A más de dos décadas del fallecimiento del productor y director Stanley Kubrick, Louis Vuitton a cargo de Nicolas Ghesquière, cerró la semana de la Moda de París con un espectáculo que evocó al arte del ilustre cineasta.
En las instalaciones del Louvre, la afamada marca de ropa hizo un viaje en el tiempo con un desfile que fusionó el estilo retro con un toque futuristas. El espectáculo dio inicio con la apertura de una cortina que revelaba a 200 cantantes de ópera vestidos de figuras históricas que aludían a la época del siglo XV hasta la década de 1950. En colaboración con Milena Canonero, la italiana acreedora de varios Premios de la Academia y que trabajó con Stanley Kubrick en A Clockwork Orange (1971) y Barry Lyndon (1975), se encargó del vestuario y realizó hincapié en la modernidad de sus propios diseños.
Posteriormente, cada uno de los personales de las seis hileras que componía el show, se levantaron y cantaron en representación de sus papeles para dar inicio a una pasarela de ritmo rápido que mostró futurismo e historicismo en sus influencias. Se trató de una colección sin duda moderna y nostálgica que recordaba épocas previas, por lo que resultó un tanto melancólica.
Diversas modelos exhibieron pieles de motocross, pantalones de paracaídas con cremallera; faldas con volantes españolas combinadas con chaquetas de esquí; chalecos a rayas y cuadros del Príncipe de Gales que se acompañaban con corpiños de cuero con aspecto robótico. La pasarela se acompañó con una banda sonora que se adecuaba al show: ‘Three Hundred and Twenty’, compuesta por el músico y también diseñador francés Woodkid y Bryce Dessner, compositor y guitarrista de The Narional.
En general, Louis Vuitton presentó una colección ultra lujosas para correr al futuro o si es el caso, volver al pasado. Con esta propuesta, Ghesquière plantea que la moda es un péndulo que oscila en diversas referencias, mismas que pueden adecuarse al tiempo o a la historia misma, como es el caso.
Al respecto, Nicolas Ghesquière director creativo de ropa femenina de la marca explicó que: “el tiempo es fundamental en el mundo de la moda. Quería enfrentar diferentes épocas, la nuestra. Todos estos pasados están representados por personajes con trajes históricos”.
Su primer trabajo como director cinematográfico fue con una serie de documentales rodados a comienzos de la década de los años 50, los cortos Day of the fight (1951), Flying Padre (1951) y The Seafarers (1953). Unos años antes, en 1947, se había casado con Toba Metz, dialoguista de la que se divorció en 1952.
Su primer trabajo de ficción fue Fear and desire (1953), drama bélico de bajo presupuesto en el que apareció como actor el posterior director Paul Mazursky. Más tarde rodó otro título interesante pero menor en su brillante filmografía, Killer’s Kiss (1955), relato narrado en flashback de poco más de una hora interpretado por Frank Silvera, quien también había sido el protagonista de Fear and Desire.