Estados Unidos es un país en transición. Después de la pesadilla que fue el régimen de Donald Trump, un mal sueño global, Joseph Biden tiene frente a sí un gran desafío: el de gobernar una nación dividida, enconada, con la crisis económica más grave en casi un siglo desde la Gran Depresión y puesta en jaque por la covid-19; ejemplo justo de cómo no se debe manejar una emergencia nacional.
Un país diverso, el de la joven poeta Amanda Gorman, que en la ceremonia inaugural de la presidencia de Joe Biden dijo: “Somos un país bello y complejo”; el de Kamala Harris, primera vicepresidenta, una mujer afroamericana de herencia asiática; el de la jueza de origen puertorriqueño Sonia Sotomayor; el país de un presidente católico que recibió una cariñosa enhorabuena del papa Francisco. El país compartido por millones de personas de todos los colores, etnias, filias fobias. Un país que se ve a sí mismo como faro moral para el mundo.
Estados Unidos bajo Trump se volvió todo lo malo que ese país representa en el imaginario colectivo. El “Make America great again” es justamente el mensaje que Biden debe derrotar. El presidente número 46 llega con la obligación de recoger el tiradero que su antecesor dejó.
Joseph Biden fue muy claro en su discurso inaugural: la prioridad estadounidense es el regreso a la normalidad. Eso significa tres cosas: que Estados Unidos vuelva a ser el gran poder hegemónico del mundo, vencer la pandemia y, sobre todo, unidad interna en el país como no la hemos visto desde la llegada de Trump. Y hace una petición inusual en labios de un presidente estadounidense: unámonos en resiliencia. Es la primera vez desde la guerra de Vietman que se le pide al pueblo estadounidense que plante cara frente a la adversidad, en este caso encarnada no en la guerra, sino en el combate a la covid-19 y la crisis económica que ha dejado depauperada a su clase media.
Así como Trump fue el presidente para la clase baja de raza blanca, Biden regresa al modelo de Obama: apelar a la clase media, al EEUU de la diversidad racial, del American Dream, el de los hombres hechos a sí mismos, y la posibilidad para todas y todos, sin importar su origen, solo su esfuerzo y su integridad ética.
El Estados Unidos, pues, del mérito propio. El regreso a sus propios mitos.
Sin embargo, Biden no tiene un nuevo discurso. Su mensaje fue sentimental, hasta cursi. Mucho llamado a la esperanza, unidad (“unidad” fue la palabra más repetida por el nuevo presidente), al regreso al poder. El romance estadounidense con esos tres valores es imprescindible para entender a ese país. Obama usó la carta de la esperanza, Trump la del poder. Biden se envuelve en la bandera de la unidad.
Eso, en realidad, es un alivio. En Biden tenemos a un presidente estadounidense típico, reconocible. Es como lidiar de nuevo con un demócrata a la letra como Jimmy Carter. Biden dice que gobernará para todos, sus rivales y sus partidarios: presidente del “united we stand”. Se encuentra con una democracia frágil, fragmentada, en la que muchos de sus ciudadano no confían.
“La democracia ha prevalecido”, le dijo a su nación. Tras uno de los momentos más oscuros de la historia estadounidense, el asalto al Capitolio del pasado 6 de enero, Biden y Harris heredan un país que mira con sospecha a la democracia. Los partidarios de Trump, porque no son demócratas (los gorros rojos de los trumpistas serán recordados como símbolos de una versión del nacionalismo blanco fascista muy parecido al de la Europa del siglo pasado); los seguidores de Biden porque la democracia hizo posible que alguien como Trump llegara al poder.
El presidente Biden (qué alivio saber que hoy fue el último día en que las fanfarronadas de Donald Trump le importaron al mundo. “Volveré de alguna forma”, dijo Trump en su mensaje de despedida. Lo dudo mucho, Donnie) dijo que ha llegado de dejar de dar por sentada la democracia.
Uno de los primero actos del presidente Biden fue suspender la construcción del muro fronterizo con nuestro país. Si bien Biden no se refirió a México en su discurso, sí dijo que ha llegado el momento de que “nuestros vecinos dejen de tenernos miedo”.
Las relaciones mexico-estadounidenses se encuentran en un punto histórico muy bajo. Andrés Manuel López Obrador dijo que buscará pronto a Biden para establecer cercanía con su mandato. El temor de que el presidente mexicano no se acerque al de su homólogo estadounidense no debe tomarse a la ligera: Trump veía con buenos ojos a AMLO –recordemos el sainete que armó nuestro presidente con la no-felicitación a Biden por su triunfo y el hecho de que ni él ni el canciller Marcelo Ebrard estuvieron en la ceremonia–pero tomémosle la palabra a Joe: que ser vecinos de Estados Unidos deje de darnos miedo.
En Estados Unidos vive la comunidad mexicana más grande fuera de nuestras fronteras. Esperemos que, dentro todo este discurso de unidad y fraternidad, Biden nos tenga en mente. La (todavía) democracia más poderosa del mundo tiene la pelota de su lado de la cancha. Esperemos que nos tire un buen pase.