La semana pasada falleció Chet JR White a la edad de 40 años. Con él se fue la mitad de Girls, uno de los proyectos musicales más sentidos y sinceros de la historia. La narrativa detrás de la creación de sus dos álbumes de estudio combinada con su sonido, pulcro, pero lleno de catarsis, les vale ser reconocidos como un proyecto de culto y a Album (2009) como uno de los materiales más representativos de su era.
Inspirados en la escena de rock-pop con tintes experimentales que vivía en California a finales de la primera década del siglo, Christopher Owens y Chet JR White decidieron reunirse en el departamento del último para empezar a hacer música. Ambos habían estado involucrados en el desarrollo de varias de las bandas más reconocidas de aquel movimiento, siendo Owens guitarrista de Ariel Pink por varios años y Chet un productor bastante popular. Sin embargo, nunca habían presentado algo por su cuenta.
Deprimidos al sentir que tenían mucho más por dar que -aquellos bullies- que se burlaban de ellos, se sentaron frente a la computadora de Chet y en menos de una hora escribieron la canción ‘Lust For Life’, primer sencillo del álbum Album (2009) que le valió fama internacional y un éxito crítico sin precedentes al duo. Owens inicia “quisiera tener un novio, quisiera tener a un hombre amoroso en mi vida; quisiera haber tenido a un padre, tal vez de esa forma hubiera salido bien; pero estoy loco, estoy totalmente chiflado y enojado”.
Es una canción en la cual se reflejan todos los sentimientos de un chico que creció sin una familia fija; manipulado por el culto extremista Children Of God, el cual no le dejó tener una infancia tradicional. Alejado de la posibilidad de tener amigos de su edad, escuchar música, o ir al cine, Owens creció leyendo textos religiosos y escuchando folk. “Tal vez si tratara con todo mi corazón, podría empezar un nuevo inicio en el amor contigo”, termina por afirmar, dando a conocer que, aunque sufre, tiene una gran esperanza dentro de su corazón.
El relato le valió ser considerada la Mejor Canción y Mejor Álbum del Año para Pitchfork; entrar en el top 10 de los materiales mejor calificados por la crítica de Metacritic; y un sin fin de contratos que los alejaron de su pequeño estudio en casa. Marcas de ropa, grandes festivales masivos, Owens y Chet se convirtieron en la nueva cara del -hipsterismo-. Todo nacido de la necesidad que tenía el dúo por probarse a sí mismos de una forma completamente abierta, tan honesta que la historia de la vida de Christopher Owens queda impresa en el material.
Como una persona que sufrió de rechazo desde una edad muy temprana, el álbum de Girls se define por cargar con palabras y sonidos que reflejan la decepción que siente una persona que no logra encontrar un hogar. Owens canta “No tengo a ningún lado al cual ir y tampoco tengo a nadie para ver. Ningún lugar en donde pertenecer y nadie quien ser” en la hermosa ‘Ghost Mouth’. “Tenía una chica hermosa y un sueño musical, quería todo, pero no me quería a mí”.
Alejado de los espacios y de las personas, cada una de las canciones trata sobre un momento distinto en el cual se sintió perdido, un rompimiento. La camarera ‘Laura’ con la cual “no quiero pelear más, quiero estar en tus pensamientos profundos y ser amigos por toda la eternidad, por toda la eternidad”. La artista ‘Lauren Marie’ a quien le dice “escúchame ahora que te estoy cantando una nueva canción, sé que nunca estaré bien y que estoy loco, pero no me daré por vencido”.
Esa polaridad, entre la obscuridad de su situación actual con las visiones que describe del cómo le gustaría ser en el futuro, otorga a Girls de un sentimiento nostálgico sin comparación dentro de la música popular. Influenciados por bandas clásicas de pop-rock como The Beach Boys, Suede y The Zombies, logran remarcar aun más la sensación con sus instrumentales. Tiernas melodías a guitarra acústica, coros religiosos, órganos que retumban en sus reverberaciones. Todo va de la mano a la perfección con la voz de Owens, destrozada, a punto de llorar, pero lejos del dolor de un adulto; es más cercana a la inocencia de un niño.
“Estoy enfermo y cansado del modo en el cual me siento”, describe en la introducción de la épica ‘Hellhole Retrace’, una pieza de siete minutos que rompe su instrumentación con la llegada de una guitarra con reverberaciones. “No quiero llorar toda mi vida, también quiero reír. Así que ven, ven, ven, ven, ven, y ríe conmigo. No quiero morir sin mover una pierna o dos, así es, también quiero bailar un poco. Así que ven, ven, ven, ven y baila conmigo”.
Pese al gran éxito del proyecto, el cual se mantuvo en el mismo nivel crítico en su siguiente material, cuadriplicando su cantidad de ventas, Girls decidió separarse a finales del 2011. Ya habían tocado en Asia, Europa, Latinoamérica. Habían sido las caras de campañas para Louis Vuitton y habían sido la portada de la Revista NME. Pero la presión y el miedo volvió a tomar a Christopher Owens.
Había conseguido a su mejor pareja. Chet JR White lograba sintetizar los sentimientos y las ideas de Owens como nadie más lo hará. Lo entendía, se preocupaba de él como si fuera un hermano, y se nota cuando escuchas la forma en cómo trató a sus relatos. Después de Girls, Owens no logró entregar la misma coherencia dentro de su música. Como todo creativo hiperactivo, sus álbumes como solista han pecado de estar repletos de ideas, pero ninguna bien trabajada.
Él decidió romper con Girls en un arrebato. Notificando por correo a Chet sin decirle una palabra en persona y anunciándolo por Twitter aquella misma noche. El productor afirmó que ya sentía que esto terminaría, Owens se fue alejando de él poco a poco. La banda sufrió el mismo destino que las relaciones sobre las cuales canta. Es una lástima, puesto que Christopher Owens es una de las almas más puras y hermosas que han llegado a la música popular.