La enfermedad ha determinado los espacios en los que nos movemos y habitamos. En la Edad Media abundaron las ciudades amuralladas que no solo evitaban la llegada de bárbaros a saquearlas, sino que permitía una forma de control sobre las personas que entraban a ellas. Una aduana necesaria en tiempos de peste. Revisar la salud de los visitantes era parte del protocolo de franqueo.
A inicios del siglo XX la arquitectura modernista, con sus espacios abiertos y utilitarios, fueron necesarios para atacar otra pandemia: la de la tuberculosis. Hospitales donde la luz era controlada, la ventilación ayudaba a atacar la fiebre de los pacientes, casas con espacios para cuarentena. Una arquitectura que es tan médica como bella. Arquitectos como Le Corbusier fueron adeptos a este modernismo aséptico.
En The New Yorker, Kyle Chayka publicó un interesante análisis de cómo la COVID-19 va a modelar los espacios en los que habitaremos y trabajaremos a partir de ahora.
Acostumbrémonos a las barreras de plexiglás, nuestras compañeras omnipresentes
La tónica: barreras. Paredes de plexiglás por las que podremos vernos, pero no tocarnos; cuartos a los que entra la resolana, porque la luz del sol es imprescindible, y aireados, acústicamente aislados porque cada miembro de la familia se encuentra en videollamadas.
Como dice Chayka, la arquitectura es un reflejo de nuestra ansiedad: nuestra idea primigenia de refugio es nuestro hogar. Un lugar en el que nos sentimos seguros. Ahora esa sensación de seguridad es el mantenerse aislado, entretenido con poco objetos y en espacios minimalistas.
En el trabajo también nos mantendremos aislados. Muchos seguiremos trabajando desde casa, todos los que no seamos esenciales. Pero en algún punto volveremos a las oficinas. Acostumbrémonos a dejar de saludarnos abrazo, apretón de manos y besos, pero ese no será el único cambio: las nuevas oficinas tendrán marcas de 1.50 m de distancia entre colegas. Aprenderemos a hablarnos desde esa distancia. Ya no será la única barrera el escritorio o la pared del cubículo.
El diseño se lo deberemos a la firma Cushman & Wakefield, que ha promovido espacios de bajo costo, pero no hacinados. La apuesta es por lugares donde se puede mantener la limpieza de manera pronta y fácil. Quizá un sitio especial para dejar los zapatos a la entrada de las oficinas y lavabos por doquier.
El diseño de las ciudades seguirá con la tendencia de usar más bicicletas y crear vías peatonales amplias. En Lituania se ha optado por tener calles cerradas donde los restaurante y bares puedan tener mesas distanciadas. Las escuelas optarán por clases al aire libre. También los museos tendrán más actividades en el espacio público.
Las soluciones de los diseñadores y arquitectos serán muy necesarias en los próximos años. O tal vez las soluciones ya las hemos creado nosotros, con nuestras botella de alcohol en gel y nuestros tapabocas con escudos de nuestro equipo de futbol preferido. Esto es parte de #TheNewNewNormal.