Atravesamos una crisis sanitaria que se ha expandido gradualmente por todo el mundo, misma que nos obliga a permanecer en casa como la acción más eficaz para frenar la pandemia. Se trata de una situación que ha cambiado el estilo de vida de muchos en el sentido de que ha modificado la forma de trabajar, adquirir bienes y, lo más importante, se transforma la manera en que percibimos la realidad.
Este periodo brinda también un espacio para la introspección, pensar la vida en soledad, aislados de todo y todos; percibir la realidad sin rastro humano puede ser uno de las principales sugerencias que nos arroja el arte mismo.
Previo a la pandemia de coronavirus COVID-19, la vida ya resultaba bastante compleja, sumergidos en una modernidad líquida, donde los eventos tenían cabida de manera tan efímera e intrascendente. Esta novedofilia trae como consecuencia la falta de profundidad y sofisticación que sufrimos actualmente.
Una de las personas que visualizó y atendió esta alienación fue el pintor estadounidense Edward Hopper quien destacó por plasmar como nadie la soledad, aislamiento, tristeza y desesperanza de los personajes de sus obras; esto lo realizaba a través de la representación de escenas cotidianas, ya sea con una o varias personas o incluso de ambientes tan comunes como la fachada de una casa, una ventana, etc.
Hopper murió a inicios del siglo XX, periodo en que surgieron movimientos artísticos denominados vanguardias que, además de resistirse a ser categorizados en una definición, buscaban mostrar el mundo de una forma distinta. La vida es, ante todo, una convención: involucra cómo actuamos e interactuamos; lo que aceptamos y aquello que juzgamos; lo que atendemos y no.
En ese sentido, Hopper logró representar la soledad a través de las situaciones cotidianas de un mundo occidental nos hace estar cada día más aislados. Esta virtualidad de presencia nos demuestra cuán alienado podemos vivir sin tener consideraciones con la otredad. Una de las aportaciones de Hopper es evidenciar que la creación de las imágenes, cinematográficas o pictóricas, parten de las cosas que nos rodean y, en paralelo, son expresión de un mundo personal e íntimo.
Recientemente el trabajo de Edward Hopper se ha popularizado en redes sociales debido a que los usuarios se han identificado con las escenas que el pintor retrató y la situación de aislamiento global en que nos encontramos. Obras como Automat (1927), Nighthawk (1942) o Chop Suey (1929). Son imágenes que décadas después de su creación, cobran sentido en una realidad caótica y ayudan a conscientizar respecto a lo que la soledad implica y puede darnos.
Sun in an Empty Room (1963) fue una de las últimas obras que realizó el pintor, a propósito, en entrevista con John Morse explicó que el concepto de la soledad y lo que ésta refiere era gran motivo de inspiración. “Siempre me ha intrigado una habitación vacía. Cuando estábamos en la escuela, Du Bois, Rockwell Kent y otros debatían sobre cuál sería el aspecto de una habitación cuando nadie la veía ni nadie la miraba. ¡Claro está que siempre podría haber un ratón en algún lugar de la misma! He trabajado tanto con la figura, que he decidido dejarla fuera”, explicó el artista.
La soledad ha sido concebida como un estado de aislamiento físico y se puede explicar como una respuesta frente a la falta de relaciones personales, sin embargo, en un contexto socio-digital, estar solo se ha convertido en una situación caótica y ha provocado daños a la salud, esto implica un desequilibrio, sin duda, a la forma en que interactuamos; podemos afrontarla de manera negativa o positivo, dependiendo del nivel de resiliencia. La carencia de una red de apoyo social sumado a la densificación de información acerca de la pandemia que presenciamos puede detonar en la desesperación o frustración.
Como ya se ha mencionado, este periodo de aislamiento ha traído formas diferentes de hacer las cosas en tanto que asimilamos lo que sucede, en ese sentido, podemos percatarnos de que hay muchas formas diferentes de trabajar, de emplearnos y de subsistir. Cuando se presenta una variación de cómo hemos llevado la vida, conocemos la existencia de esas variaciones. Se trata de un despertar que, en este caso, viene acompañado del arte y en específico del trabajo que realizó Edward Hopper años atrás.