El México prehispánico reunió numerables deidades femeninas que representan el poder de la mujer no sólo como creadora de vida, sino como una de las piezas más importantes en cualquier gobierno y ámbito. Desde la gastronomía anahuaca, así como los símbolos de protección o actividades realizadas por las mujeres que, de acuerdo con el INAH, se encuentra Chalchiuhtlicue, deidad del agua, la cual data del año 500 d.C.
Entre otras de las esculturas de deidades femeninas se encuentra Tonantzin, también llamada Xilonen, del maíz; Mictecacíhuatl, de la muerte; Toci, la diosa abuela; y Tlaltecuhtli, de la tierra. Estas piezas datan del año 1500 aproximadamente y fueron halladas en los estados de Puebla y Tlaxcala.
Por último, también se encuentra Tlazoltéotl, deidad asociada a la inmundicia, los pecados sexuales y las prostitutas. O eso fue lo que nos hicieron creer, porque sus simbolismos han arrojado que se trata de un ser omnipotente para limpiar las faltas de los hombres y mujeres comiéndose los pecados sexuales.
Hay evidencias de que estas deidades de carácter femenino fueron consideradas constructoras, protectoras, educadoras y bastión de la sociedad de México-Tenochtitlan. Por lo tanto, la figura de la mujer en el mundo prehispánico fue determinante para el desarrollo de una civilización muy avanzada.
De acuerdo con Miguel León-Portilla en su obra Toltecáyotl, sugiere que la visión mexica de la mujer era de aprecio y estima, que las mujeres eran consideradas como la encarnación terrestre de las deidades femeninas.
León-Portilla propone también que la mujer era un individuo totalmente desprovisto de motivaciones propias, por lo cual los hombres se sentían responsables de los actos femeninos, y trataban de protegerla de los apetitos sexuales y de la ambición descontrolada a que las sometían las deidades.
Si bien, esta percepción no se abandonó del todo, el lugar emblemático que caracterizaron a las mujeres en el Gran Anáhuac se deterioró a partir de la conquista, donde los símbolos poderosos evocaron siempre a seres masculinos que denotaron fuerza, virilidad y decisión. Conceptos que le fueron arrebatados a la parte femenina de este país.
Con el tiempo, y tras exhaustivas revisiones a los códices que aún hoy prevalecen, diversas autoras han luchado porque esta parte de la historia sea rescatada y reaprendida, con el ánimo de empoderar a la mujer sumisa, que creyó estar en un país de dioses o deidades masculinas sumamente emblemáticas. Hoy, a 500 años de esa conquista recordamos el fuerte impulso que tuvieron los seres femeninos para que México-Tenochtitlan fuera una de las potencias más grandes en el período prehispánico.
La resistencia y lucha feminista persiste de lado de grandes figuras como Coatlicue, la de la falda de las serpientes, que tras ser considerada una demonia, hoy es venerada en uno de los museos más importantes de nuestro país. Así las mujeres pueden comprender el poder que tienen y la influencia que el largo periodo colonial no logró borrar.