<<Suicidio>> y <Lenguaje Inapropiado>> son las advertencias temáticas que eligió Netflix para alertar a su público sobre INSIDE, el contenido que abre de la siguiente manera:
‘’Hola. Bienvenido a lo que sea que sea esto. Durante los últimos meses he estado haciendo pruebas con mi cámara, pruebas de iluminación y he estado escribiendo. Decidí intentar hacer un nuevo especial. Lo digo de verdad. No será un especial normal porque no hay audiencia ni hay un equipo que me acompañe. Solo soy yo y mi cámara; ustedes y su pantalla… Porque así lo quiso el señor. Y filmaré todo en mi sala. En lugar de grabar todo en una noche, este especial lo voy a grabar en el tiempo que me tome terminarlo. Espero que lo disfruten y que los ayude a distraerse para evitar que se peguen un tiro en la cabeza”.
Afortunadamente, Bo Burnham no mintió en su introducción, y tampoco lo hará en ningún momento de los próximos 87 minutos. Incluso podríamos decir que la honestidad es -precisamente- la gran virtud de uno de los pocos contenidos sobre la pandemia originada por la COVID-19 que no prioriza hospitales, ni contagiados ni trabajadores esenciales de la estructura económica; por el contrario: Elige centrarse en la tragicomedia de la clase media que pudo quedarse en casa, impulsada por el capitalismo tardío y que con todo y sus problemas a veces triviales, no es menos válida que otros sectores de la sociedad.
El también compositor y actor se lo cuestiona todo el tiempo: ¿Vale la pena hacer el intento por entretener a la gente mientras el mundo se cae a pedazos?
En tono farsico, deja que su <<ego de hombre blanco y heterosexual>> responda: sí. ‘’Si tu casa se cae y no tienes para comer, llámame y te cuento un chiste’’.
A partir de ahí, Bo ya no escatima en recursos creativos para exponer su propuesta narrativa: compleja, anárquica y no lineal que se nutre de capas y capas de chistes hechos a base de ideas muy simples. Una suerte de matrushka discursiva de lo meta-woke que tira dardos y está dispuesta a recibirlos de regreso con tal de integrar su reflexión desquiciada de esta fracción de la realidad.
Si en el bit inicial se burla de las fotos que las mujeres blancas postean en su Instagram, en el siguiente se mofa de su posición de privilegio que le da la posibilidad de hacer un chiste sobre mujeres blancas que publican en Instagram; y después vuelve a señalar a esas mujeres blancas por homogenizar la estética de la aplicación a partir de lo que ven en Pinterest; y después señala la urgencia de los hombres por emitir un juicio sobre estereotipos sin darse cuenta de que también son estereotipos por sí mismos… Así hasta el infinito, de lo general a lo particular.
Bo Burnham se vale de todos los formatos de la comedia para nutrir su obra maestra: del sketch tradicional a lo Saturday Night Live a la sátira contemporánea de Community y Atlanta; del dank meme de las páginas curseadas de Facebook al hyper meme de Tik Tok. En su condición de humor experimental (sólo por catalogarlo de alguna manera), los vínculos entre todos esos formatos son la música y el despliegue interpretativo de su autor. Las canciones se escuchan como si LCD SOUNDSYSTEM, Father John Misty y Elmo compartieran una bolsa de chetos en la sala de espera de espera de su psicólogo.
Cruzada la frontera del intermedio, todo se oscurece y se hace denso. La decadencia física y mental de Burnham es evidente, los silencios incómodos se vuelven un personaje protagónico y las ganas de cortar tanta tensión con unas tijeras polleras quedan de manifiesto. La preocupación por verle atentar contra su vida es el elefante en la habitación: él mismo se mofa de lo ingenuo que fue cuando pensó que su crisis no llegaría al grado de querer poner el dedo en el gatillo.
Nada genera más empatía que percibir el miedo que alguien le tiene a la muerte. Y no cualquier muerte, no no… Una agónica e invasiva que se encarga de desmantelar toda concepción del mundo: las promesas incumplidas, los sueños que se van frente a nuestros ojos y el tiempo que no perdona. Cuando Bo Burnham es consciente de todo lo que perdió durante el encierro, INSIDE se consolida como la gran tesis de la soledad pandémica.
Hacia el skit final del especial -que seguramente se grabó en el primer trimestre del 2021- el comediante se aferra a seguir desarrollando ideas y montar números con tal de no dejar ir su obra, y con ella, el eje de su cordura.
Entonces, a sus espaldas, aparece un halo de luz en la puerta que se mantuvo cerrada durante doce meses. Es el símbolo cliché de la esperanza y las ovaciones pre-grabadas indican la despedida. Un pie afuera, el caparazón está roto y Bo sucumbe al terror de tener que convivir con un mundo en crisis. Ahora padece lo mismo que Hiroo Onoda, el lugarteniente japonés que tardó 29 años en aceptar el desenlace de la Segunda Guerra Mundial.
Recuerda: el mundo se construyó de sangre, genocidios y explotación… Y el FBI mató a Martin Luther King. No hay marcha atrás, nadie sale vivo de aquí.