Han pasado más de doce meses desde que inició la primera de muchas cuarentenas en México debido a la pandemia del COVID-19. Tras millones de contagios y cientos de miles de fallecimientos, queda más que claro que no ha sido una etapa sencilla de asimilar para los mexicanos. La crisis sanitaria ha golpeado en todas las áreas de lo que conocíamos como -una vida común-, imposibilitándonos docenas de actividades con tal de preservar nuestra salud y la vida de todos aquellos a quienes amamos.
Desde el inicio, el impacto para la cantautora y gestora cultural Renee Mooi no fue nada sencillo de asimilar. Conciertos perdidos, giras canceladas, crisis en el sector cultural y muchos amigos que fueron perdiéndose en la depresión tras meses sin poder capitalizar su trabajo. Ella logró encontrar paz al mudarse de la ciudad, encontrando la inspiración en un ambiente natural con una pequeña comunidad, lejos de las paredes grises y de las grandes concentraciones de gente.
De aquel respiro creativo nació ‘Wasp’, su primer sencillo como solista desde el estreno de su álbum debut Beetle (2019). Una canción post-punkera repleta de detalles sombrío y de extravagancias sonoras que se convierten en una estela de luz dentro de la obscuridad del resto de los elementos de su instrumental.
En un mundo sin pandemia, todo era movimiento. Para bien y para mal. Mantenerme activa me permitía soñar, generar acciones positivas, proyectos, vínculos… pero seguido pensaba en las noches: ¿Esto es todo? El eterno movimiento en lucha. Salir al mundo a vender ideas, personas, talentos, experiencias en repetición monótona, imparable, días llenos de éxitos y decepciones diseñados solo para volver a empezar al día siguiente.
¿A dónde voy? ¿Para que estoy haciendo todo esto? ¿Qué es lo que necesito para ser feliz? ¿Me mueven las razones correctas o estoy respondiendo a una sociedad o algún trauma que me obliga a buscar validación en este mundo que me ha criticado desde el momento en el que llegué?
Ansiedad. Ella se volvió mi compañera ya desde hace unos años. Mi salud mental estaba profundamente frágil y pocos momentos me permitían detenerme a replantearme todo para revisar mi vida y formas de cuidarme mejor, pero el alto llegó con fuerza. Tanta fuerza que mi fragilidad mental acabó por romperse y la meditación dejó de ser una opción para calmar los síntomas. Los ataques de ansiedad se convirtieron en brotes psicóticos, fuera de mi, fuera de este mundo, mi mundo ahora era solo de terror, agonía e incertidumbre. Sin pies ni cabeza. Mi mamá y mi hermana me acompañaban con respiraciones y aceite de lavanda, hasta que el terror se volvió insoportable y quise saltar por la ventana.
Jamás pensé que algo así podría pasarme. Sentí culpa y me sentí débil. Vergonzosamente débil. Pisando por primera vez el consultorio de un psiquiatra, me sentía loca. Pensaba… “claro… siempre estuve loca. Todo el mundo me lo decía y tenían razón.” Me recibió un doctor con tapabocas. No podía ver si me estaba juzgando o me estaba sonriendo. No importaba tanto, tal vez tenía que empezar a acostumbrarme a no saber y poco a poco lograr que dejara de importarme realmente.
-No estás loca. Tu amígdala está irritada genéticamente y se ha irritado más por el uso de substancias y fumar. Es muy común. Tu tratamiento es de 2 meses. Vas a volver a ser la misma. Wow… no se como aguantaste más de 3 años sin venir a verme. Eres una mujer muy fuerte-. Fuerte. Mujer Fuerte me dijo.
Mi mente dio un giro de 180 grados. La vergüenza y la debilidad salieron corriendo por la ventana y por primera vez en la pandemia pude detenerme realmente, como el mundo lo pedía.
Salimos de la ciudad en búsqueda de naturaleza, salud, amor, paz, volver a las bases simples de la felicidad. No había otra cosa más importante. Así empecé mi tratamiento. Reconectando, disfrutando, respirando aire limpio. Poco a poco empecé a recuperarme, a volver a ser la Renee de hace 4 años, con energía, sin miedo, sonriente, abierta. Poco a poco la creatividad regresó y empezó a fluir como nunca. Música, ideas, surf, comida verde y puras cosas buenas.
No conozco a nadie que se haya ido de este mundo por COVID, pero sí varios que se fueron por lo mismo que yo viví. Amigos queridos que decidieron quitarse la vida en medio de una crisis mundial de salud mental. Les escribo este texto para decirles que los entiendo, que siento muchísimo que sea tan difícil hablar de esto y que pocas personas lo entiendan o sepan que hacer.
Esta pandemia reacomodó mis prioridades como nunca. todos los días aprendo a cuidarme mejor y a ser feliz descubriendo mi propia forma de hacerlo, sin culpa, sin castigarme. Todos los proyectos que hago ahora tienen estos principios y me recuerdo que nada tiene sentido si no voy disfrutando en el proceso. Volví a ser yo, vuelvo a disfrutar de mi sensibilidad como herramienta de creación e interpretación del mundo, ya no la sufro. Mi vulnerabilidad me fortalece y me acerca a la felicidad que estaba buscando.
La pandemia es de las mejores cosas que me han pasado personalmente. Desde perderlo todo para volver a empezar, hasta perderme por completo para volverme a encontrar. Me reconozco como afortunada y creo fuertemente en dar y compartir en comunidad, con personas que tengan más y menos privilegios que yo. Todos somos un universo y que importante se ha vuelto buscar conexiones reales que se nutran mutuamente y construyan un mundo mejor.
-Renee Mooi.