Para los que crecimos en la década de los 90 Cruella de Vil no es cualquiera, no es solo un personaje de caricatura. En nuestra memoria está sin gastarse el recuerdo de Glenn Close convertida en la villana más peligrosa para los perros, la más estilosa, la más excéntrica y atractiva. Sin duda, en los años 90, con la primera versión live-action de 101 dálmatas, Close se volvió un icono del nihilismo de la época: una antagonista que en realidad era la estrella.
Y ahora llega a las pantallas una nueva versión de la historia de la De Ville y es fácil se escéptico al respecto. Después de todo las nuevas versiones con actores de los clásicos de Disney han sido decepciones, con la excepción de El libro de la selva y la inquietante versión de Dumbo dirigida por Tim Burton. Como pretende ahora hacer con sus nuevas franquicias (Pixar, Marvel, Star Wars), Disney se ha fatigado sus productos clásicos hasta dejarlos secos y sin vida. Evidencia número 1: la horrible versión CGI de El rey león, cocinada y sobreproducida hasta la muerte. Evidencia 2: ese bodrio ridículo que es fue Maléfica, el peor papel de la carrera de Angelina Jolie.
Es difícil volver a creerle a Disney, en especial con un personaje tan carismático como Cruella. Suspendan su descreimiento, millennials: Emma Stone y Emma Thompson hacen milagros. Cruella es la mejor cosa que la casa Disney ha producido con su material original. Un triunfo.
El director Craig Gillespie (quien tiene bajo su nombre esa joyita infravalorada que es I, Tonya) y los guionistas Tony McNamara y Dana Fox convierten una anécdota simplona en un retrato de personaje que es al mismo tiempo tan oscuro como desternillante. Gran parte del crédito recae, desde luego, en los autores y el diseño de arte (una locura y un excelente argumento para que el cine visite más y más el mundo de la moda), pero son las interpretaciones de Stone y Thompson las que finalmente nos llevan al lugar donde justamente quieren tenernos: enamorados a muerte de Cruella.
La trama es sencilla: Estella (Emma Stone) tiene una relación de odio, resentimiento y fascinación con una diva de la moda, una reina de hielo conocida únicamente como la Baronesa (Emma Thompson). Son los años 70 y Estella tiene buenas razones para vengarse de la otra mujer. Criada en soledad, Estella vive de pequeños crímenes y golpes que a veces funcionan, muchas veces le salen por la culata. Pero tiene un plan final que la sacará de pobre para siempre.
Pero para lograrlo tiene que construirse un nuevo personaje que le permita introducirse en el círculo de la haute couture. Se convierte en Cruella de Vil, una diseñadora inalcanzable con ese look imponente a lo Siouxsie Sioux. El duelo entre ambos personajes es un delicia: quién es más malvada, inhumana, megalómana, helada y, sí, cruel. Todas las caravanas a Thompson y Stone, actrices sin falta que trabajan de maravilla este golpe criminal a lo Disney que es perfecta en varios niveles: chistosa para los niños, frenética para los adolescentes y ácida para los adultos.
La Cruella de Stone es de lo más notable, sobre todo porque logra que olvidemos la interpretación de Glenn Close y nos regala una diversión en la que las más de dos horas de duración de la película apenas si se notan. Uno quiere más de Stone y Thompson. Secuelas, aquí vamos.
¿Vale la pena verla en las salas de cine? Sí, mil veces sí y no solo porque Disney+ decidió hacer un sobrecobro a la suscripción para tener el privilegio de verla el día de su estreno. El despliegue visual del mundo extravagante y libre del diseño de moda amerita una gran pantalla, así como la música es una legítima joya de resonancias de rock setentero. Está la participación imperdible de Florence + The Machine con el tema original ‘Call Me Cruella’: Call me crazy, call me insane/ But you’re stuck in the past/And I’m ahead of the game. Cruella está en el tope del nuevo mundo Disney. Se va a convertir en una de las películas favoritas de una generación y ver eso es una gran razón para volver al cine.
Sí, Cruella, estás chiflada y eres la reina de la sevicia, la ama dulce y maniaca del avant garde. Y por eso te amamos.