La edición correspondiente al Otoño/Invierno del Mercedes-Benz Fashion Week en Ciudad de México se sigue sintiendo tan cercana que sorprende estar viviéndolo una vez más. La edición 26 nuevamente se inauguró en el Hotel Four Seasons, con la participación de Lorena Saravia, Collectiva Concepción, Armando Takeda y Cynthia Büttenklepper.
Collectiva Concepción prometía una experiencia diferente al anunciar que la presentación no sería un desfile. Finalmente si hubo una delicada caminata que terminó en cada modelo plantada en ciertos puntos del jardín, invitando a los asistentes a recorrer el terreno para poder apreciar los detalles de la colección: siluetas amplias y voluminosas, con una manufactura finísima en materiales como lino, algodón e incluso popelinas. Las sandalias fueron indispensables para completar los looks presentados en una paleta de color bastante natural, los rojizos y negros con tonos peculiares que seguramente se consiguieron por teñidos artesanales. Ciertos detalles de costura evidencian una búsqueda por definir una silueta a pesar de tratarse de ropa cómoda y poco restrictiva.
Unas horas más tarde, el desfile de Armando Takeda fue cohesivo tanto entre los looks presentados, como en la posición de esta nueva entrega dentro de una narrativa llena de colecciones exitosas. El cauteloso cuidado mostrado en la manufactura de cada pieza portada por las modelos es impresionante, destacando la joyería dorada con detalles tan pequeños que solo provocan acercarse a pesar de estar todos en una misma fila. La inspiración de vivir en la playa era obvia: la joyería en forma de hojas tropicales, las gorras hechas con paja y que además tapan del sol con brillantes que cuelgan a lo largo de la visera, los estampados de marisquería, detalles repetidos en ciertas prendas y peinados de las modelos que parecían abstracciones de trenzas, uso de sandalias bajas. Todo apuntaba a una inspiración que seguramente empatará con el gusto del público habituado a la calidad presentada por Takeda.
Finalmente, Cynthia Buttenklepper cerró los desfiles en Four Seasons con una colección tan amarrada como los peinados de sus modelos. Los accesorios eran exquisitos: figuras geométricas en materiales plásticos cuyos colores a veces contrastaban y otras combinaban con las prendas, que definían su silueta gracias a una limpieza y pulcritud en su fabricación, mostrando líneas claras y concisas sobre la construcción de cada prenda. Poco a poco se fue observando una vibra vaquera, algo campirana y modestamente futurista.
La abundancia de sandalias ya apunta a una búsqueda por la comodidad del público consumidor de moda. Parece que todos planearon sus colecciones alrededor de una mujer que el próximo verano estará indudablemente en la playa. Una en la que muy pocas personas tienen acceso, seguramente.
Las críticas a la plataforma son ya bastante obvias, y si, aunque puede ser elitista y con mucha pretensión, tampoco es implícita una falta de calidad en lo que se presenta. Probablemente encontremos ejercicios creativos poco arriesgados, ya que al final se trata de la exposición necesaria para marcas con propósitos comerciales.
Lo preocupante en 2019 es que se siga permeando la falta de inclusión en una industria que lleva varios años pidiendo a gritos dejar de ser vista sólo como un peldaño de status. Está pasando en todos lados y debe dejar de ignorarse.