Tras tres años de haber estrenado el aclamado, multi-premiado y éxito comercial Oracular Spectacular (2007), el duo debutante de MGMT se encontraba como uno de los proyectos más prometedores para la industria del pop internacional. Su primer álbum, impregnado de influencias new-wave, encantado con un imaginario neo-hippie, repleto de finos detalles electrónicos y de coros irresistibles sobre estructuras neo-psicodélicas, terminó por dictar una moda, dando voz a toda una subcultura generacional.
Su segundo álbum de estudio era uno de los lanzamientos más esperados del 2010, por una gran diferencia. Se esperaba un material que madurara el sonido de su debut, pero que mantuviera sus características pop, que fuera igual de bailable y de fácil digestión. Sin embargo, lo que entregaron en Congratulations (2010) no contenía nada de aquello, generando una opinión dividida, aunque mayoritariamente negativa por parte de la crítica y del público, cavando un agujero en el cual el proyecto estuvo metido durante varios años, alejado del mainstream y con la imposibilidad de que los especialistas los tomaran en serio.
Hoy podemos ver con sarcasmo lo que este álbum significó para sus creadores: “Han sido 10 años desde el lanzamiento de nuestro universalmente aclamado y hit número uno en todo el mundo Congratulations“. Tomando con humor su fracaso, pero también reafirmando su amor por este proyecto, uno que tras diez años de haber visto la luz sigue generando conversación, consiguiendo un nicho que lo ha aclamado como una obra incomprendida de su tiempo y que ha afirmado que se trató de un suicidio comercial planificado, tal como Metal Machine Music de Lou Reed o Pinkerton de Weezer. Hoy profundizaremos en ella.
Como sus autores han declarado en diversas ocasiones, el éxito de su debut no llegó a ser significativo para ellos, pues no es un material que consideren como algo propio, ellos querían hacer algo mucho más parecido a sus materiales más recientes, “algo que la gente quiera escuchar de principio a fin, no un álbum para la radio”. Un juicio que quedó bien remarcado cuando Van Wyngarden anunció el lanzamiento del material a través de una entrevista con Spin “aquí no habrá nada de ‘Time To Pretend’ o ‘Kids'”.
La banda estaba harta de ser vista como un proyecto pop, radial, por muy esnob que suene el odio al ser público. No tenían intenciones de hacer que la gente brincara de emoción con sus canciones, ni en fiestas, ni en conciertos. Por el contrario, siempre tuvieron intereses un poco más sombríos, enfocando toda su atención desde entonces en la generación de conceptos, texturas y sonoridades que fungieran un papel inmersivo.
Eran demasiado extraños para la radio y tener éxito en ella les extrañó aun más, por lo que en Congratulations (2010) hacen uso de algunas técnicas para distanciarse de la misma, sin tener que romper por completo con su esencia pop, y lo primero que se da a notar es la gran exageración que se hace de todo, tanto a nivel discursivo como sonoro, dentro del álbum.
Tal como si se tratara del soundtrack de una caricatura violenta, la música juega con ritmos intensos, vertiginosos, que son adornados con gritos, sonidos chillones, sintetizadores con toque humorísticos. Es una paleta colorida que se intensifica cuando juegan con coros pop para empezar a dar vueltas en movimientos progresivos.
Es una idea que se ve muy bien representada en su portada, la cual es literalmente una caricatura hecha por el artista Anthony Ausgang de un puercoespín de dos cabeza surfeando sobre una ola que parece un gato a punto de devorarlo. A él, la banda le indicó que “usara colores brillantes sobre una idea que fuera un poco obscura”.
Aunque muchas canciones en este material siguen con la estructura verso-coro-verso del pop tradicional sobre ritmos en pares de cuatros, hay algunos otros que se atreven a generar viajes mucho más planos, con estructuras lineales que crean el sentir de estar atravesando un camino al estilo de Alicia en el País de las Maravillas. Una serie de instrumentos alegres con melodías sombrías que de repente pueden llegar a ser aterradoras gracias a los vocales del líder del proyecto, quien no posee una voz dotada, pero que utiliza a la perfección sus limitaciones para generar emociones intensas, disruptivas.
Nada se ve mejor para representar a este material que el primer sencillo del mismo, una canción de poco más de cuatro minutos titulada ‘Flash Delirium’ que puede ser considerada como una forma retorcida de un hit pop. Es evidente que hay diversas secciones en la pieza que nos transmite de un electro-pop tranquilo a un caos punk intensificado que en sus intermedios juega con coros quasi-estudiantiles y un solo de flautín. Parece una burla, una forma brillante de asegurar que pueden hacer una canción pop perfecta, pero que tienen el interés de destruirla, agregándole capas y capas de complejidad estructural e instrumental.
No es que se trate de una obra maestra ni de la canción más interesante que se haya hecho dentro del pop, experimentos similares con respecto a la destrucción de piezas pop ya se habían hecho y de formas mucho más evidentes en artistas como Xiu Xiu. Sin embargo, la canción tiene un encanto particular, generado debido a que su forma de -destruir- la pieza no se encuentra en algunas distorsiones, en la integración de un momento de catarsis fluxus o en algo por el estilo. En su lugar, se encuentra en la exageración, la importancia que se le da a cada uno de sus elementos, incluyendo el canto de Van, que termina siendo tan ridículo que queda tal cual como un personaje de caricatura.
Esta exageración se encuentra presente desde el inicio, con el track introductorio ‘It’s Working’ que cuenta con un oscilador chillón en su inicio que viene acompañado por una línea de bajo cumplidora, puntual, pero que encuentra su genialidad en los armónicos, muy ambiciosos en su repertorio.
El par de canciones que hablan sobre los héroes musicales de MGMT son las piezas más ansiosas del álbum, puesto que ‘Song For Dan Treacy’ nos muestra unos órganos de carnaval de película de terror, llevándonos a un final repleto de órganos. Por otro lado, ‘Brian Eno’ es una pieza gótica de indie-pop que tiene tintes de lounge jazz en su instrumentación. Pero son mucho más excéntricas ‘Lady Dada’s Nightmare’ con sus vibras neo-psicodélicas y una estructura plana, al igual que ‘Siberian Breaks’, una pieza de clausura de 12 minutos que es probable que siga siendo la canción más ambiciosa en la historia de la banda.
Finalmente, el álbum logró lo que la banda se proponía. Es un material interesante para escuchar en soledad, alejado de las fiestas y de los conciertos, que acompañado con un gran concepto visual, logra crear un aura de introspección profunda con respecto a la mortalidad, todo adornado por canciones brillantes, coloridas, que suena tan positivas que encuentran su polo opuesto perfecto en relación a lo sombrío de sus temas.