En solo un par de semanas, J. Balvin logró destrozar su imagen pública. De ser un artista con un impacto social enorme que consiguió lo imposible al ser un pilar invaluable para la popularización de una cultura que fue detestada por décadas debido a su lugar de origen, hoy parece no entender su propia importancia, las raíces del género al cual dice amar y la historia de su propio país.
Lo que hizo como el cantante que llevó al español a ser el lenguaje número uno en consumo musical en el mundo, rompiendo fronteras socioculturales, dando representación a los latinos en un momento en el cual la comunidad fue atacada públicamente por el Presidente de los Estados Unidos, y rompiendo los prejuicios en contra de un género musical que fue detestado justo por cuestiones raciales, ha quedado olvidado.
Y es que resulta muy extraño que en este punto de su carrera, tras década y media de crear música, el reggaetonero haya caído en una de las mayores trampas de la música a la cual representa. Aquella misoginia y el romanticismo a la violencia que parecía haber quedado atrás gracias a su éxito.
Durante años, José logró distinguirse de los demás siendo el reggaetonero que llegó al éxito sin polémicas por su lírica. Balvin se presentó por lo que era, como una opción limpia, lejos de la cultura barrial en la cual nació el género y eso lo ayudó a hacerse de un público amplio dentro de nuestro continente para después adaptar las raíces sonoras y estéticas del reggaetón a una mezcla que el público anglosajón pudo digerir con facilidad.
Aplausos. La evolución fue todo un éxito. Su música, brillantemente compuesta y producida, logró entrar a todos los hogares del mundo y él aprovechó para impulsar una campaña a favor de la latinidad y su gente. Su lema se convirtió en #LatinoGang, una frase que afirma que los latinos pueden soñar con tener un impacto en la cultura popular dominante y que todo su trabajo tiene el objetivo de “hacer historia y mostrar que los latinos podemos hacer cosas importantes, de impacto internacional”.
Además, su enfoque en romper con la narrativa de su originaria Medellín para transformarla en el consciente colectivo de ser una ciudad conocida especialmente por sus problemas de narcotráfico a ser una metrópolis llena de arte y de pobladores bondadosos, le trajo cierto estigma de héroe dentro de su ciudad. El Niño de Medellín, que posteriormente se convirtió en El Tibio de Medellín al no poderse pronunciar con respecto a las protestas que Colombia sufrió a principios de este año.
Y eso está bien, no todos los artistas tienen que ser explícitamente políticos. Lejos del apoyo que mostraron Bad Bunny, Residente, Ricky Martin, Daddy Yankee u Ozuna un par de años antes en las protestas de Puerto Rico que terminaron por provocar la renuncia del Gobernador Ricardo Roselló, Balvin se sentó en la parte de atrás, observando el fuego por el cual atravesó su ciudad, siguiendo con la promoción de sus propios proyectos musicales y audiovisuales.
Su papel nunca ha sido contestatario, su importancia social siempre ha devenido en la apertura de puertas, la representación, pero su gente empezó a decepcionarse de él, preguntándose en el por qué su -estrella del pueblo- no pudo apoyarlos tal cómo sí hicieron las estrellas de la comunidad boricua para con los boricuas.
Las críticas se las ganó, hayan sido o no justas, pero hoy no hay forma de escudarse. Es muy distinto esconderse con miedo del terror que se vive en tu país a tomar el papel protagonista de opresor. Hoy, J. Balvin es una verdadera pena para la música de nuestra región que parece no comprender las problemáticas socioculturales que se viven en la actualidad, la historia de opresión de su país y las luchas que han distinguido a su propio género.
El video de ‘Perra’ es una verdadera pena. Un audiovisual que no solo cae en la misoginia contra la cual este mismo artista se ha pronunciado durante años, sino que también da muestra del pisoteo racista que se vive en América Latina. ¿Cómo puedes hacer un reggaetón racista? Si lo que distingue a la historia del género es justamente que nació y se desarrolló como una herramienta mediante la cual dar representación y voz a las comunidades afro-latinas.
J. Balvin, tengo que decirte que disfrazar a todo tu crew afrocolombiano de perros, amarrarlos y pasearte con ellos, sujetando sus cadenas mientras caminan en cuatro y coloreas al barrio en el cual habitan, no es una buena forma de seguir desarrollando tu discurso de igualdad. La imagen más que ser un tropiezo tonto, da muestra de que el llamado -blanqueamiento- del género es una realidad, misma que gracias a videos como el tuyo empieza a ser muy perjudicial para el reggaetón.
¿Qué diría Tego Calderón que basó todo su discurso en el orgullo de -esta hermosa piel negra-, qué diría Eddie Dee que le tiraba a los oficiales de policía que arrestaban a la gente solo por su color de piel, qué diría el mismo Daddy Yankee del cual dices ser su mayor admirador sobre lo que estás haciendo con su género? El sonido que nació como una lucha para dar a conocer los horrores que se vivían en los caseríos de su isla, narrando historias de la vida real como una forma de protesta, llena de señalizaciones en contra del racismo que mantuvo por décadas a esta gente en la pobreza… hoy lo estás usando para reforzar ese mismo racismo. Un hombre blanco, rico, visitando comunidades pobres para disfrazar a sus habitantes de perros.
El reggaetón ha sufrido de muchas críticas y censurar gubernamentales, pero hoy las autoridades de tu país tienen toda la razón en criticarte, diciendo que “la letra de la canción tiene directas y abiertas expresiones sexistas, racistas, machistas y misóginas”. La vicepresidencia tiene toda la razón en mandar un comunicado diciendo que “no vale la pena replicar estas expresiones”.
Ver la recepción en redes, de tu propio público, me anima un poco. Parece que los únicos en pasar por alto las problemáticas de tu canción y video musical fueron tú y tu equipo. Un contenido de “hot-dog” como dice Residente, hecho a las prisas y sin pensar en lo que significa. Él tenía razón en su crítica a tu trabajo, esta es una muestra de que ignoras por completo el contexto de tu país y su historia de esclavitud.
La nota positiva es que ya no te necesitamos para dar representación a los latinos, dejarnos soñar con hacer cosas grandes de impacto internacional y romper con las barreras que justamente tienen su origen en el racismo. Hoy tenemos a artistas del género que logran incluso una mayor calidad en su contenido y que entienden a la perfección el trasfondo sociocultural de su música y del mundo actual… nombres como Bad Bunny o C. Tangana, los mismos que lograron las nominaciones a los Grammy que tú deseaste recibir.