Hay todo tipo de películas, algunas son para pensar y otras para olvidarnos de nosotros mismos. El cine como escapatoria no debe ser depreciado. En especial en estos días en los que queremos es salirnos de la realidad. Este cine de evasión lo conocemos bien, es con el que Hollywood ha formado a su público y es, probablemente, el que hace mejor. Por estas razones el mejor pretexto para regresar a las salas de cine es ver Godzilla vs Kong.
Lo mejor de Godzilla vs Kong es que no teme ser lo que es: diversión pura y sincera. Lo logra, son más de dos horas de gozo infantil. Es ver a los dos monstruos legendarios luchando como si estuviéramos jugando en nuestra recámara a los 7 años de edad. Una fiesta para comer palomitas.
La trama es buena, no es solo un pretexto para tener ruido en la pantalla. No contaré mucho, solo diré lo siguiente: nosotros tenemos la culpa. King Kong y Godzilla no nos odian, no son nuestros enemigos, son consecuencia de… Eso ya sería spoiler. Lo que hay que saber, aunque no se hayan visto las cintas anteriores de la franquicia, o ni siquiera las clásicas del siglo pasado: hay un drama ecológico y un pánico nuclear. La puesta en escena está llena de detalles que hacen guiños a la historia del cine espectáculo. Es un gozo encontrarlos.
Finalmente, King Kong y Godzilla son símbolos de lo que está fuera del control humano y de nuestras fallas de carácter. Kong, de nuestra crueldad y nuestro desprecio por las demás criaturas que tienen la mala suerte de compartir el planeta con nosotros. Godzilla, por su lado, nació como una metáfora de Japón frente al luto nuclear por Hiroshima y Nagasaki. Es paradójico pensar que Japón ha sido uno de los países en domar el entramado nuclear e incorporarla como fuente renovable y limpia de energía. Los japoneses conocen bien lo que significa la resiliencia y Godzilla también es una metáfora de ello: un ser que persiste a pesar de nosotros.
Godzilla como mito puede leerse también como una resistencia japonesa frente al imperialismo yanqui. Así como Japón sobrevivió a la guerra, también supo sublimar en la postguerra su terror frente al crecimiento imparable de Estados Unidos como fantasía digerible. El despertar nuclear revive al viejo monstruo. Ambos monstruos: Godzilla y el terror de la bomba estadounidense.
“Godzilla es hijo de la bomba atómica. Es una pesadilla surgida de las tinieblas del alma. Es la bestia sagrada del Apocalipsis. Mientras la arrogancia humana exista, Godzilla sobrevivirá”, dijo alguna vez el productor de las películas clásicas de Godzilla, Tomoyuki Tanaka
La cinta tiene todo lo que se necesita para olvidarse de la pandemia durante las casi tres horas de su duración (¡solo tres horas! Se van como hilo de media). Humor, aventura, una historia fácil de seguir (no demasiado fácil como para que sea obvia, por cierto, aunque es asequible para quien no sea fanático de la serie), dos personajes centrales sumamente entrañables. Los protagonistas son los monstruos y uno quiere verlos todo el tiempo en pantalla: la cinta nos complace de la mejor manera. Sí, hay que volver al cine. A veces hay que olvidarse de todo pensamiento y solo comer palomitas y divertirse.