El arte es un recurso que ilumina zonas del ser poco conocidas, contiene un lenguaje que nos articula como entes sintientes y pensantes, y es a través de él que rescatamos la realidad en bellas formas, valiéndonos de materia, imagen, discurso y quizás un sonido.
El arte conmueve, enseña y deleita. Es sublime y es real. Inexplicable acaso, trastoca los sentidos, inquieta, es disruptivo y ofrece la posibilidad de vislumbrar la riqueza cromática del mundo.
Antídoto para el poder destructivo del tiempo; mientras todo perece, el arte sobrevive, y aunque se manifiesta en la música y literatura, la pintura es noble y resulta una eminencia en la historia de nuestro país. Grandes muralistas rescataron hechos sustanciales para comprender el México moderno, tales como David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Julián Márquez, quienes fueron pupilos del excéntrico Dr. Atl.
Abogado, escritor, filósofo, vulcanólogo y pintor, Gerardo Murillo, o mejor conocido como Dr. Atl fue el fundador del renacimiento artístico mexicano e ideólogo del movimiento muralista. Sus obras cuentan con una madurez artística y creativa que le permitieron hacer una fina representación de aquello que es intangible y lleno de símbolos. La pintura del paisaje figuró para él su mayor pasión, logrando fijar su capacidad de observación, temperamento y fuerza; sus obras exhiben desde desnudos femeninos, autorretratos y montañas hasta lo que significó su mayor afición: volcanes.
No existe con certeza una historia de su seudónimo, algunos autores afirman que fue bautizado como Atl por el escritor argentino Leopoldo Lugones, otras posturas aseguran que él mismo se autodenominó Atl, dado que en náhuatl significa agua. Lo que sí es constatado es que gran parte de su trabajo consistió en impulsar y promover el movimiento muralista, además de realizar los primeros esbozos en edificios públicos. Implementar nuevas técnicas pictóricas y su contemplación hacia lo humano para formar parte de una naturaleza ontológica.
El 20 de febrero de 1943 se asomaba, a través de una grieta, el nacimiento de Paricutín, un volcán que interrumpió vida y cultivo que fue estudiado muy minuciosamente por el pintor Murillo, quien se mudó a Michoacán para observar la evolución del cráter. Dr. Atl documentó el fenómeno natural a través de dibujos hechos en su mayoría con carboncillo y algunos apuntes que describen el proceso y que posteriormente se vieron materializados en el libro Cómo nace y crece un volcán: el Paricutín publicado a finales de los años 50.
Obstinado pero muy dedicado, Atl se accidentó durante una caminata colectiva, la circunstancia detonó en gangrena y perdió parte de su pierna derecha, sin embargo, valoró la transmisión de un mensaje universal y a través de viajes en avionetas, esbozaba paisajes desde una mirada aérea, misma que brinda una perspectiva distinta. Esta técnica fue denominada por el pintor como aeropaisaje.
Sin duda, el trabajo de Dr. Atl representa una dosis de creatividad bruta lograda a partir de su determinación para crear a toda costa. Asimismo, su identidad artística lo catapultaron como una de las figuras más representativas de la pintura en México y parte del mundo.
El artista murió el 15 de agosto de 1964, dejando sus innovadoras ideas para la época en materia de pintura. Destaca además los momentos de un México que inmortalizó a través de su mirada y creatividad.
A manera de homenaje, permanece en el Museo Nacional de Arte la exposición que evoca al arte y esencia del pintor y también periodista. Fuego, tierra y viento. Sublime sensación nos permite observar los grandes paisajes, hechos en buena parte de recuerdos, situaciones e imágenes devueltas al presente en colores acrílicos, Atl colors, que Gerardo Murillo Cornado rescató tras recorrer, durante años, miles de kilómetros, la geografía infinita de los volcanes que constituían su pasión y que en él se extinguieron también a la hora de su muerte.