Entre arena, grava, rocas, hierba y agua se forman los jardines japoneses. La notoria imagen de una cultura que por medio de su historia destaca un interés por englobar en todas sus manifestaciones lo espiritual y estético.
La crónica del “jardin japones” es inherente a una longevisima creación, pero su percepción es difícilmente entendida. De manera relativa se habla de guías estéticas, interpretaciones y diferentes periodos. Por medio de la función se hacen diferenciaciones, pero todo esto es confrontando por fuentes y lecturas aún especulativas, diversas.
El jardin japones existe de la manera más sencilla, como una construcción de diseño enlazado a la función espiritual. El llamado jardín-escena, representación de los grandes paisajes y una aparente incitación meditativa.
La arena como representación del mar, el diseño de líneas como una proyección de las olas alrededor de rocas y estas como como islas o montañas en el vaho. De la función contemplativa, nunca para pasear, solo ver la conexión del hombre y la mitología de la naturaleza.
La realidad es que muchas de estas observaciones, las que postulan la idea de un macrocosmos miniatura, son usualmente diagnosticadas de percepciones occidentales sobre el mito zen del oriente.
Al mismo tiempo se comprende la relación del jardín con el shinto, la presencia del sobre cómo espíritu en todas las cosas. Se puede observar el tributo a la pureza del contexto y el recordatorio de un diseño divino. En estos convive el ritual de la capilla natural.
En su historia destacan los contraste de la nobleza y aristocracia como gestores y usuarios de los jardines. La incorporación de los jardines por medio de su larga trayectoria, ve su función de el hogar cercano al entorno, al entorno en el hogar.
Cuando hablamos del entendimiento contemporáneo del jardin japones, se habla de los periodos Kamakura y Muromachi, donde aparecieron algunos de los más famosos templos y jardines. Entre ellos quizá el jardín más famoso de todos; Ryoan-ji en Kyoto.
Aparece por este periodo la similitud sustancial de la estética y diseño japones. Conceptos como el de la sensibilidad perecedera, el yugen como simplicidad elegante y yohaku no bi como belleza del vacío.
Michael Baridon, un importante investigador del tema desmenuza el tema diciendo “La naturaleza, si la hiciera expresiva reduciéndose a sus formas abstractas, podría transmitir los pensamientos más profundos por su simple presencia” […]” Las composiciones de piedra, ya comunes en China, se convirtieron en Japón, verdaderos paisajes petrificados, que parecía suspendido en el tiempo.”
En realidad el jardín zen, es una creación perpetua de la semblanza de la cultura japonesa y que hoy se complica en su versión contemporánea. No obstante es claro que su manifestación es simulación y evocación. Un componente relativamente entendido por lo contemporáneo como reflexión del enlace natural.
Con un tema tan abiertamente interpretativo, del que parece que se tiene tanta información y su historial es complejo, se evidencia en gran medida su completa tergiversación en periodo de tiempo.
Cuando se menciona Ryoan-ji, es vistoso y cautivante, inentendible e incorrecto, pero vigente en su función cultural.