Dentro del marco del Mes del Orgullo LGBT+ y en camino a la 41 Marcha, una serie de contenidos que resaltan tanto la lucha como la inclusión, de esta comunidad en la cultura popular y en la materia de lo social.
Por gran parte de nuestra historia, la comunidad LGBT aspirando a “espacios seguros”, solo logró espacios clandestinos. La relación particular, del espacio cultural, de convivencia y baile, es especialmente interesante, dada su persistencia incluso en algunas de las sociedades más conservadores. Esto mientras negaban rotundamente su participación con la comunidad, eran los mismos en habilitar sus actividades en secreto, justamente en la suprema ironía de la represión.
No hay manera de hablar de de estos “eventos secretos” que han sucedido en nuestra historia, sin hacer referencia a detalles y concepciones discriminatorias, pero a la vez sí revelan una importante documentación social de la historia LGBT+.
La era moderna, ve llegar algunos de los primeros movimientos masivos a favor de los homosexuales, estos sin embargo, ven una fluctuación importante en su manifestación y visibilidad pública. Dentro de Europa y posterior a la Primera Guerra Mundial, aparecen las asociaciones que ponen al frente de su lucha, la necesidad por actividades de socialización.
Excursiones, deportes y bailes enfocados a la camaradería LGBT. Referentes como Böser-Buben-Ball, Kameradschaft y Gesellschaftsklub Aleksander e.V., en la república de Weimar, lograron establecer periodicidad especialmente a los bailes, con la llegada de eventos diarios y las orquestas.
Fue hasta la llegada de los 20s y los 30s, que proliferaron los bares, cafés y salones de baile en ciudades como Berlín, que en ocasiones, diluían el “espacio seguro” en uno el morbo fascinado con la exageración cultural de la sociedad urbana. Así la teatralidad, el cabaret. Eldorado, aparece como la referencia inmediata, que incluye lo ruidoso, pomposo, drag y demás. Extrañamente todo casi exclusivamente para una aduiencia hetereosexual. Turismo voyerista.
Paralelamente en Francia, esto pasaba en las regiones Montmartre, Pigalle y Montparnasse. A diferencia, de sus aliados en Alemania, fungiendo como una de las capitales de nightlife en Europa, lograron sobrevivir fundamentalmente como espacios sociales.
De cualquier manera, hablar de regionalidades solo exhibe detalles en la manera que esta relación siempre existió. Proliferan ejemplos particulares, como en los Estados Unidos, donde grupos de vaqueros, mineros y leñadores se veían involucrados en los famosos stag dances.
Estos bailes, reflejando contextos sociales sin mujeres, que jugaban interesantemente como para abrir la perspectiva de estilos de vidas o simplemente servir como oasis para hombres que preferían la compañía de hombres.
Así, se muestra la red donde viven los drag balls de Manhattan, el baile de los 41 en México, los tangos en Argentina, el carnaval de Río, las sociedades clandestinas de homosexuales en Moscú, y más.
Curiosamente, como mencionamos con anterioridad, en la modernidad hay un flujo hacia la desaparición de estos ejemplos. Su regreso, a partir de Stonewall, como momento crítico hacia la liberación sexual y así su definición en la cultura urbana moderna. El salón de baile, se torna en la fiesta.
Esto mejor reflejado por la cultura del disco que creó una importante relación con la escena “gay”, además de los himnos en la cultura popular y finalmente su verdadera consagración con la muerte del mismo género. Bien dicho por Frankie Knuckles, la aparición de la música electrónica, fungiendo como” la venganza del disco” abriría un panorama para la sub-cultura del gay clubbing.
Durante finales de los setentas y principios de los ochentas, DJ’s como Tallulah y Chris Lucas serían pioneros en crear lo que hoy identificamos como el nightlife gay. Aparece la idea del “one-nighter” o takeover, siendo fiestas gay dentro de espacios rentado. Llega la producción con iluminación, sonido y demás ambientes del baile moderno.
“Las discotecas crean el ambiente adecuado para los gays. El mundo correcto donde se sienten seguros y pueden dejarse llevar (si les queda algo) … les gusta bailar música funky” diría Gary London, DJ pionero en la escena nocturna de la época.
“Todos en la escena fueron allí ” […] “Apeló a todo tipo de reinas, reinas de cuero, clones, twirlers y trolley dollies, que regresaron de Nueva York y nos contaron cuáles eran las pistas más populares. Bang fue un evento importante en la escena. Teníamos un teléfono en la cabina de DJ que conectaba con la mesa de iluminación y llamábamos al ingeniero y le decíamos dejara todo oscuro en la próxima pausa, o usará los efectos estroboscópicos o hiciera una caída de globos.”
Definiciones culturales presentes en Rainbow Disco, The Roxy, Catacombs, Esta Noche, Studio 54, Heaven y más.
Para el final del disco, las historias propias a la electrónica, de un nuevo movimiento underground de cultura, espacios tomados como fábricas, bodegas y las fiestas dedicadas a la música y libre expresión, sentarán el modus operandi en lo contemporáneo.
El camino de la convivencia y el baile tan peleado por la comunidad LGBT+, hoy existe como amalgama de su historia. Hedonismo y teatralidad dentro de la curaduría y libertad. Le pertenece aún un camino a la normalización y su permanencia.