“Déjemos que los rumores sean ciertos” piensa Janelle Monáe antes de lanzar el comunicado que representa la última etapa en la construcción de su identidad artística. Trae puesto un traje de astronauta hecho a la medida con materiales reales como los que utilizan en la NASA. En la zona del corazón, una insignia metálica que la identifica como comandante de la misión; mientras que, en el brazo derecho, trae planchado un parche con la bandera de los Estados Unidos.
En realidad es innecesario que se caracterice porque no hay cámaras que documenten lo que está a punto de decir; sin embargo, lo considera un elemento fundamental para darle fuerza a sus palabras: es el vestuario insignia de Cindi Mayweather, el alter ego que la ha acompañado durante los últimos diez años y que describe como “un robot mesiánico que se enamoró de un ser humano. Su misión es liberar a los demás como ella”.
Entonces piensa en Prince, en Tina Turner, en Monica Sjoo, en Beyonce, en Martin Luther King y en David Bowie; y también piensa en lo incomprendida que se sentía al principio de su carrera: “¿Ropa andrógina? ¿Discos conceptuales? ¿Un pseudónimo? No no, eso no es atractivo para el público” le decían los primeros publicistas con los que trabajó cuando se unió a Bad Boy Records, el sello de Big Boy y Puff Daddy.
“En ese momento conocí el miedo a ser juzgada. Querían que negara la mejor versión de mi misma… Esperaban que me convirtiera en una típica estrella Pop”.
Antes de sacrificar su visión creativa por el temor a no ser reconocida como la mejor del juego, optó por tomarse las cosas con calma.
Y es que Cindi Mayweather es, según su consideración, la versión más potente de Janelle Monáe. Es a lo que aspira y representa todo su universo. Existe en una línea ficcional afrofuturista que ha sido negada durante siglos por el canon narrativo.
“Para mi es importante romper los estigmas que ha construido la industria sobre la comunidad de artistas de color. Sí, somos el barrio, somos el Hip Hop; pero también podemos ser mucho más que eso. Podemos hablar de ciencia ficción, podemos hacer piezas maestras, podemos hacer eso que tanto celebramos de obras legendarias como Ziggy Stardust y Dark Side Of The Moon”.
Janelle Monáe abre los ojos: otra vez está en ese cuarto lleno de micrófonos, con su traje de astronauta puesto.
Abre la boca y confirma el secreto a voces: es una mujer joven, afroamericana, queer y pansexual que vive en Estados Unidos.
Es con lo que se identifica en este momento de su vida pero está abierta a aprender todos los días sobre sí misma.
“Para mí lo más importante no es el rostro ni lo que tengan las personas entre las piernas porque yo me enamoro a través del alma”.
Janelle Monáe Robinson llegó al mundo el primer día de diciembre de 1985. Nació en el vi seno de la clase trabajadora en el que su papá se dedicaba a recolectar basura y su madre fungía de custodia en la cárcel del pueblo, lugar donde la abuela también laboraba como cocinera principal. Entre divorcios, padrastros y madrastras que se movían en el servicio público, Janelle concibió que el trabajo es duro por definición y debe contribuir al funcionamiento de la comunidad.
Tiene cincuenta primxs y un número similar de tíxs. Entre todxs conforman una familia masiva y sumamente devota de la guía bautista del cristianismo. La comunidad en la que surgieron se llama Quindaro, en Kansas City; y luego de la confirmación de su pansexualidad, Monáe se sentía preocupada de regresar a un espacio en el que apenas días antes, una revuelta social dejó como resultados los rastros de propaganda Neo-nazi y la desaparición de la estatua de John Brown, activista por los derechos de las personas racializadas.
“Aunque mi familia nunca ha sido tan radical, es la clase de lugar donde a personas como yo les desean que se vayan al infierno”.
En una familia de casi cientos es imposible ser apegada con todxs; pero se sentía con la obligación de ir a responder todas las preguntas que surgieron a raíz de su comunicado, no tanto como una justificación, más bien a manera de sentar un precedente en el que quedara claro que ser diferente está bien.
De manera inesperada, la que recibió respuestas fue ella: amor. Su clan la recibió con bombo y platillo, sólo para confirmar que lejos del glamour de Nueva York y de la sinergia que le representa Atlanta, Kansas siempre será su hogar.
