Este sábado, en una votación cerrada, Donald Trump fue absuelto del delito de incitación a la violencia que provocó por el asalto al Capitolio en enero pasado.
El marcador: 43 senadores (entre ellos 7 republicanos) votaron por la sentencia; 57, por la inocencia del expresidente. El resultado, aunque esperado-puesto que la mayoría republicana decidió mantenerse de lado de su copartidario-no deja de ser amargo. Stephen King lo manifestó mejor en su cuenta de Twitter: “Amontonó explosivos durante dos meses. Encendió la mecha el 6 de enero. ¿Y se sale con la suya?”.
He packed the explosive for two months. He lit the fuse on January 6th. And gets away with it?
— Stephen King (@StephenKing) February 12, 2021
Pero como dice el periodista David Remnick: la historia no lo perdonará tan fácilmente. Los senadores demócratas (recordemos que en Estados Unidos, en el juicio político a un presidente, el Senado se convierte en juez, jurado y parte) presentaron evidencia abrumadora de la actitud desafiante contra la ley de Trump. El expresidente trató de invalidar la elección en la que fue derrotado por Joe Biden, llamó a la “resistencia” y finalmente, a la movilización pública violenta.
Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana del Senado, votó por la absolución de Trump, aunque, en acto digno de Poncio Pilatos, se lavó las manos. Lanzó una serie de críticas duras contra el expresidente: “(Trump) abandonó sus deberes… No hay duda, ninguna, de que el presidente Trump es práctica y moralmente responsable de provocar los eventos del 6 de enero”. Pero, regresando a Remnick, la historia no será generosa con Trump, ni con el partido republicano.
Dentro del partido republicado se ha creado un cisma difícil de subsanar. Siete senadores republicanos votaron por la hacer responsable a Trump de la insurrección. Siete senadores especialmente poderosos, entre ellos Mitt Romney, excandidato a la presidencia (2012), quien ha sido la voz más crítica a Trump y el trumpismo desde el Congreso. Susan Collins, la representante republicana de Maine, también votó por la condena de Trump; Collins es una de las senadoras con más experiencia dentro del Congreso: ha conservado su escaño desde hace 23 años y es una de las decanas de la bancada conservadora.
Muchas condenas desde el propio partido republicano, pero cuando fueron llamados a la acción los senadores decidieron proteger al amigo republicano en la picota. No hay sorpresas, pero tampoco nada que celebrar. El juicio del desjuiciado Trump era un acto con más peso simbólico que pragmático, pero no hay que olvidar exactamente lo que sucedió:
Trump trató de invalidar la elección de Joe Biden alegando un fraude que jamás pudo probar.
Utilizó su puesto y desde su aparato político (que en su caso incluyó a las redes sociales, destruyéndolas casi de paso) para incitar a sus seguidores más violentos y radicales a desentenderse de la ley y recurrir a la fuerza bruta para hacerse del poder.
El 6 de enero, fecha clave en el proceso electoral puesto que ese día el Congreso certificaba el triunfo de Biden, hizo declaraciones incendiarias que invitaron a sus seguidores a la toma violenta de ese edificio que representa la democracia estadounidense, el supuesto modelo de la democracia global.
No, la historia no será suave con Trump y con el partido republicano. Y para el GOP (el Grand Old Party, el gran partido que fundó a Estados Unidos) esto es una verdadera vergüenza.