El pasado viernes se publicó Infamous (2020), el álbum en formato largo más atrevido y ecléctico del artista todoterreno uruguayo –aunque residente desde hace un par de década en Barcelona- Fernando Lagreca.
Atrás quedó por lo tanto aquel LP Control (2014) plagado de porosidades atmosféricas muy afines a la chill-wave y el emo-pop para, aún sin olvidar su apego a los sonidos sintéticos y altamente melódicas, ofrecernos una tundra de sonidos electrónicos donde encontramos desde urban aleteando con R&B, a canciones inspiradas en el dancehall asiático, beats rotos pegadizos que nos recuerdan al mejor Moby… e incluso drum’n’bass noventero o techno actual con voluntad neo-disco.
Eso en lo musical que ya puedes escuchar en todas las plataformas digitales –también se publicará en vinilo- ¿pero y en el contenido, qué habrá inspirado o provocado cada canción? Lagreca nos lo cuenta y desgrana una por una en exclusiva para WARP.
Es un tema que me recuerda bastante a anteriores piezas compuestas por mí. Esa sonoridad épica podría haber funcionado también como un buen Outro aunque me decanté más una apertura del disco con toms orquestales, strings, guitarras y una intensidad concentrada en un par de minutos. Ideal para abrir boca y también desconcertar, porque el resto del álbum no tiene mucho que ver con el barroco palaciego de “Creation”.
Para el pasaje de calma de la intro me imaginé como una nave alunizando, como una mirada a una estación espacial en pleno movimiento. De ahí su nombre y su leit motiv. Luego con la incursión de pinceladas acid y el empuje todo se vuelve mucho más enérgico. Mi intención es la de tambalear al oyente, llevarlo de un costado a otro hasta alcanzar la verdadera canción que abriría “Infamous”. Esta es “Dissociation”.
Es sin duda alguna la que acabó definiendo la esencia peleona y abierta de este álbum, de ahí a que lo escogí como primer single. A su vez aporta un halo de misterio, desilusión e ilusión a la vez. La base inquieta por momentos y da calma por otros. Terminado se trata de un corte que al escucharlo me ofrece sensaciones encontradas, de ahí su nombre. Luego, al incorporar las vocales de Chantelle R., creció en personalidad e intensidad. Gracias a esa cadencia comencé a imaginarme bailes y coreografías callejeras. Para el video-clip se utilizaron filmaciones de la escena dancehall asiática, un estilo que ha prendido muy fuerte allí y que sin dejar de ser minoritario tiene una fuerte presencia a nivel urbano pero sin llegar a despuntar. Esto es también otra incongruencia, otra disociación.
Imposible olvidar totalmente aquella época tan bonita que fue la salida de “Control”. Es un álbum al que le tengo mucho cariño, más allá que tuvo una muy buena acogida y me permitió actuaciones en sitios como Sónar. Cuenta con una secuencia de arpegios y una melodía muy triste y acuática. A su vez discurre entre momentos muy épicos. De hecho se trata como la 2ª parte de “Run”, canción incluida en aquel anterior long play. No se trataría de un mero calco de mí mismo. Cohexisten muchos elementos nuevos, secuencias distintas, melodías voladoras, más BPM, intensidad y baile. Son dos creaciones habitando en un mismo corazón que palpita por sí solo.
Como buen fan de Roni Size en los 90s adoraba esos temazos Drum & Bass con vocales sincopados a lo “Watching Windows” o incluso “Share The Fall”. También recuerdo estar hipnotizado por las galaxias que planteaba Goldie con su “Saturnz Return” series en tracks como “Timeless”, “Inner City Life” o “Angel”. Hacía mucho que no grababa nada en este aspecto aunque siempre que puedo, ya que me divierte mucho, me encierro en el estudio para soltar riendas con jam sessions en las que programo un ritmo D’n’B, pillo las baquetas y me pongo a tocar con la batería electrónica encima intentando seguirle el juego a los 160 o 170 BPMs. Pura diversión de freak está claro. Ya era hora de volcar todo ese desahogo con alguna canción con nariz, boca y ojos. Es el caso.
Confieso que es de las canciones que más me gustan del álbum. Creo que posee mucho gancho. Surgió leyendo en internet cosas sobre hackers, y me dio que pensar que en los 90s no había casi internet, y que esa era una palabra que estaba en la sombra para casi todo el mundo. Seguro que los habría ya… me imaginé la banda sonora para una película inglesa de piratas informáticos, nada nuevo bajo el sol, pero bueno. Tras verla me encerré en el estudio y lo que me sugirió todo aquello fueron una buena colmena de beats, un poco de old school chords y un riff que se va repitiendo por allí dialogando con la 303.