Su abuela de 91 años, una mujer que todos los días se levanta a cocinar para el comedor comunitario de la zona, dice que jamás ha visto tan tranquila a su nieta como cuando ésta se sienta al piano para armonizar las misas dominicales.
“Aquí en Kansas solo hay tiempo para Dios y el trabajo honrado. Con ella fue diferente: siempre supimos que de una u otra manera iba a convertirse en estrella”.
Mientras Monáe besa y abraza a sus primxs y a sus tixs, ellxs cuentan diferentes versiones de la misma historia: la mañana en la que, durante el servicio, el pastor pidió que empezaran a cantar con el corazón abierto y la pequeña Janelle -con ese corazón abierto- empezó a cantar el coro de Beat It de Michael Jackson.
Al principio todxs lxs presentes se enternecieron por la reacción tan genuina de la niña; sin embargo, no tardaron en sorprenderse por el alcance de su voz y la presencia escénica con la que se robó el protagonismo de la ceremonia.
Quien más se divierte con ese relato es Michael Robinson -su padre- un hombre con el que la relación fue particularmente ríspida. Antes de que Janelle naciera, él ya era adicto al crack; y su madre, con poca paciencia, decidió divorciarse en las vísperas del primer cumpleaños de la niña.
Si bien es cierto que, con todo y el proceso de rehabilitación, el señor Robinson nunca se ausentó de la vida de Janelle, el vínculo estaba lleno de sinsabores y desconfianza.
La falta de fe en que él podía cambiar y la incredulidad por verla camino a la fama les generó un resentimiento mutuo que tardó casi quince años en sanar.
“Cuando cumplí dos años sobrio, Janelle vino a mi departamento y me invitó a su siguiente show. Teníamos mucho tiempo sin hablar y me prometió que Big Boi y <<Diddy>> estarían ahí. Toda la vida escuché a la distancia sobre los grandes talentos de mi hija pero jamás creí las dimensiones que esto podía tener. Aún cuando llegué al concierto en Atlanta seguía sin creer que podía ser algo grande; entonces vi a un montón de hombres gigantes cubriendo la espalda dos muchachos que vestían muy lujoso: eran Big Boi y Puff Daddy. Ahí entendí el tamaño de artista que es mi chica”.
Janelle Monáe dedicó una buena parte de su adolescencia trabajando en un Office Depot. Antes de regresar a los Wondaland Studios para terminar de masterizar Dirty Computer, decidió visitar la sucursal donde pasó tardes enteras apilando cuadernos en estanterías y recuerda cómo se inventaba pendientes en la zona de computadoras para responder los mails de su pequeño fanbase; acción que, por cierto, fue la detonante para su despido.
“Como todxs en el pueblo, yo también era consciente de las virtudes artísticas de Janelle. Al cabo de tres años, cuando se acercaron las aplicaciones a las universidades, la mandé llamar a mi oficina y la despedí. Su ciclo aquí se había cumplido y era el momento de que se concentrara en su carrera”.
-Míster Kenneth, gerente de Office Depot Quindaro en entrevista para Rolling Stone
En el fondo, Janelle también sabía que ese momento había llegado.
INT. CAMERINOS – Día
Janelle Monáe abre la puerta del camerino abruptamente. En su semblante se puede ver que está frustrada, cansada y triste. Antes de que cierre la puerta, una mujer se interpone. Trae un celular en la mano.
JANELLE
Hola
DJ RASHEEDA
Hola. Hay alguien que quiere hablar contigo.
Janelle se muestra desconcertada.
JANELLE
¿Qué? Ummmh… ok.
Desganada, Janelle toma el teléfono.
JANELLE
¿Quién habla?
Janelle escucha un silencio contundente que le parece misterioso. Luego de dos segundos, una voz profunda y aterciopelada responde.
PRINCE
Hola, Janelle. Soy yo: Prince.
Janelle parece aún más desconcertada.
JANELLE
¿Prince?
PRINCE
Sí, había Prince.
Sin emitir sonidos, DJ Rasheeda confirma la información a través del movimiento de sus labios.
DJ RASHEEDA
¡Sí! Realmente es él .
JANELLE
¡¿Qué?!
PRINCE
Lamento lo que acaba de pasar en tu presentación. Hablaba para decirte que amo tu trabajo y amo tu voz de Jazz. Me preguntaba si te gustaría venir a una sesión de Jam.
