Aitor Etxebarria, una conversación nihilista sobre el paisaje #BandsYouNeedToKnow

// Por: Oscar Adame

mar 7 enero, 2020

En esta sección nos sumergimos a la mente detrás de nuestros proyectos emergentes favoritos. Sean nacionales o internacionales, los músicos nos cuentan sus razones para hacer arte. 

Lugar de Origen: Gernika, País Vasco 
Año de Fundación: 2016
Miembros: Aitor Etxebarria 

Estaba tocando sobre el escenario del Club Trinquete en Gernika. El espacio es mediano, bastante obscuro, pero con una cristalera enorme que da hacia la ciudad por donde entran las luces. Una pasada ubicada dentro de una zona industrial para el cual tienes que subir cinco pisos y pasar un par de naves para entrar al club. Es bastante áspero, sucio, industrial, pero lo mejor es que hay una gran colección de instrumentos colgados del techo; desde baterías, hasta pianos. 

Tenía toda la noche ahí, bastante cómodo sobre un público extasiado a su máxima capacidad, presentándome como DJ hasta que empezó el amanecer. Empezó a pasar un poco de luz a través de los cristales cuando un piano cae. No lastimó a nadie, pero todos empezaron a actuar en una escena repleta de miedo, la gente corrió a los lados, se lanzaron algunos por la ventana y otros no paraban de gritar. Sin embargo, a mí me llamó, en lugar de asustarme, el piano me pareció un complemento perfecto para el show. 

Mi amigo Hannot Mintegia, el director de cine, se me acercó a decirme que no tenía sentido que siguiera tocando pues todos se habían ido, asustados por el piano. Me entristeció, quería seguir mezclando, pero me magnetizó el piano, decidí acercarme a él y tocar mientras nadie me veía, la gente la escuchó a lo lejos, se volvió a meter al club, pero en un modo más relajado. Ellos se sentaron alrededor del piano en 360 grados… ahí decidí tocar un concierto íntimo para los presentes. Me sentí cómodo, ahora me siento más relajado tocando estos instrumentos, lo siento más personal”. 

Disfrutando del camino

Esta es una historia que escribimos junto al compositor vasco Aitor Etxebarria, un músico y productor que encontró la forma de empezar a firmar bajo su propio nombre tras una exitosa carrera dentro de la industria de la música electrónica bajo el alías de El_Txef_A. Su proyecto homónimo debutó a finales del año pasado con la publicación de Nihilism Part 1 (2019), un material de nueve canciones en las cuales logró desnudarse por completo. 

Siempre he sido muy creativo, pero antes me ponía barreras, no me permitía por querer tener un perfil bajo o el miedo que le tenía a la gente“, nos declaró a través de una llamada telefónica en relación a la libertad que le dio el empezar a componer a piano, “ahora me siento más cómodo, he rebasado esa barrera que ahora me permite tocar y cantar frente a un público“. 

De acuerdo a lo relatado, su éxito como productor de electrónica experimental fue casi inmediato puesto que “inicié en una época en la cual la industria no estaba tan avanzada en relación a la capitalización, mis discos tuvieron mucho éxito”. Sin embargo, su origen mismo no le dio una satisfacción a plenitud al músico ya que “inicié este proyecto para poder aislarme con un sobre-nombre”. 

La diferencia en la música es notable, en este álbum hay piezas muy frágiles a piano o que hacen solo uso de la voz de Aitor, lo cual contrasta con el caos sonoro que componen a sus intrincadas composiciones electrónicas. A palabras del compositor, esto tiene una razón de ser, pues “al final del día, la música electrónica es una conversación con máquinas y computadoras en la cual ellas también tienen algo qué decir”. Es por ello que cuando empezó a escribir con instrumentos clásicos, “me di cuenta de que me desnudo más con ellos, es una conversación interna al 100 por ciento, no hay nada que interfiera con nada”. 

Se trata de una serie de conversaciones en las cuales se vio involucrado durante al menos cinco años, un camino largo en el cual su estudio de grabación se transformó en un espacio definido por un caos controlado, con libros sobre filosofía nihilista tirados por todo el suelo. Su mayor influencia, una palabra que define a la perfección al álbum que resultó de aquellas largas sesiones sin un objetivo en particular más que el disfrutar del proceso. “He aprendido a ir un poco más despacio a disfrutar del momento de la música y no pensar en el éxito o en su funcionamiento“, declaró.