Como este álbum sale en vinilo, necesitaba una intro potente para la Cara B. Es el caso, “Tears of the Future” resume bastante bien lo que es mi idea de un nuevo comienzo. Épico pero melancólico. La canción me inspira el ir a una playa para observar como las nubes se meriendan el atardecer, anunciando un porvenir que se antoja como tiene que ser, impredecible. Los arpegios y los arreglos de batería le dan más solemnidad de la que el tema tiene en realidad, pero me gustó el juego de profundidad tipo banda sonora y un poco de esa tristeza que posee.
Se trata del tercer single extraído del álbum. Se base en una historia de ruptura inventada, algo visto en alguna serie o algo así, no recuerdo bien ahora… Ninguna vivencia personal o real. La lluvia que todo lo invade, un día gris de verano de esos que aparecen como descolgados por allí en medio de la temporada de playa, y una excusa perfecta para jugar con el sidechain un rato más de la cuenta, una reverb casual que le viene al pelo al Bass Station, ritmos generados con un sinte FM y las vocales de B. Dopran que serpentean como una danza extraña con los bajos. Al final, vence el optimismo.
El segundo video y single en ver la luz. Así ocurrió por decisión propia ya que quería avanzar cosas también de sonoridades más technosas incluidas también en el nuevo LP. El optimismo de la pista anterior se replica aquí (aunque sean como dos micro universos distintos) e incluso se potencia. El título, que vaticina una condición solitaria, es sólo una pantalla para enmarcar un track repleto de vigor, donde dos golpetazos de bombo se enlazan todo el rato, suben y bajan. Son ellos los que llevan en volandas todo el minutaje. Este corte me recuerda a muchas otras cosas, pero no a la soledad, como dije antes, el nombre aquí es sólo un envoltorio ¡nos vemos en la pista amigos.
Hace un tiempo que tenía esta pieza de spoken word que a su vez resulta como una especie de rap en la que se nos habla de las complicaciones de la vida fácil, las drogas, los sueños de un mundo mejor desde la cárcel, etc. El vocalista americano Kamal Imani decidió plasmar su visión sobre ciertas pautas sociales que, nos guste o no, nos acompañan. El texto me pareció más que interesante, y aunque inicialmente le pedí permiso para usarla en un tema de pista, algo más house tal vez, luego pasó a la carpeta de ‘proyectos sin acabar’. Al encontrar alguna otra cosa suya por ahí me regresó la idea de rescatarle, pero dándole un prisma más hip-hop (con permiso de los beatmakers de verdad, ya que jamás había hecho nada de este estilo y sólo me he permitido irrumpir un poco inspirado en la vocal). El Sub37 tiene la culpa de casi todo lo que suena por ahí abajo, ¡los bajos y arpegios Moog ayudan mucho!
La canción estaba pensada para ser el cierre del álbum. De este modo darle un poco de seriedad a la cosa. Es oscura, laberíntica, profunda, de fin de viaje. El vocoder clama sobre un poema geek que leí surfeando por la web llamado ‘Motherboard’ y sí, imagino que algunos a los que le gustaba la IDM en los ’90 -como a mí- igual reconocen alguna influencia, que yo por supuesto negaré. El sampleo final no es otro más que el amigo Charles M. Manson explicándose en su juicio que podría haber dado más de sí, vaya pieza él… total, en mi opinión el tema perdió seriedad conceptual con el sampleo con el que Mason enloqueció al jurado, aunque ganó a nivel compositivo, pero ya quedó fuera del privilegio de ser el cierre del disco.
Iba a ser un descarte por el piano infame ese que tiene, de ahí su nombre. Y es que no me convencía, eso hasta que se le cayó encima una tonelada de Phaser -casi literalmente- y ahí ya cambió la cosa. Vale, seguía siendo un piano infame, el típico piano doble (que tocas el mismo acorde con ambas manos casi como saltando con las notas) de toda la vida, manidísimo como no, en los ’90 también (ojo, que no es un álbum ’90 pero bueno, quien tuvo retuvo) y que aquí al final de cuentas pues me acabó gustando, en combinación con ese arranque lento, muy progresivo, con pequeñas capas que se van agregando, y que crean un clima de buen rollo de esos que no puedes parar de bailotear… Pues eso, opté definitivamente por este pequeño infame –‘Adopte un Piano Doble’ se debería llamar el tema-, para despedir mi nuevo largo de estudio ¿bien, no?