JANELLE
¡¿Jam?!
PRINCE
Sí, ya sabes, reuniones en las que muchos músicos se reúnen e improvisan… Jam.
Fade Out
Esa fue la primera vez que Janelle Monáe y Prince hablaron. Ella recién había terminado su desastrosa presentación en un show matutino y sentía que las cosas no estaban funcionando como esperaba. Al final de su llamada, ella y su equipo se dirigieron desde Nueva York hacia Minneapolis para verse con él en los estudios Paisley Park.
Janelle, sus músicos y su staff arribaron alrededor de media noche luego de un vuelo horrible en clase turista. Para no documentar su equipaje, viajaban con apenas un par de cambios de ropa y el esmoquin con el que tocaban en vivo. Nada les pareció tan apropiado para su encuentro con Prince que vestirse todxs con ese traje.
Él lxs recibió en uno de sus característicos ropones custom made inspirados en la ropa de descanso egipcia. Al verles, se sorprendió de la formalidad de sus invitadxs y pidió unos minutos para cambiarse.
Cuando bajó, traía un frak totalmente blanco y de cola larga. Su moño y su zapatos brillaban como si trajeran diamantes (y probablemente los tenían).
Así empezó una conexión en la que Janelle Monáe dio el primer paso enviándole una copia de su primer EP sin esperar que realmente le llegara, y que encontró su zenit en el punto en el que Prince le produjo canciones y tocó la guitarra para los dos siguientes álbumes de ella.
Prince se convirtió en su mentor y Janelle cerró un linaje artístico que nació con Little Richard, pasó por James Brown, Jimi Hendrix, Tina Turner, Erykah Badu y que ahora ella heredó.
“A partir de The Archandroid, Prince era la primera persona a la que acudía para mostrarle mi material. Siempre tenía algo que aportar para la letra, el discurso, la instrumentación, incluso sobre el tipo de equipo que podía utilizar para tal o cual cosa. El amor y el respeto eran mutuos”.
Es por eso que Janelle es una de las personas que más resintieron el repentino fallecimiento de El Artista. Podríamos decir que, en pleno proceso de gestación de Dirty Computer, se quedó artísticamente huérfana.
“No planeo que la gente piense que yo recibí la estafeta de Prince. Es imposible. Nunca habrá nadie como él. Lo que sí tengo claro es que la mejor manera de honrarlo es apuntar a ser una artista de su misma categoría… Quiero ser una de las mejores de todos los tiempos”.
Antes de cumplir 20 años, Janelle dejó Kansas para ingresar a la Academia Americana de Artes Dramáticas y Musicales en Nueva York.
Desde el primer semestre se vio obligada a doblar turnos y a practicar por las noches para poder mantenerse.
Entre un ir y venir de Nueva York a Atlanta, Janelle seguía grabando material y lo subía a Soundcloud, hasta que uno de esos tracks llegó a Big Boi, quien en ese entonces estaba reclutando talento para su nuevo proyecto: Bad Boy Records. El impacto de “Lettin Go” en el creciente fanbase de Monáe lo llevaron a proponerle un contrato que, durante mucho tiempo, Janelle dudó en firmar: su primer contacto con la música y el arte en general había sido a través del teatro musical, y siempre se había visualizado en ese espacio; pero ahora tenía la oportunidad de ser apadrinada por una de las figuras más importantes del Hip Hop y eso sólo podía significar una cosa: la primera piedra en su camino al estrellato.
“Jamás me hubiera perdonado si Janelle no firmaba conmigo. Ella es una en un millón”. -Big Boy en el comunicado de prensa que oficializó el vínculo con Monáe.
A partir de ahí ya no tuvo dudas y aceptó su destino. La propuesta de Big Boi le abrió un universo en el que ella tenía la posibilidad de controlar su historia: podía ser cantante, o actriz o bailarina o todas las anteriores. Más importante aún: su mensaje tendría una plataforma más poderosa.
“El gran objetivo de mi arte siempre ha sido el de recordarle a las mujeres que, incluso antes del patriarcado, nosotras ya existíamos. No tenemos que ganarnos un lugar que desde la naturaleza nos fue otorgado”.
