Son las historias que nos causan impacto, las memorias y vivencias que en muchas ocasiones determinan la línea que seguirá su arte. En un principio el artista suele hablar de lo que conoce, lo que ha logrado fraguar por sí mismo. Posteriormente adquiere conocimientos de gente experimentada, personas que están más estrechamente relacionados con los quehaceres en la música.
Georgia evidencia sus primeros acercamientos al terreno del arte sonoro. Del vivir el día a día en un ambiente meramente musical. Dentro de la educación que recibió en casa y aquellas vivencias que fueron forjando su personalidad, también se encuentran las visiones rutinarias de despertarse a diario rodeada de instrumentos, de la producción musical como parte de su cotidianidad, injerencia que tuvo directamente por las actividades de su padre.
De gesto adusto y rizos que caen sobre su rostro, Georgia se prepara para su primera visita a nuestro país como parte del cartel de la décima edición del Festival Corona Capital. El impregnarse desde temprana edad en un ambiente musical y familiarizarse con los controles, los filtros de efectos, las perillas e instrumentos fue un aliciente para fomentar su inquietud hasta dominarlos como lo hace ella sola en el escenario.
¿Cómo comenzó todo? ¿De dónde tomaste tu acercamiento con la música?
Las primeras imágenes que tengo era que vivía en el estudio de mi padre. Dormir entre instrumentos, escuchar todo el día las mezclas, ver ondas en la computadora. Entre las guitarras, grabadoras, teclados y más cosas que tenía mi padre, tuve una especial atracción por la batería. Fue en realidad el primer instrumento que aprendí a tocar. Fue empírico, como lo entendía y por imitación. Ya después tuve una mayor noción sobre ella y pude mejorar muchos aspectos. Todavía sigo aprendiendo.
Lo cotidiano para ella fueron las cuerdas, vivir la música de cierta manera inusual, ya que el minucioso trabajo de producción suele ser tedioso por los bucles y la limpieza de audio. Pasaban los años, y dentro de ese mundo, finalmente llegaría el momento en el que Georgia tendría su propio reproductor de música. Dado los años en los que nos situamos, le fue regalado un Walkman, que tuvo un uso de batalla, un uso rudo.
¿Cómo te descubriste a ti misma haciendo música?
Tenía 12 años cuando me regalaron una grabadora de casetes, un Walkman que llevaba a todos lados. Grababa sonidos que me gustaban, lo clásico de ponerle “play” cuando salía mi canción favorita en la radio, y así comencé a experimentar. Tiempo después me llegaría la idea de hacer mezclas con lo que grababa en mis cintas. Mi voz era un track, luego grababa otro con mi guitarra y así con los demás instrumentos. Luego ya los mezclaba todos juntos.
¿En qué momento diste el brinco, ese paso entre lo que hacías por tu cuenta a comenzar a colaborar con otras personas?
Cursaba el colegio cuando estuve en algunas bandas. Dábamos shows y yo me divertía mucho. Luego formamos una banda que se llamaba Kwes, yo era la baterista. Logramos una buena comunicación con el público, y tiempo después nos encontramos siendo firmados por “Young Turks”. Es una disquera pequeña e independiente, pero por ahí han pasado bandas como The xx, así que nos enorgullece.
Ya estando entre disqueras y productores, ¿cuándo fue que Georgia decidió tomar su propio camino?
La industria musical es enorme. Conoces mucha gente, entre músicos, ingenieros, productores y todo ese microuniverso, conocí a alguien con quien era muy afín. Siempre me sentí atraída por la escena underground y synthwave de los 80 en Chicago. Ese concepto nos llegó después en UK, y me entusiasmaba mucho la idea de fiestas en las que conviven todo tipo de gente, no importando si se era afroamericano, homosexual, dark o que fueras lo que quisieras ser. En fin, esa persona me motivó mucho por el gusto que halló en lo que le compartía, como estas cintas que mezclé.
Finalmente en 2014 Georgia se aventuró a sacar su primer EP, el cual lleva por título Come In. En 2015 la llegada de la primera producción de larga duración, un álbum homónimo, que pretende afianzar los lazos entre el synthpop y el dance, esté bajo Domino Records. Se perciben influencias pop de principios de los 80, particularmente el sonido de Chicago en el jazz, blues y disco.
¿Qué quieres proyectar o transmitir en “About Work The Dancefloor”? Sabemos que guardas una fascinación por las pistas de baile y por las fiestas en las que se amanece con música.
La vida en las ciudades es muy rápida, muy agitada. Sales de trabajar y llegas a tu casa a seguir trabajando, a seguir mandando correos y revisar mensajes, tu teléfono no para de vibrar, ¡es abrumador y agotador! Bailar es un escape para mí; encontrarme a mí misma en la pista, bajo las luces. Hablamos con el cuerpo también, y mucho, mucho más de lo que en realidad decimos con las palabras. Lejos del trabajo introspectivo de pensar en silencio, yo encuentro esos momentos cuando me suelto en la pista, bajo las luces, cuando me agoto y estoy llena de sudor.
Por el lado de la cultura pop, están dentro de sus artistas predilectos nombres como los de Madonna, Depeche Mode, Kate Bush, Prince y un puñado de bandas de synthpop de los 80 de las cuales ha tomado como ejemplo para hacer uso cajas de ritmo y secuencias. Es importante hacer mención sobre el acomodo de su set, donde es ella sola en el escenario, con varios sintetizadores, pads, teclados y hasta un “crash” y “hi-hats”, ejecutando todo a lo largo de secuencias programadas.
¿Qué sigue después de tu debut, el álbum homónimo? ¿Son estas canciones un adelanto de lo que nos espera próximamente?
Últimamente he estado experimentando mucho con sintetizadores y sonidos nuevos, por lo que me entusiasma mucho sacar un nuevo álbum. Sí, sí habrá uno, pero ya habrá tiempo de revelar los detalles. Puedo decir que estoy tomando mucha preferencia por lo análogo, por manipular los tiempos y los sonidos a mi deseo, no al deseo de programaciones determinadas. En parte también está pensado así mi set en vivo. Estoy muy emocionada de mostrar mi música al público mexicano.