La semana pasada, la super-estrella colombiana J. Balvin realizó una votación por medio de Instagram, en la cual explicaba que el mundo estaba triste “¿deberíamos sacar Colores en este momento?”. La respuesta fue unánime, “en este momento tan gris, el mundo necesita más que nunca de estos Colores, ahora más que nunca la gente necesita música”.
Este es su primer material en solitario desde Vibras (2018), uno de los álbumes más aclamados en la historia del género que presentó una interesante mezcla de su famoso reggaeton-pop con detalles de trap y de electrónica de vanguardia. Se trató de un álbum fresco cuyo sonido sigue sin poder ser emulado por alguien más, mismo que le dio proyección internacional gracias a la carta de amor a su latinidad ‘Mi Gente’.
Hoy, regresa con un material mucho menos ambicioso en su parte sonora, aunque mucho más en el mundo que lo rodea, incluyendo videos musicales, arte gráfico y concepto general. Esto es fácil de ver desde el primer acercamiento, con la portada del material y las distintas imágenes que dan su imagen a cada uno de de los sencillo. Se trata de obras del artista contemporáneo Takashi Murakami, mismo que solo ha colaborado en proyectos musicales de artistas como Kanye West y Billie Eilish. Él tomó un papel creativo de importancia mayúscula en Colores (2020), otorgándole un concepto único al material en el cual cada canción pretende dirigir directamente a la sensación que da ver el color que lleva su nombre.
Aunque los visuales son vistosos y los videos musicales se encuentren dentro de las producciones más elaboradas en la historia de la música, la realidad es que el álbum en su aspecto musical es una decepción si lo que buscabas son los sonidos vibrantes, complejos y por momentos agresivos de sus pasados dos materiales. Este es J. Balvin interpretando canciones de su lado más fácil de digerir, es un material pensado cien por ciento para mover los pies sin importar de dónde vengas o tu ideología. Las diez piezas que lo componen son piezas cuya riqueza recae principalmente en su zona rítmica y cuyos ganchos son irresistibles.
El material inicia con ‘Amarillo’, una pieza que captura y cuya mayor peculiaridad es una armonía bastante extraña que está presente a lo largo de toda la canción, un tipo de trompeta que en realidad es el sonido modificado del cantante soplando. Temáticamente, el color remite al lado más egocéntrico del vocalista, quien afirma que él es el mejor para iniciar la fiesta y que todo el mundo lo conoce.
Por otro lado ‘Azul’ es una canción fría sobre el desamor, impregnada por un dembow irresistible, detalles atmosféricos a sintetizador, detalles en un órgano y voces corales. Es la pieza más cercana a lo realizado en Vibras (2018), pero su impulso llega a ‘Rojo’, en el cual sigue hablando sobre el desamor, pero ahora de una forma mucho menos sensual y mucho más pasional. Se trata de una pieza de reggaetón pop con un coro que entra firme a los pocos segundos de haber iniciado, la misma también incluye sonidos atmosféricos en su base instrumental junto con un dembow que sobresale gracias a su producción, dando la sensación de que está siendo tocado en un tubular.
El álbum prosigue con ‘Rosa’ en el cual J. Balvin crea un aura mística a su alrededor mientras narra su deseo por la mujer del cual cantó previamente en desamor. Por otro lado, en ‘Morado’ deja ir sus sentimientos de decepción con un acercamiento lírico mucho más seductivo y con detalles musicales que rememoran a las bandas sonoras de películas con temáticas místicas.
Sky Rompiendo, su productor de cabecera, se integra por primera y única ocasión en este álbum dentro de la interesante ‘Verde’, otra canción con detalles que hacen alusión a los tubulares, pero que sobresale gracias a los ruidos vocales que rodean al vocalista, mismos que parecen estar haciendo gárgaras, pero con ritmo. También es la canción del material en el cual J. Balvin otorga una interpretación más violenta, cercana a los traperos que lo rodean.
Al otro lado del espectro, se encuentra ‘Negro’ como una de las piezas más lentas, pero que más presión producen. Es una canción sin espacio para la catarsis que habla sobre el perreo, razón por la cual es interesante que ‘Gris’ sea todo lo contrario en su repertorio instrumental, mucho más centrado en elementos orgánicos que en la electrónica; tanto en su enfoqué lírico, que en este caso es romántico.
El material llega a su fin con dos piezas muy distintas entre sí, siendo ‘Arcoíris’ una pieza con detalles vocales que proceden de medio oriente y del continente africano, todo cantado sobre un oscilador hipnotizante que se mantiene siempre como el protagonista de la pieza. Por otro lado ‘Blanco’ es una pieza pop irresistible con ganchos que no se te van a salir de la cabeza, es además la más adictiva del material.
Al final, la intención de J. Balvin por crear un material que se sienta como una lluvia de colores no terminó por concretarse. Se veía desde los adelantos de Colores (2020) puesto que no hay elementos particulares que nos digan que esto suena y habla sobre un color en particular dentro de ninguna de las piezas; mostrándose además como uno de los discos más planos en la carrera del reggaetonero. Sin embargo, cada una de las canciones es un posible sencillo, su producción es impecable y el trabajo conceptual alrededor del material es brillante. Se trata de un evento dentro de la música latinoamericana y en un álbum que se tiene que experimentar.