo de Marbella, Italia, lo cual contradice la regla australiana de mantenerse en cuarentena por 14 días previo a entrar al país. Posterior a esto, Djokovic no solo admitió que había incumplido con las reglas de confinamiento establecidas por el gobierno de Australia, si no también las de Serbia, incluyendo información falsa en un trámite migratorio al entrar al país.
Pese a la gran cantidad de reglas rotas y ante la irresponsabilidad mostrada en los días en los cuales contraje la enfermedad, un gran segmento de la opinión pública se ha volcado a defender al tenista. De hecho, resultó en lo que temió Alex Hawke, representante del Ministerio de Inmigración en el proceso contra el tenista, quien dijo que su permanencia en Australia era “una amenaza a la salud y al orden públicos porque, además de avivar el sentimiento antivacunas, podía alentar a la gente a imitarlo en la violación de las medidas contra el COVID”.
Pero es que lo que ven los anti-vacnas es que a lo largo de los últimos meses, las restricciones en todo el mundo se han intensificado, haciendo que se dificulte la vida de todo aquel que ha decidido no vacunarse. La defensa de la postura a favor de las reglas es clara: Con el impacto que ha tenido la variante Ómicron en el número de contagios, es imposible que los gobiernos no marquen pautas que tienen que seguir sus ciudadanos y visitantes para mantener el control de la enfermedad.
En algunos, como Estados Unidos y el mismo Australia, no te dejan entrar si no cuentas con la plantilla de vacunación completa; mientras que, en otros, como Italia y Francia, ni siquiera pueden salir de su hogar sin romper la ley. Además, en la mayoría de los establecimientos europeos no tienen permitido atenderte si no cuentas con tu vacunación y en las grandes ciudades del primer mundo no puedes entrar siquiera al transporte público.
Pese a esto, las protestas antivacunas alrededor del mundo, se han dejado ver y son preocupantes. Docenas de miles se reunieron en Paris, Francia, este fin de semana en un llamado -a la libertad-, le dicen, mientras que otros cientos se reúnen semanalmente en distintas casas de Roma, Italia, para celebrar sus fiestas de COVID en donde pretenden contagiarse a propósito.
La desobediencia civil es el pan de todos los días y Djokovic se ha convertido en una especie de mártir. Para los gobiernos ha servido para demostrar que nadie está sobre las nuevas reglas y que las restricciones son reales; sin embargo, para los grupos antivacunas es un ejemplo a seguir, un hombre que no se doblegó ante la presión de los medios de comunicación y que seguirá sin intenciones de vacunarse. Para este último grupo, Djokovic es tal como dijo su padre: “Un símbolo del mundo libre, lucharemos en las calles”.