La llegada de una marca como Sónar a México, incluso en un desorden de festivales en el país. El festival que comparte tanto en concepto con Mutek, atinadamente ofrece mayor visibilidad y asequibilidad en su talento, hacia el ideal de un verdadero “festival de música electrónica”.
De otra manera, Sónar es la propuesta más “mainstream” en el mundo de la llamada “Music, Creativity & Technology”. Sin embargo, con esto dicho, la llegada del festival internacional al país no comenzó de la manera más enfocada a su propuesta.
Hace sentido que el talento dentro de la curaduría de este festival haya cambiado en los últimos años, hace sentido que el abanico de propuestas musicales sea más variada en su introducción al país, pero definitivamente se hace presente el sentimiento de una audiencia deseosa por un espacio de música electrónica.
No es decir que un lineup lleno de nombres como Richie Hawtin, Bonobo, Charlotte de Witte, Daniel Avery, Mall Grab, Dj Seinfeld, Nosaj Thing y más, no sea un festival dedicado a esta área de la expresión musical, pero si hay todavía algo en su ejecución que hace pensar en un futuro incierto.
Al día de hoy no sabemos si proyectos de esta magnitud y dedicados a la música electrónica, no tan comercial, pueden tener un espacio seguro en México. Nada más hace falta hablar con los artistas mexicanos o a los clubs que aparecen y desaparecen.
Si Sónar tiene un lugar en medio de todo esto, es formalizar una identidad no como marca internacional, sino como una propuesta que llega a México.
En esta edición la selección del ahora “nuevo venue” que se quiere hacer del Parque Bicentenario, por cierto de Mario Schjetnan, es agradable y le da presencia al festival. Se recorre rápido, abierto y cómodo.
La inclusión de nombres como Skepta, badbadnotgood, Kidd Keo e incluso algo como Fatima al Qadiri ofrecen un limpia paladar, entre lo que para algunos de la audiencia puede ser excesivamente repetitivo. Descubrimiento y flexibilidad.
Uno de los contrastes más interesantes, fue evidente en algo como Daniel Avery y Richie Hawtin. Mientras que el veterano en Hawtin habla de experiencia y reputación, trae consigo una producción, no deja de sentirse como un recetario mientras que alguien como Avery, que goza de años de influencias detrás de él, ofrece infinidad de matices en su presentación.
Skepta llega como el “suena a trap”, “me recuerda al UKG” y por ahí un susurro de “es grime”, que termina por dejar a todos en la audiencia, felices y conscientes del mundo de hip-hop que queda aún por amplificar.
Y alrededor de todo, la experiencia de Sónar parece abierta y en expectativa de ser termómetro del futuro. Su acomodo y propuesta se siente confusa y sin identidad, incluso cuando parece tan obvia, pero no queda pensar más que es por que el producto que llega a México, debe tropicalizar.