Lugar de Origen: Nueva York, Estados Unidos
Año de Fundación: 2014
“Es la última noche de mi residencia en el Café Carlyle de Nueva York. Sentí un poco de ansiedad en el backstage, rodeado por sus paredes de madera. Empecé a escuchar los gritos de las personas, los setenta asientos ocupados, llamando a mí nombre. Tras preparar mi guitarra acústica, me asomé y noté que había alguien muy especial entre el público: Bill Murray, parado, gritando y con los puños en alto.
La primera vez que me invitaron al café, me contrataron para tocar diez shows y nunca había pasado por mi mente el tocar ahí. Se trató de una residencia a unas cuadras de donde nací, pensé que esto era muy raro. Tras haber tocado tantos shows por tantos años, no quedan muchas propuestas extrañas que quieras hacer, pero esto sonaba divertido.
La primera vez que entré cuarto, lo miré y me dije que debería hacer algo nuevo, ver si había algo interesante ahí dentro. El cuarto es tan pequeño que estás parado en un escenario que no tiene nada de amplificación. La gente que está tomando su cena está justo a tus pies, podría estirar el brazo y arrebatarle un pedazo de pastel de queso al de enfrente.
Es un lugar muy caro, así que hay mucha presión para tocar muchas canciones e interpretar un show distinto puesto que no me acompaña mi banda de rock. Para mí es muy divertido volver a trabajar mis canciones para que funcionen en esta habitación en la cual puedes interactuar con las personas, te hacen preguntas. Interpreto veinte canciones, algunas acompañado y otras solo con una guitarra acústica.
Hay gente muy interesante que entra y sale del Carlyle todo el tiempo, es asombroso. Así que cuando entré al escenario, Bill Murray me señaló con el dedo. Me gritó –buena suerte- desde su asiento. Hizo que me sintiera genial, es increíble tocar para una de las personas a quienes más admiras detrás de las pantallas. Averiguar que es tan cool como siempre quisiste que fuera, eso es mágico”.
Este es un fragmento de memoria con pequeños toques de ficción de Hamilton Leithauser, famoso cantautor estadounidense que ganó el reconocimiento del público y la crítica a principios de la década antepasada como el vocalista y la principal mente creativa detrás de The Walkmen. Hoy, diez años después de la desintegración de aquel proyecto, se encuentra promocionando su segundo gran lanzamiento de este año Live At Café Carlyle (2020), un álbum en vivo que fue grabado dentro de la residencia que tuvo en aquel café, un espacio pequeño, bohemio y muy exclusivo.
El material fue producido durante la cuarentena por él mismo en un formato de audio 4-D Sound con el cual puedes escuchar todos los detalles de lo sucedido durante la grabación del show en 360 grados. “Un día estuve escuchando las cintas para pasar el rato y me golpeó un sentimiento de tristeza al darme cuenta de que no podía seguir tocando shows, así que dije -demonios, recuerdo esto, esto era divertido-“, mencionó Hamilton con respecto a cuando decidió empezar a trabajar en él, “no lo hubiera hecho si no fuera por la cuarentena, sencillamente me pareció que si no iba a estar en un tour, sería interesante llevar este material a las personas”.
El resultado fue un éxito rotundo, de una residencia en un pequeño café de Manhattan, pensado para no más de sesenta personas, se vendieron todas las copias del vinilo al momento de su publicación. “Terminó funcionando mejor de lo que pensé, a la gente le gustó mucho este álbum en vivo”, afirmó el cantante, “creo que la gente está interesada porque es lo más cercano que tengo a un concierto que puedo ofrecerles en este momento”.
El material incluye tanto interpretaciones solitarias en acústico, como extravagantes versiones en jazz de algunas de sus canciones más famosas como solista, incluyendo la galardonada ‘A 1000 Times’, el nuevo sencillo ‘Isabella’ en colaboración con Lucy Dacus, y un par de covers a Randy Newman, Lana del Rey y Panda Bear. Todos condensados en un audio que revela la intimidad de las noches dentro de un Club Café. “Incluso traigo a mi esposa a tocar el piano y a varios amigos que tocan otros instrumentos”, declaró. “Se convierte en una noche íntima con amigos al final de la noche. Tiene una sensación social muy cálida y la amo”.
Hamilton llegó poco más de diez minutos tarde a nuestra conversación por Zoom. Durante aquel intermedio, la agente de relaciones públicas me decía que estaba un poco preocupada, puesto que no es normal que no contesté, pero yo sabía lo que estaba pasando. Había estado siguiendo los últimos movimientos del músico y si hay un punto positivo que ha destacado en esta cuarentena dentro de la industria musical, esa es la vida familiar de Hamilton Leithauser.
