Ha sido una semana de reflexiones alrededor del cincuenta aniversario del alunizaje. Pensar en desprendimientos culturales, los detalles menos pensados y el futuro de la ciencia espacial.
En este contexto, está la realidad del pensamiento sustentable, el que enmarca la realidad de cualquier proyecto espacial en la actualidad. Por años a partir de la llegada del Apolo 11, la contaminación lunar y basura espacial son una tangible objetividad.
El equipo del Apolo 11 llevó consigo no solo remanentes de su naturaleza tecnológica, pero también inevitablemente la conmemoración humana. De regreso a la tierra, dejaron detrás herramientas, gadgets, banderas, parches, medallas, desperdicio humano y más.
La famosa bandera americana no duró en pie más que hasta el momento de despegue del cohete de regreso a la tierra. Lo que queda hoy es un textil blanqueado y deteriorado por los rayos solares.
Permanecen en la superficie lunar una serie de reflectores diseñados que permiten comunicación con el satélite. Quedan abandonados los paquetes de experimentos Apolo, que incluyen magnetómetros, sismógrafos, espectrómetros, entre otros aparatos.
Se puede encontrar en el módulo lunar, la placa conmemorativa producida para el modular que lee “Aquí hombres del planeta tierra, por primera vez pisaron la luna en Julio de 1969 A. D. Vimos en paz por toda la humanidad”
Un disco de silicio que guarda dentro de sí, las comunicaciones de 73 lideres de paises del mundo con el nombre de “Mensajes de buena voluntad del Apollo 11”.
Después del Apolo 11, las misiones tripuladas a la luna, dejarían otras placas, biblias e incluso una estatuilla en conmemoración a los cosmonautas fallecidos en el avance de la exploración espacial.
Quizá más grande que todos estos rezagos emocionales, están los choques provocados. Es bien sabida la existencia la basura espacial generada por satélites y infraestructura decomisada, la luna por su parte ha sido especial objetivo de estos.
Una práctica común por cualquier programa especial ha sido el chocar sondas orbitantes y exploratorias contra cuerpos espaciales, esto parte de su decomisación o en ocasiones como experimentación.
La desintegración de tales estructuras no solo dañan la superficie lunar, generan basura espacial. Al menos 74 cuerpos espaciales permanecen abandonados, destruidos o olvidados en la luna. Estos recorren desde principio desde los sesentas hasta este año 2019 con el choque (accidentado) de Beresheet la nave Israelí. Bombardeos.
Aunque ningún hombre ha regresado a la luna desde 1972, es claro que la constante exploración espacial, aún sin tripulación, ha dejado una gran huella en nuestro satélite.
Con los planes cercanos de turismo espacial y la industria privada, queda pensar que conforme más se acerque “el espacio para todos”, más basura y contaminación espacial habrá. La realidad es examinar nuestra responsabilidad frente a la manera en que generamos esto, razones del por qué y la posible tragedia de no cambiar.
Si bien las huellas de los cosmonautas desaparecieron en los despegues de regreso a la tierra, y solo algunas mas quedan, ninguna es más grande que la huella de nuestro paso lunar.