En el último par de años, la salsa ha tenido un gran resurgimiento en el interés de la juventud gracias a las nuevas expresiones urbanas y en el impulso mediático que ha tenido la cultura latina para integrarse a las nuevas conversaciones como un lugar en donde se puede aprender e innovar.
No hay un gran artista latinoamericano contemporáneo que no haya mencionado a algún intérprete del género en los últimos meses. De las menciones de Rosalía y J Balvin a Hector Lavoe y Willie Colón en ‘Con Altura’ a la enumeración que hace Bad Bunny de grandes artistas boricuas, como Frankie, Ismael y Curet, dentro de su carta de amor a su juventud en Puerto Rico en ‘Desde El Corazón’. Eso sin mencionar las colaboraciones de Residente con Rubén Blades y su homenaje al sello discográfico Fania en ‘Cántalo’, la canción que estrenó a principios de esta semana en colaboración con Bad Bunny y Ricky Martin.
La salsa está siendo tan homenajeada tanto por su influencia protagónica dentro del desarrollo musical y discursivo del reggaetón, como por el impacto que está teniendo la latinidad dentro de distintos medios especializados de la Internet que están teniendo una muy buena conversación con la juventud. Sin embargo, es más que evidente que un grupo de artistas están siendo el foco de atención de todos estos honores y se trata de aquellos que formaron parte de Fania, el sello neoyorquino que unió a finales de los años sesenta a los mejores cantantes, instrumentistas y compositores latinos para llevar el sonido de la salsa al mundo entero.
El género nació en el caribe como una mezcla de la clave rítmica del son cubano con la complejidad armónica del jazz afrocaribeño que se practicaba dentro de las islas. Es un estilo fuertemente dominado por las percusiones suaves, a base de metales, y por el empuje catártico que le da sus detalles en instrumentos de viento, en específico los trombones y las trompetas.
Su precursor fue un músico cubano llamado Ignacio Piñeiro que le otorgó su nombre en la obra ‘Échale Salsita’ en 1933, influenciado en las salsas picantes que había probado en su primer viaje a la Ciudad de México. Él se popularizó en Venezuela y gracias a la pieza, le empezaron a llamar ‘Salsita’ a todos los sones cubanos que llegaron a ser transmitidos dentro de su radio nacional.
A partir de ahí, la fusión se viralizó. Encontrando exponentes de la llamada ‘salsa dura’ dentro de la mayor parte de los países sudamericanos y del caribe. Se organizaban fiestas enormes alrededor de las agrupaciones, en su mayoría grupos orquestales repletos de instrumentos orgánicos, con temáticas urbanas que hablaban sobre historias densas de criminales, ricos deshonestos y trabajadores con toda la actitud del mundo para salir adelante.
Sin embargo, el estilo no obtuvo el empuje masivo que después obtendría hasta que se fundó la casa discográfica llamada Fania Records. Una compañía fundada en 1964 por el abogado Jerry Masucci junto con el flautista dominicano Johnny Pacheco. Inmediatamente obtuvo la firma de artistas que ya eran bastante populares en las islas, siendo la legendaria producción en colaboración de Willie Colón y Héctor Lavoe titulada El Malo (1967) su primer lanzamiento.
Lo que hizo Fania fue curar de forma brillante a los mayores exponentes de la salsa de toda la historia. Seleccionando a nuevos y viejos talentos, obligándolos a colaborar y a participar en diversos conciertos que les dieron el reflector a todos sus artistas por igual. Esto último se vio mejor realizado dentro de la serie de álbumes llamada Fania all Stars, una orquesta en donde llegaron a participar al mismo tiempo exponentes como Ray Barretto, Willie Colón, Johnny Pacheco, Rubén Blades, Héctor Lavoe, Tito Puente, Celia Cruz y Eddie Palmiere, entre muchos otros.
Su buena distribución de discos, enfocada primordialmente a la comunidad latinoamericana en los Estados Unidos, le dio el punta de lanza perfecta a cada uno de sus intérpretes para transformarse en referentes inmediatos de la tradición musical de la zona. Sus figuras se convirtieron en leyendas con vidas que han sido impresas en series de televisión, libros y películas. Además, no se puede dudar de la calidad de cada una de sus grabaciones, las cuales también fungieron para generar música un poco más digerible para el público anglosajón dentro de la invención de la ‘salsa romántica’, que como su nombre indica, cambia la temática central del género a uno digno de ser bailado el 14 de febrero.
Tras poco menos de cuatro décadas de fungir como el sonido más representativo de las clases populares del caribe y de países como Panamá o Colombia, la salsa empezó a perder su popularidad a principios de la década de los años noventa gracias a las problemáticas económicas que empezó a representar la sustancia misma de su acto en vivo.
Con la integración del dancehall a los discos más populares, el crecimiento del reggae panameño y el nacimiento del reggaetón en las islas, la necesidad de presentar, instalar y transportar a bandas de más de veinte músicos empezó a ser ridícula ante una serie latente de proyectos musicales nacientes que sólo están conformados por un par de sintetizadores, cajas de ritmos y micrófonos. Además, el nacimiento de estos otros géneros permitió que quienes no tuvieran el acceso directo a un instrumento musical, así sea por herencia familiar o por préstamo, empezaran a encontrar alternativas rentables para la creación de música.
Ante todo esto, las últimas dos décadas han sido terribles para el género, pero gracias a los artistas previamente dichos, sus mayores leyendas están empezando a hacer ruido una vez más. Razón por la cual Craft Latino decidió comprar los derechos de todo el catálogo del sello discográfico, trabajando en una nueva masterización para introducir los álbumes a estas nuevas audiencias, hambrientas por conocer a las influencias detrás de los artistas del momento.