Ela Minus: Alma punk, corazón electrónico #RetratosÍntimos

// Por: Ernesto Cruz

jue 12 agosto, 2021

#RetratosÍntimos es una nueva serie de WARP en la cual profundizamos en la psicología de la obra de los artistas más relevantes de la industria musical. En este caso, hablamos de la productora Ela Minus.

En 2011, cuando Gabriela Jimeno apenas tenía un par de años de estudiar en la prestigiosa universidad de Berklee en Boston, fue a ver un concierto de Radiohead –su banda favorita- como parte de la gira promocional del álbum The King Of The Limbs. Llegó temprano, sin la más mínima idea de cuál sería el acto abridor; entonces el staff técnico empezó a montar un ciclorama gris y una luz blanca muy intensa, casi como un reflector policíaco, emanó de la tela lisa y ofuscó a las primeras filas del foro.

Se hizo el silencio y la silueta de tres hombres se interpuso entre el escenario y la ceguera del público: uno a la batería y los otros dos a un par de islas que tenían varios sintetizadores, guitarras y bajos. ‘’ODESSA’’.  Una línea de bajo distorsionada al eco, el sampleo de gritos de animales de la selva: Takin’ it slow, savin’ up, she, before she knows it, all I ask before she goes home. Era Caribou,  y sí, el show de Tom Yorke, Johnny Greenwood y compañía fue impecable –como siempre- pero lo que realmente dejó una huella en la memoria de Gabriela fue el warm up del proyecto de Dan Snaith:

‘’En ese momento no entendí lo que acababa de vivir. Simplemente me fui a casa y durante toda la noche reflexioné sobre el alcance que puede tener la música electrónica’’.

told us it was hard, but they were wrong

Gabriela Jimeno nació el once de febrero de 1990 en Bogotá, Colombia. Como muchas otras personas de su edad, su primer romance con la música vino a través del Rock: todas las tardes sentía cómo las paredes de su cuarto retumbaban por las percusiones que salían de los discos de Queen, Korn y Metallica que escuchaba su hermano. Eso la inquietó lo suficiente para proponerle a su madre que la metiera a clases de batería; a lo que recibió un rotundo no. -Ese no es instrumento para una niña- escuchó.

A cambio, le permitieron ingresar a una academia de artes para aprender a tocar el piano. Con tan sólo ocho años ya tenía su primera gran frustración: ¿Cómo lograr que esas teclas suenen tan poderosas y desenfrenadas como ‘’Master Of Puppets’’?

Cuatro años después cumplió sus sueños y se convirtió en la baterista titular de Ratón Pérez, una banda de Punk y Garage que inició con tres de sus mejores amigos. Era 2002 y la corriente emo empezaba a hacer un espacio entre la batalla de identidad que todos los adolescentes tenemos que librar: Gabriela se dejó crecer el fleco para que le tapara la mitad del rostro mientras la otra mitad se llenaba de piercings y un gesto de rebelión adolescente. Desde entonces ya entendía que nadie podía decirle qué hacer con su cuerpo.

‘’Es nuestro primer vehículo de expresión’’.

Desmotivada por la manera tan tradicional bajo la cual se instruía música en su país, Gabriela apuntó alto y decidió aplicar para el famoso colegio de música de Berklee en Boston. Su intención era estudiar batería de Jazz y sintaxis de sintetizadores. Así fue, y a pesar de que ya había logrado lo más complicado –o sea, entrar- durante su primer año se vio obligada a lidiar con la cultura de la competencia y el ego que reinaba en esa universidad, típica de todos los espacios acaparados por hombres.

De no ser por las clases particulares que recibió de Terry Lane Carrington –reconocida percusionista de la banda de Herbie Hancock- Gabriela habría desertado de la vida académica.

‘’Para mi nunca ha importado qué instrumento toques, tampoco importa ser el mejor técnicamente. Esto es Jazz, y la mejor manera de tocarlo es conociéndote y siendo honesto con lo que pretendes expresar. Eso era lo que quería para Gabriela. Era un alma que necesitaba ser rescatada’’. Terry Lane Carrington

el cielo no es de nadie

Gabriela se enfrentó al prejuicio al que todos los músicos latinos deben enfrentarse cuando ingresan a la industria anglosajona, ese que da por hecho que por su origen están obligados a tocar salsa, cumbia o música tropical en general.

Por eso, cuando empezó a intimar con el mundo de la música electrónica, nadie la tomaba en serio. 

‘’Mi manera de involucrarme en esa escena fue yendo a los clubes a bailar y platicar con la gente que me encontraba por ahí. Ni siquiera bebía, sólo estaba ahí, disfrutaba de la música y me familiarizaba con las maneras tan distintas de interactuar con los sintetizadores, tornamesas y cajas de ritmo’’ -Ela Minus

Al graduarse, Gabriela estaba harta de la escuela y las limitantes que le imponía para poder hacer su música con la calma que ella necesitaba. Su primer movimiento para romper el yugo fue volver a tirar alto: escribió a Critteri & Guitari, la conocida marca de instrumentos con residencia en Brooklyn. Con la intención de solicitar una pasantía para aprender, desde la ingeniería, la construcción de sus sintetizadores favoritos. En otro momento de fortuna, Gabriela no sólo consiguió la pasantía, también se hizo de un trabajo formal al interior de la empresa. Paralela a esta actividad, Gabriela Jimeno empezó a tocar como instrumentista de sesión en ensayos y grabaciones de otros artistas, donde se hizo de una reputación que a la postre le serviría para mover lo que eventualmente  habría de convertirse en su proyecto solista formal.