Es probable que una de las mayores virtudes de Janelle sea la claridad que tiene para conceptualizar sus proyectos. Antes de terminar de grabar su primer disco, ya sabía exactamente lo que quería para el cuarto, y sobre esos cimientos ha construido un relato vanguardista y ambicioso que explora cada faceta de su visión.
Como un fanfic maximalista de Metropolis, Janelle se apropió del universo planteado por Thea Von Harbou y estetizado por Fritz Lang para desarrollar su historia.
The Chase Suit, The Archandroid, The Electric Lady y Dirty Computer conforman la saga de Cindi Mayweather, el droide enviado desde el futuro para salvar a los ciudadanos de Metropolis, abrumados por “La Gran División”, esa sociedad secreta que monopolizó los viajes en el tiempo para controlar el quehacer y los sentimientos de la gente.
Dentro de la música, mientras las narrativas a largo plazo pueden significar una condena de estancamiento en la cronología de muchxs artistas, para Janelle ha sido un recurso infinito en el que ella ha encontrado rutas que estiren y renueven sus atributos creativos.
The Chase Suit es la introducción de Cindi Mayweather, quien apenas comprende la importancia de su misión, y que antes de emprenderla, se deja envolver en el romance para enfrentar la experiencia humana completa. Influenciado por el Pop de finales de los 60’s -muy A Go Go, muy Nancy Sinatra- este primer acto expone la formación teatral de Janelle en su máxima expresión.
The Archandroid, con aspiraciones más ambiciosas, muestra de lleno el panorama al que Cindi Mayweather debe enfrentarse: una sociedad caótica, gobernada por el conflicto y que castiga cualquier atisbo que atente contra el régimen gobernante. Con un sonido lleno de psicodelia, Soul y Rock de los 70’s, Janelle utiliza a Metropolis como una metáfora discursiva de lo complicados que pueden ser los procesos de identidad para las personas que no caben en los parámetros de la heteronormatividad ni de la espiritualidad blanca.
The Electric Lady es mucho más optimista que The Archandroid. Planteado como una precuela en la saga, podemos ver tanto a Cindi Mayweather como a su amada en esplendor, antes de la dictadura impuesta por “La Gran División”. Aquí Janelle Monáe no escatima en su potencial ecléctico: Funk, Jazz, Hip Hop, Rock n Roll, R&B, Synth Pop… Por primera vez sus personajes son mostrados abiertamente como queers y ella consolida su imagen como autora de todas y cada una de las aventuras de la que nos hace testigos.
Fortalecida por una pluma que interacciona de manera directa con los legados de Nnedi Okorafor, Octavia Buttler y Monica Sjoo, Janelle particulariza al personaje oprimido de su relato y pone todos los reflectores sobre las mujeres. Cindi Mayweather ha sido capturada por “La Gran División” y pretenden reprogramarla para que deje de ser la gran amenaza del sistema. Ella se resiste y esparce un mensaje de emancipación. Sexualidad, poder femenino y amor son los tópicos encumbrados por una producción compacta, de instrumentación minimalista y que se vale del EDM para explotar sus mejores momentos.
Cuatro discos después y una lista de colaboradores que incluye a Prince, Stevie Wonder, Zoe Kravitz, Solange, Erykah Badu, Miguel, Pharrell Williams, Grimes, Esperanza Spalding, cierra una era con la sentencia del legendario Brian Wilson, que también participó en Dirty Computer:
“Tengo 50 años en este negocio y puedo decir que Janelle toca con la energía de Hendrix, goza de la virtudes musicales de Prince, tiene la visión artística de Bowie, escribe con la agudeza de Lauren Hill y actúa con la misma fluidez que Michael Jackson. No estoy seguro de que alguna vez hayamos presenciado eso en el mainstream “.
Con la saga de Cindi Mayweather, Janelle Monáe cumplió su palabra y puso sobre la mesa los argumentos para que la consideren entre las más grandes de todos los tiempos. Ya no le tiene miedo a la falta de reconocimiento público.
“Quiero ser recordada como una persona que todo el tiempo estaba dispuesta a ofrecer sin esperar algo a cambio. No soy la clase de artista que quiere llegar rápido a la cima… He oído que es muy solitario allá arriba. Que me pongan en esa liga no es una obsesión con el éxito, lo busco para que, cuando ya no esté, ninguna de las mujeres o personas diferentes que vienen detrás de mi tengan que dudar de sí mismas otra vez”.