El anfiteatro es una cosa muy peculiar, un formato de arquitectura de espectáculo que a través de la historia ha luchado por una identidad. Superficialmente hablando, quizá pensemos en el circo y teatro romano, los roaring twenties, o esa extraña moda americana durante los setentas, de conciertos al aire libre y bandas de jam. Hoy este espacio de espectáculos remite solo a vagas ideas y es percibido como un vestigio de la cultura.
Formalmente el anfiteatro es romano. Un espacio semicircular y en picada diseñado para el circo, teatro, para espectáculos populares tales como los gladiadores. A la vez, una especie de contraparte al formato elíptico para las carreras. También casa a grandes banquetes y exhibiciones.
Después del Imperio Romano, su arquitectura se popularizaría por Europa y así su identidad se distorsionó, volviéndose un elemento más sin particulares destacados. Este formato, encontraría un significado en la cultura popular hasta la llegada de los espectáculos musicales modernos.
Más allá de los años veintes, que discretamente se mudarían de teatros y pabellón a revivir el anfiteatro, el ejemplo más claro está en los años setentas con venues como Dalhalla en Rättvik, Suecia, el Red Rocks Anfiteatro en Colorado, Slane Castle en Slane, Irlanda, entre otros.
Con la llegada de los ochentas y la masividad en los mismos espectáculos, una vez más pasó a segundo plano el rol del anfiteatro en la cultura popular. La escala dejó entrar estos espacios, para atender la nueva demanda en la era de los domos, estadios y lotes de festival.
Así, extrañamente el anfiteatro se sumergirá a un formato casi íntimo, selecto y de presentaciones relacionado con carteleras de géneros percibidos en la modernidad como “sofisticados”. Formatos como sinfónicas, ensambles de jazz, grupos folclóricos y más.
En México, la tradición del anfiteatro ha sido poco conservada y por lo tanto efímera. Los referentes más claros están en el Anfiteatro Simón Bolívar y el Teatro Ángela Peralta. El segundo con una historia crítica en el desarrollo de la cultura urbana en la CDMX, pero poco visible, complicada y más que nada evidenciando la complicada identidad del anfiteatro.
En los años treinta, dentro del entonces fraccionamiento Chapultepec-Polanco existía un “teatro al aire libre” que lucía de una concha acústica, la cual pretendía lucir los sonidos de los posibles encuentros artísticos en el espacio.
Formalizando el proyecto, el parque fungirá bajo la pretensión de continuar el éxito del entonces Parque San Martín en la Colonia Hipódromo Condesa, pero se necesitaba una infraestructura renovada para seguir los pasos de espacios públicos que se habían vuelto sensación como Central Park en Nueva York y el Hollywood Bowl en Los Ángeles.
Fue así que entre 1938 y 1939, el arquitecto Enrique Aragón Echegaray, apodado “el paladín del decó mexa” tomo este espacio con el apoyo del ingeniero Francisco Lasso, y juntos diseñaron el proyecto casi como una intervención.
Como parte de este desarrollo, la concha acústica fue reforzada con materiales de vanguardia, para resaltar la cualidad original del teatro. Este fue decorado en estilo neocolonial, con un área de asientos que resultó tan amplia, que tuvo que ser recortada y remodelada en 1960.
Así comenzó la vida del Teatro Ángela Peralta, en medio de una moda y extraña conjunción de elementos, donde la celebración del espacio público y la plaza artística, estaba justamente en la comunicación de estos a la vez que se apuntaba a su accesibilidad.
El nombre del teatro, es también indicio de una interesante historicidad en la cultura y música mexicana. Este viene de Ángela Peralta Castera, la cantante soprano mexicana del siglo XIX, conocida como “el ruiseñor mexicano” y bautizada en Italia como “Angélica di voce e di nome”. La mexicana cautivará en la Scala de Milán en Lucia di Lammermoor del compositor Gaetano Donizetti.
Un teatro bautizado bajo el espíritu de una colonia urbana a la alza. La escritora Guadalupe Loaeza diría “Lo elegante, lo sofisticado, lo exclusivo, lo diferente, pero sobre todo, lo residencial” sobre Polanco, una zona que agradece su planeamiento urbano e interconexión de parques. Áreas naturales como el Parque Lincoln, famosamente tomarían de la estética californiana en sus tejas de barro, muros blancos y resaltes verdes.
No obstante, el Ángela Peralta no sería exento de cambios drásticos. Este perdió su ornamentación en 1968, así dejando solo un cascarón de concreto por el que lo conocemos hoy.
Las historias populares del Teatro Ángela Peralta, hablan de un espacio cultural que funcionaría para conciertos masivos en la CDMX, donde también muchas bandas aparentemente encontraron una interesante dinámica, con un escenario que se prestaba para la “toma” siendo un espacio abierto. Esto frente a una nueva generación de jóvenes talentos, como con la aparición de bandas como Santa Sabina, cuyo rol en el venue sería bien recordado.
No obstante la vida del teatro se vería golpeada al caer en desuso. Poco a poco la reputación del teatro, como un habilitador cultural abierto y en comunicación con uno de los parques públicos más importantes de la ciudad, se volvía un mero vestigio histórico, bien en la vaina de los anfiteatros.
No fue hasta 2018 que este espacio sería retomado de manera inesperada, y con un problemático plan de remodelación que tomaría 14 meses, como de costumbre en esta ciudad, lleno de controversias.
No obstante, la iniciativa llegó de manera sensata, al aprovechar un histórico lugar con reputación de desperdiciado. El anuncio del nuevo Ángela Peralta vendría apadrinado por propuestas como el Festival de Jazz de Polanco.
Como dicho por el alcalde de la delegación Miguel Hidalgo, Víctor Hugo Romo de Vivar Guerra, sería la casa de presentaciones de bossa nova, clásica, jazz y otros similares, además de postularse como una escuela de jazz gratuita, un semillero de talento. Al día de hoy, estos planes se mantienen en desarrollo y alientan con darle una nueva identidad al anfiteatro nacional.
El próximo 3 de diciembre, Antonio Sánchez presentará la música original de la película Birdman Or (The Unexpected Virtue Of Ignorance) (2014) dentro de las instalaciones del Teatro Ángela Peralta de la Ciudad de México.
La banda sonora compuesta por Antonio es uno de los elementos más importantes de este filme ganador del Premio de la Academia a Mejor Película en 2015. Él la interpretará en vivo con el mismo virtuosismo con el que fue grabada, sincronizándose a la perfección con la proyección del filme.
La cita es el próximo 3 de diciembre a las 18:00.hrs dentro de las instalaciones del Teatro Ángela Peralta y forma parte de las actividades de la nueva edición del Festival de Jazz de Polanco. Los boletos se pueden adquirir dando click en el siguiente enlace.