Diles Que No Me Maten es una banda alucinante. En tan solo cinco implacables temas, el quinteto oriundo de la zona centro de la Ciudad de México ha alcanzado una especie de sentido de culto alrededor de todo aquello que se enarbola a través de su producción musical. Ya sea que se aprecie su vehemente fuerza instrumental y que se conduce sinuosamente entre los cánones de la más deslavada psicodelia experimental y el krautrock, o bien, sea su ardorosa fuente compositiva -a través de una prosa gigante, extensa y avasalladora- el elemento por el cual sea uno abordado por los capitalinos en Edificio (2020), su fascinante debut.
La magia del estruendo del quinteto es interminable y magnética en cada uno de los tracks bien cincelados en Progreso Nacional (estudio de grabación infalible en la CDMX), como una suerte de embriague en donde el fondo es uno mismo con lo naturalmente ajeno; con el contexto, pero también con la nada.
Edificio es una fortaleza emocional donde convive el ruido interno con la estampida de un urbanizado ente viviente que no cesa, que se mantiene oscilante y siempre en aumento. Es la ciudad y también uno con ella. Y en los 36 minutos que presentan los hermanos Ponce (Gerardo y Raúl), Andrés, Jerónimo y Jonás, la simbiosis perfecta entre ambos universos es posible.
El jamming, la improvisación y la holgada conformación lírica a través de la poesía edifican el extático sonido de la banda. Ecos que retumban entre recias murallas de guitarras y saturación se filtran con espectros vocales que, multifacéticos, se sienten desfallecidos, etéreos, dominantes, fantasmales e incluso, coléricos, en una alquimia saturada de veloces y destructivas baterías, riffs chirriantes y agudos solos que se repiten enajenadamente hasta la absolución de un estado imperturbable, delimitado por episodios progresivos, ambientales y mantricos. El debut de Diles Que No Me Maten es la génesis y la hecatombe, como la obra de una edificación en el cráter de su futura construcción, o bien, de su irremediable y funesto derrumbamiento.
Edificio es la crudeza de la ciudad, sus arterias colapsadas, su descarnada vida en las calles y su inapagable e impenetrable estridencia expresada en una armada de neo-psicodelia, post rock ofuscado y experimentaciones turbias… pero también, es el fulgor inmanente de sus creadores: homónima al Ep, basada en una reminiscencia jazzera y compuesta por tres momentos de alta presión sonora, el tema que abre la placa es quizás, la muestra perenne del férreo espíritu de la banda.
Plagada de una interminable carga de fraseos y solidez lirica que solo la prosa libre puede otorgar, Diles Que No Me Maten es tan contundente como metafórico; igual se debaten manías como la insignificancia de un estado de consciencia entre millones de personas, la rabia incontrolable en una impura condición emocional, y también, el genuino sentimiento de estar en casa. En el santuario interno.
Combinando magistralmente una galopante y demencial marea de guitarras, bajeos como robustas raíces y coros fantasmales que se amalgaman con la por demás interesante cosmovisión de la banda, la agrupación de la Ciudad de México navega entre lo progresivo, lo experimental y lo lisérgico, y al mismo tiempo, edifican una de las propuestas más interesantes del circuito emergente nacional actualmente, misma que, a través de su narrativa, se sabe inmanente a los terrenos y texturas de esta atiborrada ciudad. Del sosiego al frenesí citadino, Diles es la expresión más pura de la libertad del rock contemporáneo. O lo que debería de ser éste.