Felicilandia de Álvaro Díaz, donde los niños tristes buscan ser felices

// Por: Andrés Cassini

mié 24 noviembre, 2021

¿A quién no le gustan los universos inmersivos? En lo personal, cuando se trata de música, este tipo de materiales son de los más disfrutables y estimulantes, porque que todo tenga que ver dentro un mismo desarrollo conceptual es un trabajo arduo no solo para el artista, sino también para todo su equipo creativo. Se toma el recurso sonoro, claro, pero no se queda solo allí, abordando un tema, estilo y demás.

Es así que surge Felicilandia (2021), el más ambicioso e importante álbum de Álvaro Díaz, el promotor de una nueva imagen dentro del “urbano” dentro de su natal Puerto Rico. Donde el reggaetonero es extravagante, soberbio y hasta rayando la arrogancia, Álvaro emplea una manera más adepta de presentarse ante el mundo, un mundo casi completamente consumido por lo digital y las nuevas formas de ver la ciber-realidad -si es que el término existe-.

Quizá por eso la fácil adaptación del escucha promedio en la música de Díaz a través de las pantallas negras; temáticas simples que se transportan en el consciente colectivo cuando hablamos de amor, desamor, tristeza y felicidad. No digo que sea simplón o sin chiste, más bien que este recurso se debate entre lo cotidiano y la nula pretensión.

Bienvenidos a Felicilandia

La idea de Felicilandia (2021) llevaba bastante tiempo en el tintero pero se vio potenciada debido a la pandemia. El disco es difícilmente encasillable a algún género en particular: Con 16 tracks compuestos, donde además del reggaetón y R&B característicos del boricua, Álvaro se mezcla homogéneamente con nuevas propuestas sonoras para el boricua gracias a las colaboraciones con artistas del reggaetón más clásico o hasta el bedroom pop.

Vayamos primero al concepto que engloba todo el disco: Felicilandia, bajo la narrativa propuesta por el autor, es un parque de diversiones donde “los niños tristes buscan ser felices”, pero bajo todo este mundo bonito que asemeja mucho a Disneyland, el parque tiene como autor intelectual a un mafioso que busca lavar dinero. Por esto una de las mascotas del parque -previamente presentados junto a los singles lanzados- lleva por nombre Coco, en alusión al traficante e impulsor del reggaetón en Puerto Rico, Coco Blin Blin. Su contraparte femenina lleva por nombre Coca, y es curiosamente blanca.

Y en lo textual vemos pinceladas claras de una nacionalidad inhata, un coctel de referencias que, fuera del mismo Puerto Rico, serían difíciles de detectar, como el nombre Felicilandia, que fue un verdadero parque de diversiones en la ciudad de Guaynabo. Gracias a este vagaje cultural, el corazón de este trabajo decae en la nostalgia y melancolía, al igual que la gran mayoría de sus canciones, por no decir que todas. Además, estas canciones llevan por nombre expresiones demográficas de la isla, así como referencias a palabras o frases utilizadas de manera contemporánea en la web.

Un coctel referencial

Aunando al párrafo anterior, Álvaro se baña de su propia cultura nacional para llenar Felicilandia (2021) de contenido referencial; desde homenajes a referentes del viejo reggeatón como OG Black o menciones a boxeadores boricuas, el disco rebosa de tanto uso de este recurso que resultaría complicado en su comprensión para gente que no esté tan familiarizado con esta cultura.

Sin embargo, funge también como invitación a empaparte de una cultura que tiene bastante por ofrecer además del reggaetón. ¿La justificación para el verso anterior? El mismo Álvaro Díaz, argumentando una nueva manera de ver y hacer el llamado género urbano introduciendo distintos sonidos a los ya preconcebidos desde hace décadas. La particularidad de Felicilandia (2021) recae también en su fácil adaptación para distintos géneros estilísticos gracias a las colaboraciones que conlleva: Bratty, Rawayana, el mencionado Randy, así como Rauw Alejandro, Tainy, Feid, Yensanjuan, Sebastián Yatra y Zizzy de AQUIHAYAQUIHAY son los compañeros de Díaz en todo este trayecto dentro del parque de diversiones, guiándolo en estas nuevas realidades sonoras para el cantautor.

 

Donde los niños tristes son felices

Felicilandia (2021) tiene un acomodo de tracks específicos que transmitan cómo es el trayecto de un parque temático como lo busca ser el homónimo al disco. El disco abre con ‘Bienvenidos a Felicilandia’, recordando el intro de alguna película de Disney, dándonos la bienvenida formal a este nuevo mundo que Álvaro presenta, al parque de diversiones. Posterior a esto, de la segunda a la sexta canción se mantiene un ritmo relajado, un equivalente al subir a las atracciones tranquilas para comenzar el día en el parque o dar recorridos para relajarse. Del 7 al 10 tenemos canciones con ritmos un poco más acelerados asimilándose a las canciones más fuertes del parque.

A partir del track 11 hasta el 15 la vibra cambia a una más nostálgica, llamando al atardecer y el inicio de la noche, donde te das cuenta que el día dentro del parque está por terminar y te empiezas a quedar sin energía. Todo esto para que, en el último track, el parque te despida con ‘Para Ya’ dándote un desfile animado y energético, lleno de colores y luces, además de que cada canción en particular se siente como una atracción en sí, con altos y bajos y un repentino cambio de estilo en cierto momento.

Felicilandia (2021) es un disco con corazón, uno nostálgico, un recorrido por un universo donde Álvaro busca acompañarnos en nuestros ratos más amargos, así como en los más dulces. Un disco adaptable a estados de ánimo y géneros musicales. Una nueva manera de ver el género urbano puertorriqueño. Un mundo donde los niños tristes pueden ser felices.