Tras mucho pensar y descartar la idea varias veces, Gabriela emprendió labor para crear a Ela Minus, una suerte de alter ego que daba rostro a sus inquietudes musicales. First Words es su EP debut, un material cuyo proceso aspiraba a desprenderse de toda pretensión por lograr piezas memorables y obras maestras:

‘’Ese primer material lo produje prácticamente acostada. Priorizaba la inmediatez y el poder de lo visceral. Fue instintivo, no quería pensar ni sobre analizar cada detalle. En realidad no buscaba nada más que el goce de expresar exactamente lo que sentía, en el momento exacto en el que lo sentía’’.  Ela Minus

Respecto a esas primeras canciones, Ela Minus ha dicho varias veces que ya no le gustan y por lo tanto, dejó de escucharlos. Para ella es como si fuera la música de alguien más, alguien que no estaba realmente comprometida con su mensaje ni con su visión.

let them have the internet

Según una investigación conjunta entre la asociación shesaid.so y el colectivo Her Beats, dentro de la industria de Nueva York, sólo dos de cada diez ingenieras de audio son mujeres; y de manera proporcional, del 100% del gremio de trabajadores de tramoya en la industria musical, apenas el 22% son mujeres; y aunque la selección de talento dentro de festivales y procesos de booking (de la vida pre pandemia, evidentemente) ha hecho por darle mayores y mejores espacios a mujeres, todavía vemos curadurías como las del concierto BRAVO 2017, donde Ela Minus fue la única dentro de un line up plagado de hombres.

‘’ELA POR TODAS

ELA POR TODAS

 ELA POR TODAS

ELA POR TODAS’’

…gritaban las asistentes al evento. Ela Minus por las cientos de miles de artistas omitidas, por las cientos de miles de productoras, iluminadoras, ingenieras de audio y tramoyistas a las que se les negó la oportunidad ahí y por décadas antes que ella.

Desde entonces, Ela Minus hace lo posible para trabajar exclusivamente con mujeres, al menos dentro de su círculo cercano de colaboradoras.

Y es consecuente con esa idea desde su proceso creativo personal: frena en seco cualquier señal de mainsplaining y no deja que nadie se entrometa en su manera de hacer las cosas, de fluir.

Su método es integral: apaga su teléfono antes de dormir y lo vuelve a prender hasta medio día. Sin distracciones. Todo está conectado. Fluye desde su infaltable café mañanero, se extiende hasta su sesión diaria de yoga y lo conecta con las salidas a lado de sus amistades.

Nunca ha tenido un estudio de grabación y no aspira a tenerlo. Prefiere extenderse a lo largo y ancho de todo su departamento en Brooklyn para que cada sintetizador y caja de ritmos encuentre su propio espacio.

Domino Records

Es una de las más recientes adiciones del sello Domino Records. Sí, el mismo label de Arctic Monkeys, The Kills y un elenco de nombres que encabezan shows masivos. Se encontraron gracias a una amiga que ha confiado en ella desde el primer día, y el trato llegó justo cuando atravesaba la disyuntiva de firmar con alguien o hacerlo todo DYI.

‘’Ela firmó con Domino porque son de los pocos que todavía ponen al artista y a su música en primer lugar, por encima de la imagen y el marketing. Ellos respetaron la esencia punk de Ela y de hecho, la promovieron para darle fuerza a la hora de ultimar detalles de <<acts of rebellion>>. Ela lo merece y ha trabajado muy duro para ello. Sabe que su obra no va a cambiar al mundo y no pretende que lo haga; sin embargo, todos los días se levanta con la idea de entregarse en cuerpo y alma para crear en función de lo que  piensa y siente’’. -Philippe Siegenthaler

Ela todos los días busca aprender y eso la ha llevado a sentarse con personajes como Marta Salogni –productora de Bjork-,  DJ Python, Fort Romeau y Buttechno.

Su manera de inventarse sonidos y secuencias es contracultural. Dice que apenas y toca su computadora porque todo lo que escuchamos en sus canciones salió de hardwares.

‘’Si a todos les das la misma guitarra, con el mismo tipo de cuerdas y la misma afinación, es muy probable que tarde o temprano todos suenen igual. Pasa lo mismo con softwares como Abbleton o Pro Tools. Por eso yo no los utilizo. Quiero equivocarme a mi manera y saber que fui 100% yo’’.

Que su álbum debut se llame acts of rebellion no es casualidad: su alma sigue siendo punk y entiende que cualquier persona con una plataforma –pequeña o masiva- debe hacerse cargo de quien es y de sus actos.

‘’No me siento con la suficiente madurez para expresar con palabras mi posición ideológica;  pero puedo hacerlo a partir de mi música. Los sonidos también pueden ser políticos y quero regresarle ese carácter al  EDM’’.