The Wire, una de las series de televisión más aclamadas de la historia, duro de 2002 a 2008 en HBO. El santo grial de las posibilidades en la producción seriada televisiva, sus cualidades estilísticas, la narrativa paciente y nivel de realización. Un hito de cambio para este medio. Hoy el que se atreva a ver esta serie, encontrará un producto visual avejentado y difícil de apreciar en la época de oro del streaming.
No toda la década de los 2010 luce el mismo nivel televisivo que tenemos hoy día, pero definitivamente sí fue una inesperada transformación para este medio y sus posibilidades, uno que repercute en las maneras de consumo y la industria del cine.
Cubrir el panorama completo de la realización, parece fútil, considerando la cantidad de servicios y productores involucrados. Sin embargo, tomar un pulso sobre los contenidos producidos a partir de 2010, sí nos da un vistazo suficientemente cercano a esta nueva realidad.
En camino a la década, los precedentes de una nueva capacidad de producción, una tan cercana en escala a la del cine, se mostró a la vuelta de la esquina. Consideremos producciones como Mad Men y su desarrollo de época, el eternamente cambiante estilo de parodia de Community, el drama arthouse en Breaking Bad y los efectos especiales de Walking Dead.
Los factores alrededor de esta mejora se centran completamente en la tecnología, su abaratamiento y claro, la democratización de recursos. Para sostener todo esto, las plataformas de streaming, que hablando a principios de década, revuelven alrededor de Netflix, su monopolio y necedad por penetrar el mercado.
El ímpetu de Netflix como distribuidor y productor, marco reglas del juego. Jugando con el espíritu libre del internet, lograron aspirar a un sentido de libertad creativa y mayor difusión de proyectos que se veían mermados trás el sistema rígido del network television. Más importante que esto quizá, la respuesta de la industria frente a este nuevo monstruo, ejecutando la misma apertura a pilotos y presupuestos.
Así la televisión de los 2010, se volvió de innumerables producciones y por consecuencia, llegó el binge-watching. Un cambio gradual pero seguro, que además de visibilidad y realización, dió cabida a libertades de formato.
La longitud de las series atendida en limited mini-series cómo Chernobyl. La moda de franquicias y sagas, atendida con universos expandidos como Fargo. Cualquier necesidad dispuesta y posible.
Claro, es necesario pensar más allá del aspecto técnico. La producción creativa responde al momento cultural y es claro, que en fallas y éxitos, los formatos, narrativas y estéticas gozaron de todo esto.
El regreso después de 25 años de Twin Peaks, una inesperada oportunidad para cineastas como David Lynch, por operar libre de compromisos e incluso desprendido de las reglas del sitcom.
Las épicas de época extendidas a su extremo en series como The Crown o Game of Thrones, dominantes, masivas y pacientes. Por supuesto, esta segunda mostrando en episodios como “Battle of the Bastards” el nivel de producción logrado, pero también el desastre narrativo de apresurar las cosas.
Universos absurdos cómo Rick and Morty al fin concretados, en talentos creativos como Dan Harmon, que con años peleó con NBC por un sistema de medición de ratings ilegible. La seriedad a géneros vulgarizados como el true crime, materializado en Mindhunter. El formato libre e independiente de Twilight Zone, anotando el terror millennial en Black Mirror. La fantasía exagerada de universos visualmente complicados, logrado en éxitos como Stranger Things.
Nuevas voces en la industria y actores a descubrir exhibidos en Atlanta de Donald Glover y en Rami Malek dentro de Mr. Robot. La validación de la industria televisiva, una vez más reivindicada como medio creativo y comercial.
En sentido circular, la historia de la década, se ve finalmente englobada en Breaking Bad, el drama que antecedió y hoy goza de un spin off, completamente independiente además de una película secuela críticamente aclamada. Los TV movies, pasaron de ser merma a espacio ideal para nuevos proyectos como The Irishman (2019) o incluso Roma (2018).
Esta evolución no está terminada, hoy no es la época del streaming, sino la guerra del streaming. El compendio absoluto de Netflix está terminado, y las plataformas productoras rigen. Alianzas masivas como Fox y Disney, además del dominio corporativo de Amazon, pintan una competencia por exclusividad, una pelea de contenidos.
Es difícil saber, sí esta década será la última para gozar televisión con tanta flexibilidad.