Pedro Friedeberg (Florencia, 1936) es un artista de la arquitectura fantástica, famoso por sus composiciones geométricas de espacios sin gente y favorito de los coleccionistas jóvenes; es un hombre de origen judío, de 85 años de edad que llegó a México a los tres años, cuándo su madre decidió huir de la guerra y aventurarse con pequeño niño, para salvar la vida. Ambos, provenientes de Florencia, a donde habían ido cuando las cosas se pusieron complicadas en Alemania.
Embarcaron a México con ayuda de su padre adoptivo, que ya vivía aquí y quién le dio el apellido con el que actualmente firma sus codiciadas obras de arte: Friedeberg. En México, Pedro se empapó de las curiosas costumbres mexicanas. También de la corriente del surrealismo, en su época de ebullición y de ella aprendió que el arte debe ser convulso o que no sea.
Con una formación de arquitecto, Pedro dibuja cada día un pedazo de papel y está por publicar un libro completamente hecho por él con dibujos y recortes. Los espacios de sus obras están llenos de concepto, pero no tienen personas. Recuerdan alguna obra clásica, una vieja creencia o la imaginación de un futuro posible. Todo dentro de los recuerdos de su memoria y amplísima cultura.
Conocido por su silla de mano, Pedro Friedeberg oculta la sensibilidad que sus vivaces ojos reflejan, en su sentido del humor. Habla en broma para no dejar asomar los resquicios de su profunda e intensa vida.
Su estudio, ubicado en la Ciudad de México, es una cueva de tesoros, uno tras otro. Como un inmenso e infinito gabinete de curiosidades. Juguetes antiguos, pájaros disecados, vueltos mecánicos que cantan al accionar una palanca; sillones con patas de piececitos y respaldos con cientos de manitas, pequeñas piezas de porcelana y espejos infinitos. Figuras religiosas intervenidas y miles de libros. En medio de este universo fantástico Pedro Friedeberg trabaja y recibe a sus visitas con las que habla con paciencia, mientras dibuja.
¿Cómo se describe a usted mismo?
Yo soy Pedro Friedeberg un disque pintor, que nací en Italia, pero llevo 82 años en México.
¿Qué es lo que más le gusta de México?
La corrupción y la comida. La idea de la corrupción. Es como un cuento inacabado, es como un cuento de terror, como los de Edgar Allan Poe. A mi me encantan los cuentos de terror y los grabados de Posada.
¿Cómo ha pasado los días de distanciamiento social?
Al principio en una playa de Oaxaca que se llama Punta Cometa, el punto más sur de México. Cerca de un lugar que se llama Mazunte, el santuario mexicano de la tortuga. Después aquí en mi estudio.
¿Cree que aprendimos algo de la experiencia a la que nos sometió la cuarentena?
Pues mucha gente nunca se lavaba las manos. Ahora se las lavan 40 veces al día. Los fabricantes de jabón han de estar encantados …
¿Cuál es su rutina diaria?
Mi rutina diaria es dormir muy mal. Despierto a las 7:00 am dibujo un ratito. Me duermo un poco más y luego me despiertan mis gatos. Todos los días son iguales pero distintos. No tengo rutina…
Me gusta trabajar todo el día. Mi trabajo es muy mecánico, de arquitecto. Al final soy arquitecto. Yo me eduqué como arquitecto.
¿De qué se trata su trabajo visual?
Son escenografías fantásticas. Como de óperas del siglo XVIII, como de la Flauta Mágica o la Novia Vendida. Mucha fantasía y bastante simetría.
Si usted no fuera artista ¿Qué sería?
No me concibo como otra cosa… Aunque me encantaría ser gigolo.
¿Qué es lo que más le gusta de la vida?
La vida en sí. La vida con salud.
¿Qué le gustaría hacer que todavía no ha hecho?
Publicar un libro. Ya lo tengo hecho. Trata de todo y de nada. Sólo pinturas. Tiene agujeros y cartas del tarot. Es un libro que llevo 10 años pintándolo. Tiene juegos de cartas, juegos de perspectivas. Las 8 maravillas del mundo. El coloso de rodas…Muy fatuo pero muy interesante.
Ojalá que alguien que lea tu entrevista decida editar estas 250 páginas.
¿Es usted un coleccionista?
Soy un acumulador. Soy un juntador: Soy como la basura. La basura de cosas chistosas.
¿El humor es importante?
No hay otra cosa. Lo solemne es aburrido
¿Cuál es su comida favorita?
Los cinco moles mexicanos. Me gustan principalmente por el sabor, pero también por la textura. Eso sí, deben ir acompañados por mezcal o tequila.
¿Qué es la felicidad?
Estar en la gracia de Dios. Sentir que uno está bien con la mayoría de la gente, y sentir que uno no se está aprovechando demasiado de los demás y los demás no se están aprovechando de uno.
¿Qué es el éxito?
El éxito no existe.
¿Qué es la belleza?
La belleza debe ser convulsiva o si no, no es…
El criterio de Pedro Friedeberg para hacer amigos es su capacidad de divertirlo. Así su vida es como su estudio, una cajita de curiosidades. Sin confesiones tácitas pero llena de creatividad e invenciones.