Daniel Espartaco Sánchez (Chihuahua, 1977) es una de las mejores voces de la literatura mexicana contemporánea. Sin poses de gran intelectual, pero con una sólida carrera (que todavía es novel), Espartaco es, probablemente, uno de los escritores mexicanos más legibles de la última generación.
“Yo en realidad soy un tipo muy confundido, un pusilánime”, comienza con ánimo Espartaco esta conversación. Lo dice al respecto del personaje principal de su nueva novela, Los nombres de las constelaciones. “El protagonista de la novela es más valiente que yo, toma una decisión y cambia su vida. Yo soy más cobarde. Él, Charlie, es igual de nihilista que yo, pero es más fuerte y valiente que yo”.
Habla de la literatura contemporánea, donde los personajes son más pasivos, no toman decisiones, sino que las decisiones llegan a ellos. “Yo soy como esos personajes que se topan con las decisiones, no que las toman, yo soy como esos personajes que se dejan llevar”. Es un asunto de inercias y de poco control, es precisamente aceptar que vivimos en el caos. “Creo que eso es más parecido a cómo vivimos, así es la gente que yo conozco al menos, no conozco a nadie que cambie su vida de la noche a la mañana”.
Los nombres de las constelaciones narra la infancia de Charlie en Chihuahua, en un mundo que el autor conoce bien: la militancia de los padres en la izquierda, las películas, los años 80, el calor de Chihuahua. Aunque Espartaco no lo acepte, se requiere de cierto valor para regresar a los recuerdos de infancia. “Por supuesto que uno toma cosas de la vida propia, de cosas que le pasó o que oyó de alguien”, dice, “pero eso no significa que los personajes sean un trasunto del escritor”. Al menos, explica, no es su caso.
Y es que Espartaco ha hablado de lo deplorable que le parecen los escritores que usan la literatura como una suerte de chismógrafo o de libro de fantasías sexuales o heroicas. “Esos escritores se ponen a sí mismos como los más chingones, o los más valientes en sus libros, y yo creo que cuando se hace eso se falta a la verosimilitud”. ¿Se creen los más machos? “También. Te digo que yo en realidad soy un tipo muy confundido”.
Espartaco está muy interesado en la televisión, aunque prefiere leer. ¿Escribir? “Sí, también, pero a veces me gusta más ver la tele. Ahora estoy muy interesado en Clarissa lo explica todo, me parece una gran serie”. Después de nuestra conversación, Espartaco escribe en Twitter: “Yo en realidad quería hablar de la influencia de Thomas Mann en mi literatura, pero acabé hablando de lo mucho que me gusta Clarissa lo explica todo“.
En cierto momento de Los nombres de las constelaciones, el personaje principal recorre Tlalpan, una avenida de la Ciudad de México que carece de todo glamour. Pero no para Espartaco, que encuentra belleza en su sordidez. “Tlalpan es una de mis calles favoritas de la ciudad, me encantan las alas industriales abandonadas… La conozco muy bien, la he caminado muchas veces desde el Centro hacia el sur”. Es que El nombre de las constelaciones, como toda la obra de Espartaco, es un homenaje a lo rincones poco visitados por la literatura mexicana, donde abundan los lugares comunes de clase media y alta, como si la literatura fuera una forma de la movilidad social.
Y a todo esto, ¿escribir es un trabajo, o es emocionante, una aventura? Espartaco no se anda con cursilerías: “Escribir a veces es emocionante, a veces sí, pero muchas veces me parece la cosa más angustiante… Sucede que escribir se vuelve como ir al trabajo, y antes escribir era un modo de evadirme de mis deberes, por eso empecé a escribir. Ahora me dedico a escribir y ya no tengo a dónde fugarme”. Pero hay momentos, dice, en los que vuelve a sentir eso, que escribir es como algo sabroso, una forma de escaparse, un día sin clases. Y entonces, quizá, algo sucede.