Entrevistas, presentaciones online, eventos de interacción con los fans, en todos están presentes sus hijas. Un puñado de muchachitas de entre seis y nueve años de edad. Todas encantadoras, aunque llenas de hiperactividad. “Siento haber llegado tarde, pero la escuela remota no me deja descansar”, mencionó el músico, “es demasiada energía, yo extraño la escuela más que cualquier otra persona, créeme”.
De entre todas esas dinámicas, la más encantadora es el Tiny Desk que grabó desde su jardín. “No tenía una banda, así que tenía dos opciones, hacerlo por mi cuenta, o hacerlo de una forma más interesante y trabajar con lo que tuviera a la mano”, declaró. Una edición titulada Hamilton Leithauser & Family: Tiny Desk (Home) Concert en la cual interpretó varios covers y canciones clásicas de su repertorio en colaboración con su padre, en la armónica; su esposa, en los tambores; y de sus cuatro hijas como coristas. “Lo que tenía a la mano eran un montón de niñas de seis y nueve años de edad”.
“Tomó un poco de trabajo el organizarlas. Hubo una curva de aprendizaje, al inicio estaban nerviosas, temblando, no querían salir, pero al final empezaron a pelear para tener más tiempo frente a la cámara. Eran ruidosas, les decía –tienen que estar tranquilas-. Fue divertido, demasiado genial”, afirmó el músico con su voz, igual de hiperactiva que la descripción que hace de sus hijas, saltando de idea a idea. “Es una locura estar ahora en cuarentena. Cualquier persona que tiene niños pequeños sabe que necesitamos de un descanso”.
Sin embargo, también declaró que “es hermoso ver a tus hijas y al momento en el que te vas, las extrañas tanto que es insoportable. Pero estar todo el día a su lado puede ser sofocante. Es como tener un trabajo de tiempo completo”. Es por esto mismo que “he tratado de mantener mis tours más tranquilos mientras más envejezco, pero esta cuarentena iba a tener uno muy grande”.
Él declaró que a veces se lleva a sus hijas a los conciertos, “lo cual es muy divertido”, pero a final de cuentas “tienes que balancearlo”. “La mayor es de nueve años de edad, así que le tocó el fin de The Walkmen, fue atemorizante al inicio, empiezas pensando que será el fin de tu vida, que todas tus libertades se fueron, pero aprendes a trabajar alrededor de ello”.
Hay otra cosa que Hamilton Leithauser ha aprendido de sus hijas y eso es escuchar música contemporánea. “Ellas escuchan a Taylor Swift, les gusta Lizzo, cualquier cosa que esté en el Top 40 de la radio. Así es como aprendo lo que está pasando en el mundo del pop, eso es gracias a ellas”, señaló.
“Quiero que mi música sea contemporánea y que se mantenga moderna, pero la música que más me gusta es la de 1950. Creo que las melodías , los instrumentos y la personalidad del rock de esa década son lo mejor”, señaló, profundizando en el por qué del estilo -maduro- que imprimió en su agrupación aun estando en sus primeros años de los veintes. “La música que grabo hoy tiene una progresión icónica de la década de los años 50, pero intento agregar mi propia personalidad a ello”.
De acuerdo a lo señalado por Hamilton Leithauser, la impresión que hizo que The Walkmen fuera especial es que “lo único de lo que estábamos seguros es que no queríamos sonar como Child On Fire, ni como The Recourse, nuestras bandas pasadas”. Aquellos proyectos eran bandas de rock típicas, cuartetos con guitarra, bajo, batería y vocalista, con el cual “imitábamos los sonidos de The Stooges o de The Cramps”, así que se distanciaron lo más que pudieron de -lo común- dentro de una banda de rock.
Ese distanciamiento los llevó a utilizar un piano en el estudio y ahí, en su primer día de grabación como The Walkmen, nació ‘We’ve Been Had’. Una canción con una producción sensacional cuya escucha parece remitir a la época de los gramófonos y “que tenía una sensación cabaret con la cual empezamos a formular un sonido a la Randy Newman, sonaba al cuarto de un bar”. A sus palabras “era una dirección muy interesante”.
Él continuó, relatando las sensaciones de esos primeros años de éxito. “Grabamos muchas canciones con esa misma sensación y las lanzamos en dos EP’s sin nombre. Ambos fueron convertidos en nuestro primer álbum de estudio Everyone Who Pretended To Like Me Is Gone (2002)”. Un debut soñado con una personalidad incomparable que los estableció como uno de los actos más importantes de aquella escena neoyorquina en la cual también se estaban desarrollando bandas como The Strokes, Yeah Yeah Yeahs e Interpol. Sus largos instrumentales, producción atmosférica y elementos de cabaret los posicionaron como -la alternativa intelectual- de su camada, algo que se vio presente dentro de su alto nivel de aceptación por parte de la crítica, la cual se mantuvo aclamándolos hasta su último material Heaven (2012).
Sin embargo, poco antes de estrenar a aqueñ debut, se encerraron una vez más en el estudio pensando en agregarle un poco más de músculo a sus próximas canciones. “De inmediato grabamos ‘The Rat’ y ‘Little House Savages’, nos divirtió ser una banda un poco más pesada. Esa intención se convirtió en nuestro segundo álbum Bows and Arrows (2004)”. Un material con el cual lograron saltar al mainstream internacional debido a esa primera canción mencionada, una locura garage-rock cuyo intenso ritmo de batería y emotiva interpretación vocal lograron que fuera considerada como una de las diez mejores canciones de la década por parte de Pitchfork.
“Creo que esos dos primeros álbumes nos definieron. Podíamos ser ruidosos, musculosos, la batería podía patear traseros, teníamos un gran baterista. Pero al mismo tiempo teníamos canciones como ‘Red Moon’ o ‘Canadian Girl’ con influencia de cabaret. Un sonido mucho más quieto, pero creo que lo hacíamos muy bien”, afirmó Hamilton Leithauser. “Era genial porque funcionaba para cada situación, dependiendo de la necesidad, del cómo sientas la noche. En un festival de rock en Londres, Inglaterra, podías presentar algo violento y divertido, lo cual es genial. Pero después, puedes estar en un evento de jazz en Lisboa, Portugal, y presentarte con un oboe para interpretar tus canciones atmosféricas en medio del bosque”.
Sin embargo, aquello también fue lo más complicado al tener que hacer el salto a su carrera como solista, puesto que “de repente, ya no tenía esos 15 años de repertorio como con The Walkmen. Desperté y tenía 10 canciones como solista. Eso era todo. Me dije –demonios, en serio tengo que expandir mi repertorio-“.
Y expandir su repertorio es lo que ha estado haciendo a lo largo de esta cuarentena. Puesto que estrenar un exitosísimo álbum en vivo a pocos meses de haber lanzado su tercer material de estudio como solista no es suficiente para Hamilton Leithauser, el ex-líder de the Walkmen también está trabajando en “un calendario muy estructurado, así que entre semana trato de estar en el estudio tantas horas como sean posibles, pero ahora mismo las niñas están en escuela remota y no pueden hacerlo sin supervisión”.
En un artículo escrito por él mismo para la página de los Premios Grammy, describió que ha estado trabajando en una misma canción durante los últimos tres años y medio. “Va de la mano con otra en la cual he trabajado por dos años y medio, creí que las integraría a The Love Of Your Life (2020), pero no logré terminarlas a tiempo”. Una lástima, puesto que “las amo mucho, pero no he podido soltarlas; han estado en mi cabeza durante todo este tiempo y en este punto no sé en qué terminen”.
“Es un poco gracioso que a veces puedes meterte a tu madriguera y perderte tanto en una canción. Puedes desperdiciar meses o años en ella y, al final, la canción no funciona. Es muy frustrante”, mencionó. “¿Sabes? es realmente importante no perderte tanto cuando trabajas en algo, en especial cuando trabajas solo. Pero luego leo cosas como que Leonard Cohen declaró que sus mejores canciones las trabajó durante cinco o seis años”, información que ha contrastado con su antigua visión de las cosas. “Creí que debía seguir la línea de The Stooges, llegar a un cuarto y hacer las grabaciones de forma instantánea; pero ahora estoy tratando de depositar mi fe en la idea de que no tienes que golpearte la cabeza contra la pared solo porque te perdiste en el bosque. Hay que ser cuidadoso, es difícil, sobretodo cuando trabajas solo”.
Con respecto a estas canciones, afirmó que “realmente quería terminarlas para el álbum pasado, pero todavía no me gustaba el resultado final; incluso pensé que una de ellas sería el sencillo principal, pero aun no está terminada”.
“Me gusta mi interpretación. Ahora trabajo solo y tengo mi propio estudio de grabación en casa, así que puedo componer canciones y grabarlas al mismo tiempo. Es la forma en la cual puedo imprimir el mayor grado de espontaneidad. La primera vez que tocas una línea de guitarra y la capturas para grabar detalles encima de ella, continuar con la diversión en esta oficina repleta de estéreos”, declaró Hamilton Leithauser.
“Así que tengo partes que toco que me encantan y que quiero que la gente escuche, quiero terminarlas, llevarlas al Sol. Las escucho, me encanta, pero después me canso de ellas y digo –a la mierda, odio esto, no quiero volver a escucharlo nunca más, esto se terminó-. La dejo a un lado por nueve meses, pero llega un punto en el cual algo me la recuerda y pienso –mierda, tiene algo especial que sigue molestándome, me gusta-. La mayoría es basura, el 80 por ciento de las cosas en las que trabajo lo son, pero en algunas ocasiones se acercan todo el tiempo con sus cabezas horripilantes y no puedes terminar de matarlos”, terminó por decir Hamilton Leithauser, dando a entender que ya tenía que retirarse para atender a sus hijas. “fue un gusto platicar contigo”, mencionó, al tiempo que apagó el micrófono.